Una bomba reventó en la Iglesia católica nacional el pasado 20 de agosto cuando se dieron a conocer tres denuncias en contra el Mauricio Víquez por abusos sexuales.
Esas acusaciones fueron presentadas el 15 de mayo del presente año y a esas tres se sumaron seis más, todas fueron presentadas ante el Vaticano, donde se decidirá la suerte del sacerdote.
Las primeras víctimas que se atrevieron a poner la denuncia indicaron que sufrieron los abusos cuando tenían entre 13 y 16 años en las comunidades parroquiales en que el denunciado ejerció su ministerio sacerdotal.
Tres meses después ya eran seis casos más los que se sumaban al expediente en contra del religioso, eso sí, todas ocurridas hace más de 20 años.
En una entrevistada publicada por La Nación en marzo del 2016, el sacerdote aceptó que mantuvo conversaciones de contenido sexual con personas gais y que ha cometido errores en ese sentido, aunque cuestionó lo que debe interpretarse como un “encuentro homosexual”.
Las autoridades católicas explicaron que de encontrarse culpable al religioso, el máximo castigo al que se expone es ser expulsado de la iglesia de por vida y no poder dar una misa nunca más. Eso sí, podría seguir asistiendo como cualquier otro feligrés, según dijo el canciller de la Curia Metropolitana, Rafael Ángel Sandí.
En cuanto a Víquez, este ha decidido guardar silencio y ni asomarse al ojo público, para evitar ser consultado al respecto.
Mientras que el arzobispo de San José, José Rafael Quirós, irá en febrero del 2019 al Vaticano a una reunión convocada por el papa Francisco para tratar el tema de la protección de los menores.
En los últimos 17 años, nueve sacerdotes de todo el país han sido separados de sus cargos luego de denuncias por abusos sexuales, ocho de los cuales se encuentran actualmente en investigación.