Laisa, uno de los toreros improvisados más famosos del país, ha tenido que tirarse las corridas de toros de los últimos dos años en un pequeño televisor en una de las celdas de la cárcel Jorge Arturo Montero, en San Rafael de Alajuela, más conocida como La Reforma.
Cometer “un error” lo hizo merecedor de una condena de seis años y seis meses, de la cual ya ha descontado un año y nueve meses.
El famoso personaje, cuyo nombre real es Paterson Esquivel Guillén, habló con La Teja en prisión y contó cómo ha sido esta dura experiencia, la cual compara con las mismísima muerte.
– ¿Esta es la primera vez que está en la cárcel?
Si, la primera.
– ¿Por qué delito esta encerrado?
Prefiero no hablar de eso para no dar un mal ejemplo a otras personas, sobre todo porque muchos de los seguidores y admiradores de Laisa son niños.
– ¿Cómo es estar en la cárcel?
Es lo más cercano que hay a la muerte, es lo más cercano a vivir un infierno. Ahorita yo estoy muy agradecido con Jhonny, el jefe del pabellón donde yo estoy, al que le decimos ‘Aldea Panda’, él mantiene el orden y hace que haya respeto hacia todos. Pero yo he estado en otras celdas, en San Sebastián y aquí mismo en La Reforma, en las que tenía que agarrar de almohada la bomba que me traían, o sea, la bolsa con comida, jabón, desodorante y esas cosas para que no me las robaran.
– ¿Cómo es un día suyo en La Reforma?
Me levanto a las 6:20 de la mañana que es cuando hacen el conteo, desayuno, me lavo los dientes, me baño y me voy a correr o a trotar en el patio un rato y también a levantar pesas. Ya después viene el almuerzo y en la tarde me gusta mucho leer, lo hago con Jhonny porque a él también le gusta, entonces intercambiamos libros y así.
También hago cursos religiosos, pero eso no es tan fácil como uno piensa, aquí creer en Dios puede hacer que usted tenga problemas con compañeros que, por las cosas que han vividos y las condenas que cargan, ya no creen en nada. Luego viene la cena y ya a las 9 de la noche se apagan las luces, pero el tele queda encendido.
– ¿Ha tenido broncas con otros reos?
Como dos o tres veces, es que aquí cualquier cosa puede generar un problema. Por ejemplo, si estoy corriendo en el patio, que es muy pequeño para tanta gente, y de paso rozo una camisa que acaban de lavar y la lleno de sudor, eso podría terminar en un pleito mortal.
Yo estoy en una celda en la que hay como 38 personas y es un espacio muy pequeño, ahí decirle feliz Navidad o feliz año a alguien puede ser tomado como un insulto.
– ¿Su familia lo ha apoyado en este proceso?
Sí claro, cuando uno está enfermo o en la cárcel se da cuenta quiénes son los verdaderos amigos. Mi mamá, papá, hermano, mi esposa y suegros son los únicos que han estado conmigo en todo momento. A mí me pueden visitar tres personas cada semana, entonces ellos se turnan, a una visita vienen mis papás y mi hermano, y la otra mi esposa, mi hija bebé y mi suegra.
– ¿Cómo fue pasar la Navidad y el fin de año detrás de unos barrotes?
No hay palabras para explicar eso, aquí no hay colores, luces, música, no hay nada, todo es obra gris. El veinticuatro y el treinta y uno de diciembre a las nueve y media de la noche yo ya estaba dormido porque qué me iba a quedar haciendo. Lo que sí me pasó fue que el 31 a la medianoche me despertaron las bombetas que estallaron los vecinos de aquí cerca.
Los dos treinta y uno de diciembre que he estado aquí, he visto que pasa algo muy curioso, a la media noche todos los privados de libertad están en las camas, en silencio, nadie anda levantado ni nada y se escucha el llanto de la gente en las camas, es algo realmente duro.
– ¿Pudo ver los toros por tele?
Sí, sí los vi y escuché un par de saludos que me mandaron, yo les agradezco mucho que se acuerden de mí. Es duro ver por tele a las personas que uno conoce y que muchas veces me pidieron consejos cuando estaban empezando como toreros improvisados, ya ahora son grandes.
– ¿Qué planes tiene para cuando salga de la cárcel?
Quiero seguir en los toros porque no es algo que pueda dejar de un día para otro y tengo ideas nuevas y bien locas para la producción de Zapote, juegos y actividades diferentes para que la gente se divierta mucho.
– ¿Le hace falta vestirse como Laisa?
Sí, claro, muchísimo. Yo amo a Laisa, cuando me pongo la peluca y me pinto la cara disfrazo muchas cosas que me entristecen y me avergüenzan. Yo soy alcohólico y fui adicto a las drogas, aunque ahora estoy limpio gracias a Dios y a mi esfuerzo, esas cosas de mi pasado me avergüenzan y cada risa que yo le saco a la gente es como una curita que me ponen en el corazón.
– ¿Qué consejo le da a las personas para que no lleguen a una prisión?
Que antes de hacer cualquier cosa lo piensen, yo cometí un error como cualquier persona y acabé aquí, no hagan ustedes lo mismo porque esto es muy duro.