“No pude pegar los ojos en toda la noche por la gran emoción por haber vendido el gordo navideño. Cuando salió me puse en una pura tembladera porque lo tuve en mis manos unas horas antes”.
Esto lo dice Álvaro Salazar, quien tiene más de treinta años de ser chancero y vendió, junto a su hermana Yuliana, el premio mayor de la navideña, el 19 con la 198.
Pero eso no es nada. Al gordo casi le pasa lo que al penúltimo acumulado que salió, que el entero ganador había sido devuelto a la Junta y entonces no hubo ganador.
“Este año las ventas nunca calentaron y por eso el domingo me levanté con los cuatro enteros del diecinueve y me dije ‘qué va, mejor no me la juego. Mejor devuelvo todo esto a la Junta porque las ventas han estado muy malas’. Hasta hice tiro de irme para la Junta, sin embargo, a último minuto cambié la decisión”, explica.
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“Me dí una última oportunidad, me levanté muy temprano y a las siete de la mañana dije 'si al mediodía la vara sigue furris, me voy derechito para la Junta y no me arriesgo a que me quede un sopón (lotería sin vender que ya no la recibe la Junta y cuyo costo le toca asumir al chancero)”, contó Álvaro, quien tenía clarito que para devolver navideña la Junta solo recibía de 2:30 p.m. a 3:30 p.m.
En la Saprihora
Como buen chancero de años, este suertudo tiene su fórmula de venta bien definida. Primero vende los números altos y deja para el final la pura postica porque los números bajos se venden más rápido.
Fue así como durmió con más de diez mil millones de colones cerca varias semanas.
“Guardé el 19 y me la jugué bonito porque podía no venderse, pero lo cuidé hasta el final. Vendí también el 18 y el 20 con la serie del mayor, por eso tuve demasiados millones en mis manos, uno no termina de creer estas cosas de la suerte. El gordo navideño se vendió todo el domingo”, dijo.
Álvaro ya vendió el gordo en tres ocasiones anteriores y jamás recibió un cinco de los ganadores. Nadie lo llamó nunca ni para darle un popi, algo que no le importa porque se alegra con vender alegrías a sus clientes.
La suerte pasó de largo
Mientras conversábamos con el chancero apareció una señora casi llorando, pero del colerón, porque toda la vida le ha comprado a Álvaro y juega el 19, pero el domingo 16 le dio vuelta y le compró a otro chancero.
“Yo no entiendo por qué no me compraste a mí, hoy serías millonaria. Sabe que hasta fiado le vendo, incluso a pagos, ¿qué fue lo que le pasó?”, le preguntó Álvaro, pero la señora se puso como agua para chocolate con ella misma y lo dejó hablando solo.
Varias personas que pegaron platica con la serie llegaron hasta donde el chancero de moda que ya estaba bien armado con los enteros del primer sorteo de consolación y la gente, por puro agüizote, le estaba comprando bastante.
Como don Luis Araya, quien se salvó que no tenía mucho pelo porque andaba de un chichón porque juega el 21 y siempre compra donde Álvaro, pero el domingo compró en otro lado.
“Estoy comprando consolación aquí porque dejé pasar la suerte, al menos la serie habría agarrado. Yo juego el 21 y no entiendo por qué le compré a otro chancero, me equivoqué, por eso ahora estoy arreglando la torta comprando donde debía. Le tengo fe a la consolación”, comentó don Luis.
Pero si alguien le pegó una patada a la diosa fortuna fue don Daniel Valerio. Pelen el ojo de cómo el destino lo llenó de suerte y él la tiró a la basura: se soñó que Álvaro le vendía el número del mayor, que Álvaro estaba vestido con camisa azul, como realmente estuvo el dimingo y que el número era el 29.
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“Cuando llegué a donde Álvaro le pedí el 29 y él me dijo que no lo tenía y me ofreció el 10 y el 19, que era lo mismo, pero le dije que no... ¿Usted sabe?, me ofreció el gordo y lo rechacé, no me lo voy a perdonar”, dijo.