Carlos Zúñiga Pérez recuerda todos los días cómo hace un año un cocodrilo le hundió los colmillos en la cabeza en medio de un canal. Carlos pudo haber muerto, pero logró sobrevivir al terrible ataque y contar el cuento.
“Estoy en deuda con Dios, todavía lloro cuando me acuerdo lo que pasó con ese animal, el cocodrilo estuvo a punto de arrancarme la cabeza y si hubiera pasado así nadie se hubiera dado cuenta”, explica Carlos, de 40 años.
A Carlos lo encontramos el martes en una calle cercana al río Térraba en Palmar Norte de Osa e inmediatamente nos comentó que está cumpliendo “un año” de vida.
El 26 de setiembre del 2017, y los días previos, los baldazos azotaron la zona sur del país y en el barrio Cobasur, en Palmar Sur, el agua subió más de un metro y más de una docena de casas quedó inundada. Los vecinos la pasaron muy mal debido a la emergencia.
En medio de las congojas Carlos agarró un día su bicicleta y pedaleó hasta la Finca 1, siempre en Palmar Sur, donde pensaba cortar unos racimos de plátanos.
“Al llegar al sitio el canal medía unos cinco metros de ancho e intenté cruzar, me tiré con todo y ropa, incluso con botas", explica.
Como el terreno estaba inundado, al cocodrilo se le había hecho muy fácil movilizarse desde el río hasta ese canal, que está a 50 metros.
"Yo estaba agachado cortando los racimos cuando el animal me prensó de la jupa”, recuerda Carlos.
En ese momento comenzó una batalla a vida o muerte entre el hombre y el animal.
“Tuve que luchar para evitar que me hundiera, sabía que si me dejaba no tendría salvación", detalla. Los cocodrilos tienden a hundir a sus víctimas para ahogarlas y luego se las comen. Carlos no estaba dispuesto a que eso pasara.
"Cuando pude sacar la cabeza del agua sentí mucho dolor, el cocodrilo me la quería arrancar, me quedé quieto y traté de tocar el fondo con mis pies, pero no pude. Empecé a tratar de nadar con el animal pegado, no sé cómo pude salvarme. En un momento en el que ya no tenía fuerza, me hundí y el coco me soltó”, recordó.
El tiempo que duró el ataque fue como una eternidad.
Zúñiga aprovechó esos segundos en los que el cocodrilo lo soltó para salir del canal como alma que lleva el diablo. En ese momento se dio cuenta de que le bajaba mucha sangre de la cabeza.
El hombre aún con los ñangazos que tenía agarró la bicicleta, la arrastró por una calle de lastre y a unos tres kilómetros pidió ayuda en una casa. Allí lo auxiliaron y los socorristas lo llevaron al hospital.
“La recuperación no fue fácil porque es peligroso que esas heridas se infecten. La parte más afectada fue el lado derecho de la cara, a la fecha la siento como dormida y esa sensación no se me quita, en la cabeza tengo varias cicatrices”, comentó.
Pero además de las cicatrices, según Carlos lo peor que le dejó el ataque es el terror a los cocodrilos.
“Cuando paso por el puente (del río Térraba) y veo uno de esos bichos me entra una sensación como de enojo, violencia y odio. De hecho nunca más volví al lugar donde el bicho ese me atacó y juro que por ahí nunca más volveré”, dijo el hombre, que se gana la vida cortando zacate o limpiando lotes.
Los expertos en cocodrilos recuerdan a menudo que en todos los ríos costeros hay animales de esos. Cuando hay inundaciones se movilizan con mucha facilidad, así que es necesario aumentar las medidas de prevención.