El 24 de marzo de 1980, cuando asesinaron en El Salvador a monseñor Óscar Arnulfo Romero, las hermanas carmelitas fueron las primeras en llegar a tratar de auxiliarlo.
Las religiosas lo limpiaron con lo que tenían a mano, que fueron unas telitas que se llaman corporales y que usan los curas para colocar sobre el copón, el cáliz y la patena durante la celebración de la misa.
Pues resulta que uno de aquellos pañitos está ahora en poder de una familia de Cartago y tiene un enorme valor espiritual en vista de que Romero ya fue declarado santo por el papa Franscisco. La ceremonia fue el 15 de octubre de este año.
Eugenia Chaves es la guardiana actual del corporal. Lo tiene en su casa, en Río Regado de Santiago de Paraíso de Cartago. Lo tiene en una especie de altar, dentro de un cofre, cubierto por un tapete rojo y con otras posesiones del santo más nuevo de América.
La historia de cómo el corporal llegó a manos de la creyente es muy interesante y ella siente una emoción enorme cuando piensa en la magnitud de la reliquia que tiene.
El corporal lo recibió primero don Carlos Ramírez, un señor muy amigo de las religiosas salvadoreñas que atendieron a Romero, durante una visita al El Salvador en el mismo año 1980. Las monjas sabían del amor que él tenía por su pastor y decidieron dárselo para que lo conservara.
Cuenta doña Eugenia que don Carlos guardó la reliquia durante 33 años, hasta que un día decidió abrir la caja donde estaba y para su sorpresa vio que la sangre aún estaba fresca. Allí supo que, dada su edad y la de su esposa, debía entregar el pañito a alguien digno de tenerlo.
Esa persona fue fray Guillermo Chaves, hermano de doña Eugenia.
Don Carlos se la dio en el 2013, justo el año en el que Romero había sido beatificado (paso anterior de ser santo).
“Se la dio en la capilla del colegio Nuestra Señora de Sión (en Moravia) donde (fray) era capellán y un tiempo después el grupo católico El Sembrador (con sede en Estados Unidos) le entregó a Guillermo el acta de autenticidad de la reliquia”, explica doña Eugenia.
Devoto de los grandes
Fray Guillermo era un reconocido seguidor de monseñor Romero y se había ordenado en 1980, año del asesinato del cura salvadoreño, y desde entonces cada año organizaba actividades en conmemoración de ese suceso que golpeó a Centroamérica de forma particular.
“Mi hermano había profundizado en sus enseñanzas, escuchó las homilías y fue de los pioneros del rescate del legado de monseñor. No le alcanzó la vida para verlo santo (falleció en 2016)”, dice doña Eugenia.
Al fallecer fray Guillermo fue su hermana quien se quedó con la reliquia.
“Mi hermano ingresó delicado al hospital el 20 de marzo del 2016, Domingo de Ramos. Pasó lunes, martes y miércoles muy delicado y el Jueves Santo entró en fase terminal y era 24 de marzo (fecha en que mataron a Romero). Murió a las nueve de la noche en el hospital México, en la fecha en la que tantas veces él conmemoró a Romero y dos años antes de ser declarado santo”, recuerda
Esa circunstancia de la fecha tiene un significado especial para la familia. “Nada es casual, es causal y como familia nos llena de gozo comprender que eso haya sucedido el 24 de marzo porque sé que hay algo más; sin embargo, no se puede explicar con palabras, es una emoción más allá de la mundana. Es espiritual, sale del corazón”.
Doña Eugenia también conserva un cuello blanco que usan los sacerdotes y que perteneció también al nuevo santo.
“No está completo, son trozos”, detalla.
Explicó que además tiene estampitas de monseñor y conserva los anteojos de su hermano fray Guillermo y el copón con el que se ordenó en 1980.
Doña Eugenia adelanta que ella no conservará la reliquia siempre, cuenta que probablemente sea una comunidad la que la guarde, pero aún no tiene certeza.
“Él mismo me guiará (san Romero). Sé que esto tiene un destino y doy gracias a Dios porque cada día estoy más tranquila porque sé que me revelará el lugar. Conmigo no, no porque no lo merezca, sino porque necesita estar en un lugar más clerical que una casa de habitación”.
Reliquia en primer grado
Manuel Rojas, sacramentólogo y liturgista, nos explica qué tipo de reliquia es la que tiene la brumosa.
- ¿Qué es una reliquia en primer grado?
- Aquella que contiene una parte del cuerpo de un santo, entiéndase por trozo de hueso, un poco de su sangre, una parte del cuerpo. Con la sangre, la particularidad es que tenemos que estar seguros de que se trata de sangre del santo.
- ¿Qué procedimiento se necesita para que sea auténtica?
- Para considerar una reliquia auténtica debe ser examinada y declarada por la Santa Sede (el Vaticano), no por una autoridad eclesiástica, como un obispo.
- ¿Es de un día para otro o son años?
- No es de un día para otro, pero tampoco es muy largo. Depende de qué tipo de reliquia hablamos, cuando fue la canonización de Juan Pablo II había un tubo de ensayo con sangre de él que se sabía que era de él. No necesitó mucho trámite.