Laura Patricia Arias lleva más de once años presa en El Buen Pastor por un delito que dice no haber cometido.
El tiempo en prisión ha sido el más duro de su vida; sin embargo, espera que algún día “toda la verdad” salga a la luz y que desaparezca el “sello” que le puso la justicia al condenarla. Desea volver a la libertad para recuperar su vida junto a sus hijos.
El 14 de octubre de 2008 el Tribunal de Juicio de Hatillo la halló culpable del homicidio calificado en contra del panameño Ricardo Martínez Cedeño. Los jueces llegaron a la conclusión de que ella lo mató a puñaladas con un cuchillo de carnicería, pero Laura sigue sosteniendo que no lo hizo.
Con ella también fueron condenados Michael Quirós Sánchez, Lenín Mayorga Guadamuz y los hermanos Kevin y Ricardo Ledezma Méndez. A cada uno le dictaron 20 años de prisión.
Su pesadilla, como Laura llama a esta etapa de su vida, se inició la noche del 26 de mayo de 2007 cuando decidió ir a la casa de su excuñada, en La Verbena de Alajuelita, donde había una fiesta.
Laura fue a recoger a su hija (que entonces tenía 8 años) y a su hermana menor (de 10 años). Recuerda que llegó a eso de las 10 de la noche. Su excuñada le insistió para que se quedara y Laura lo hizo.
En la madrugada del domingo 27 se armó una bronca en las afueras de la casa cuando, al parecer, un hombre intentó tachar el carro de Michael Quirós. (El día del juicio los jueces no lograron determinar si Ricardo Martínez Cedeño fue el responsable).
“Dos de los muchachos (Lenín y Kevin) que están en este problema conmigo gritaron ‘¡están tachando el carro de Michael!’. Todo el mundo salió a ver qué pasaba. Cuando yo llegué, Michael estaba abriendo el carro, ni se lo habían tachado, pero él se molestó tanto, no sé porqué, que se fue para atrás, agarró una llave rana y un tubo de la cajuela y los demás se unieron a él”, recuerda.
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Como una cacería humana
Afirma que algunos vecinos salieron corriendo detrás de un hombre y lo encontraron en una finca cercana a la vivienda donde era la fiesta.
“Yo quise tratar que Lenín, que es primo de mi hija, no se metiera en el problema, pero era imposible sostenerlo. Michael y Richard se habían ido adelante. Cuando este muchacho (Ricardo Martínez Cedeño) vio a la turba entrar a la finca privada se asustó e imagino que quiso devolverse hacia el lugar por donde venía, pero ya no pudo”, narra Laura.
Asegura que en ese momento ella estaba con su madre y las dos menores de edad tratando de entender qué estaba pasando en la finca y que unos minutos después vio que sus amigos se acercaban con Ricardo todo herido, sin ropa, desangrándose y con señales de haber sido arrastrado por la tierra.
“Cuando lo traen hacia afuera ya viene herido, ahí empezó mi mamá a agarrar a uno, yo a agarrar a Lenín porque él había sacado un cuchillo de la casa. Fue una riña en la que todo el mundo estuvo tratando de ayudar al muchacho para que no lo agredieran más. Quedó tirado en la calle y al único que vi herirlo fue a Kevin, lo hizo con un picahielo en los pies. Cuando Michael venía de frente hacia mí para meterle el cuchillo yo me tiré a detenerlo, le arrebaté el cuchillo y alguien, en el alboroto, me lo quitó, pero yo no lo maté”, asegura.
El panameño quedó tendido en la calle, mal herido. Cuando llegó la Policía ya había muerto y quienes lo atacaron se habían esfumado.
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Sin nada que temer
Al día siguiente, Laura llegó a la casa de sus padres, en La Verbena, para desayunar e ir después a la iglesia luterana a la que asistían. En la vivienda Laura se encontró a Lenín, quien vivía con sus papás.
“Lenín salió llorando y se metió al cuarto de mi mamá y no quería salir porque estaba herido. Yo a él sí lo herí en el forcejeo intentando quitarle un cuchillo que andaba, lo herí en una rodilla. Él decía que se quería matar, no quiso ir a la iglesia, no quiso desayunar, ¿por qué?, porque el sabía lo que había hecho”.
Ese mismo domingo en la tarde, cuando le dijeron que el OIJ los andaba buscando por el homicidio de Martínez, Laura decidió conversar con Lenín y decirle que lo mejor era presentarse los dos a la delegación de la policía y contar lo que había pasado y así lo hicieron.
“Yo no tenía miedo porque no había hecho nada, me asusté cuando me dijeron ‘es que la andan investigando por la muerte’ y yo dije ‘¿se murió?’. No sabía que se había muerto, jamás esperé que él se fuera a morir”, explica.
En la delegación de Hatillo, a la que ella y Lenín se presentaron a dar su versión de los hechos, quedaron detenidos de una vez. Recuerda que mientras estaba encerrada en la celda de la Fuerza Pública un policía llegó y le dijo que Lenín “estaba cantando y sin guitarra”.
Estaba declarando que él sostenía al panameño mientras Laura lo mataba, pero que él no quería hacerlo.
Los agentes del OIJ detuvieron al final a nueve personas como sospechosas del crimen, pero solo cinco fueron a juicio y quedaron sentenciadas.
En la lectura del por tanto, los jueces afirmaron que Arias era la cabecilla del grupo atacante y que fue ella quien terminó apuñalando de muerte al panameño.
El cuchillo con el cual lo hirieron nunca fue encontrado.
Mala investigación
Laura, hoy con 38 años, sostiene que la investigación de su caso no fue la más acertada y asegura que una de las testigos principales que presentó la Fiscalía en el juicio llegó a mentir en su contra.
Afirma que en el 2004 ella ayudó a la policía a desarticular una banda sospechosa de secuestro y que la testigo que llegó al juicio a decir que la había visto apuñalando al panameño era hijastra de uno de los integrantes de aquella banda.
“Yo sí estuve ahí (donde atacaron al panameño), yo lo visualicé, pero eso no quiere decir que yo haya participado en el crimen. Ni siquiera era mío el carro tachado. Ella (la testigo) llegó a mentir seguro por venganza por lo que yo había hecho”.
Hace tres años Laura recibió el beneficio de salir libre si contaba con un trabajo y un lugar fijo donde vivir pero, según contó, le hicieron una jugada para que la volvieran a detener.
“Duré en la calle cinco meses porque alguien se dio a la tarea de hacer una llamada para indisponerme y como yo ya estaba sentenciada en menos de veinticuatro horas me devolvieron al centro penal. Alguien llamó diciendo que me iba a cambiar de trabajo, que donde yo estaba trabajando en ese momento no daba la talla, pero nunca se me llamó la atención por eso. Yo trabajaba lunes, miércoles y viernes y el día que ellos (del Poder Judicial) fueron a hacer la visita de campo no me encontraron porque fue un jueves”, argumenta.
Por ahora su mayor deseo es que el Tribunal de Casación Penal al menos acepte su solicitud para que se le conceda la media pena y salir muy pronto en libertad.
“Siento que es una persecución contra mí y me preocupa si se está convirtiendo en una obsesión tenerme acá”, agregó.
Si logra que le concedan la reducción de la pena Laura podría volver a casa en el 2023, si no le tocará despertar de su “pesadilla” en el 2028.