Aproximadamente un millón de costarricenses cree haber sido víctima de algún hechizo o brujería, dice una encuesta de la Universidad de Costa Rica.
Esa creencia se da principalmente entre personas con 50 o más años que tienen solo el título de sexto grado o nunca terminaron la escuela. Llama la atención que ocurra esto en un país que, mayoritariamente, dice creer también en Dios.
De acuerdo con la encuesta, las personas consultadas tienen claro que es fácil contactarse con brujo o hechiceros y la cantidad de “creyentes” en esos personajes crece cuando se habla de gente universitaria de la Gran Área Metropolitana.
Solo unos 500.000 reconocieron haber ido alguna vez donde un hechicero y una gran cantidad de esas personas que fueron lo hicieron principalmente por broncas económicas, de amor, salud y trabajo.
La Escuela de Estadística de la UCR se tiró a la calle para hacer 1096 encuestas cara a cara durante todo octubre del 2018.
Y si solo medio millón dio la cara para decir que sí visitó brujas, unos 750.000 aseguraron que les gustaría que les lean el futuro y sobresalen en ese deseo jóvenes entre 18 y 29 años principalmente de zona rural.
“Estos resultados muestran que la facilidad que se siente para acceder a los servicios de adivinación es moderadamente alta, pero es bastante más elevada cuando se trata de hechicería. Pese a eso, quienes han visitado este tipo de servicios acudieron más a la adivinación que a la hechicería.
“Debe considerarse que existe conciencia de que principalmente la visita a servicios de hechicería puede estar menospreciada. Este menosprecio toma más sentido cuando se sabe que casi 20% (casi un millón de personas) de la población dice que ha sido víctima de algún tipo de hechizo o brujería. Este resultado no es despreciable, evidencia que existe la práctica y la creencia en el tema, por lo que desarrollar regulaciones en este campo se torna en un tema pendiente para el país”, explicó la Escuela de Estadística.
Recordemos que muchos brujos o adivinos se anuncian en medios masivos de comunicación y más recientemente en las redes sociales.
Patrick Santamaría es uno de los estudiantes que caminó por el país haciendo encuestas, está en tercer año de la carrera de Estadística y le sorprendió que haya tanta gente que dijo creer en Dios y también en la hechicería.
También le llamó la atención que mucha gente decía casi no conocer sobre hechicería o que jamás usó algún servicio de una bruja, pero sí creía que en algún momento de su vida le hicieron un embrujo o maleficio.
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“Fue una encuesta en la cual solo se preguntó el nombre, nada de apellidos, y pese a eso a la gente se le notaba el miedo de hablar claro porque podían ser algo así como embrujados. Los ticos le tenemos temor a la hechicería, sigue siendo un tema tabú”, aseguró el universitario.
Asunto de frustraciones
La sicóloga María Ester Flores no se sorprendió cuando le dijimos que un montón de ticos cree que en algún momento los embrujaron. Dice que a su consulta llegan pacientes convencidos de eso y le piden ayuda para salir de situaciones negativas.
“Desde mi lado profesional científico esto es un asunto de manejo de frustraciones. Todo lo que consideramos negativo que nos pasa se lo echamos a las brujerías o amarres. Mucha gente me llega para que yo le confirme que no está loca y después me aseguran que el siguiente paso es ir donde un sacerdote o un pastor para que continúe con la ayuda.
“He tenido pacientes que me llaman después para decirme que un sacerdote fue a rezar a la casa o que con la ayuda de un pastor encontraron un entierro en su propiedad. Hay situaciones como la frustración en el amor, el no aceptar que se perdió la pareja, en las cuales culpamos a la brujería. Los ticos somos muy creyenceros en esos asuntos de hechicería”, dijo.
Culpas ajenas
El sociólogo Jorge Hidalgo tampoco se sorprendió. Dice que los costarricenses somos muy dados a culpar a embrujos, amarres o fuerzas extrañas de no vivir alegres.
Por eso, dice don Jorge, rezamos mil padres nuestros y mil aves marías cuando tiembla, pero cuando estamos en un baile o en una fiesta ni nos acordamos de esa fuerza divina. Todo lo dejamos en manos del ojalá.
“No es un asunto de ticos o Costa Rica, es un asunto de la naturaleza del ser humano: nos va mal en el amor, un amarre; nos va mal en el trabajo, un hechizo; nos va mal en un proyecto, un entierro. Es parte de no saber llevar lo que no se comprende, de creer que una fuerza divina positiva lucha siempre contra una fuerza negativa", señaló.
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Pero así ha sido siempre, el tico siempre ha sido creyencero. Antes creía en la Segua, el Cadejos, la Llorona, ahora visita brujas, paga para que le lean la mano, para lecturas del Tarot.
"No se nos olvide que desde siempre el miedo nuestro llena los bolsillos de otros”, aclaró el sociólogo.