“En Nicaragua, si eres joven y estudiante eres como un criminal. Te van a buscar a la casa”, dijo Lizbeth Guevara, estudiante de Ingeniería Química y quien debió salir soplada de Managua para refugiarse en Costa Rica.
Ella era una de los cientos de nicaragüenses que este lunes hacían fila en Migración y Extranjería, por horas, soportando hambre, frío, lluvia, ganas de orinar, de bañarse, de descansar.
La joven de 20 años se vino con el recuerdo de sus padres y un hermano menor, de once años, llorando, pero con un permiso más que justificado, su vida corre peligro, como la de todos los universitarios nicaragüenses.
Ella no tiene familia en Costa Rica, Se vino con un amigo ya graduado y el hermano de este que tienen familia en Guápiles.
Salieron a las 3 de la madrugada de Guápiles, y llegaron a La Uruca a las 9 de la mañana porque también se encontraron con el mal tiempo y los múltiples derrumbes. Pero nada los detiene con tal de conseguir el estatus de refugiado que tanto desean. Por suerte, la ruta por Turrialba estaba abierta.
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“Tuve que salir soplada porque los jóvenes somos una amenaza. Lo mejor era salir de Managua porque nos van a buscar a las casas. No podemos estar allí, nos pueden matar, como ya han hecho con muchos”, dijo la muchacha.
Ella ahora deberá buscar trabajo y debe volver a Migración el viernes. Sabe que le tocara madrugar de nuevo, pero no pierde su entusiasmo.
Ella le envió un mensaje a los estudiantes que permanecen en Nicaragua. “Yo les digo que lo más importante es la vida, que salgan de Nicaragua, allí corren peligro”.
En las filas interminables se ven pequeños en brazos, mujeres embarazadas, algunas personas cargan sillas o bolsas con alimentos, sombrillas, paraguas, abrigos y uno que otro un discurso más incendiario que el de Lizbeth.
“No tenemos nada que celebrar el 19 de julio (día del sandinismo), más bien vamos a ir a marchar para decirle al mundo lo que está pasando en nuestro país”, le decía un joven a un grupo de personas que hacía fila.
Mientras tanto, Leidy Ferrufino dejó a sus tres pequeñas en la casa para ir a pedir refugio político por ellas. Llegó el domingo a las 3 de la mañana y el lunes a eso de las 11 a.m. no la habían llamado para entregarle el deseado papelito con la cita donde hará la solicitud.
Había ido una vez al baño a orinar, pasó un terrible frío en horas de la madrugada, estaba cansada y ojerosa y su amiga Cándida Reyes lograba animarla con su buen humor.
No de tan buen humor estaba Carlos Mauricio Suazo, quien busca la documentación para legalizar a su pareja Jackeline Martínez y a sus dos pequeños Josué y Keylin.
“A ella me la iban a matar. Se vino y en Migración en Peñas Blancas me los maltrataron mucho y los devolvieron. Me vine a toparlos, no podía dejarlos solos y ya perdí el trabajo. Yo también soy tico y espero que pueda conseguir el refugio para ellos”, expresó.