José Francisco Ulloa, obispo emérito de Cartago, fomentó el amor y la devoción por la virgen de los Ángeles durante su vida y su recompensa fue convertirse en el primer obispo de la Diócesis de Cartago, la más nueva de Costa Rica y que acoge a la basílica de los Ángeles.
Ese cariño por la Virgen no es casualidad. Su madre, doña Berta Rojas, fue fundamental en esa pasión pues siempre los encomendó a ella pese a todas las dificultades que la vida le presentó.
Por ejemplo, quedó viuda a los 27 años con tres hijos pequeños y sin un trabajo estable. Cualquier esfuerzo o recompensa lo agradecía a la Virgen y siempre llevó a sus niños a la romería y entraban a la basílica de rodillas.
“Que lindo sería ser el sacerdote aquí, ser el que está aquí siempre”, pensaba aquel pequeño llamado José Francisco en esas primeras romerías que hizo desde Cipreses de Oreamuno hasta Cartago.
“Ella siempre estuvo segura de que la Virgen nos protegería y estaba tan segura, lo hacía con tal convicción, que uno pensaba que no podía estar equivocada”.
Para que se den cuenta de la devoción de doña Berta, sus hijos se llaman José Rafael, Ana Isabel y José Francisco de los Ángeles Ulloa Rojas.
Por eso, la vida sacerdotal de José Francisco siempre estuvo muy ligada a la Virgen de los Ángeles y dice que siempre sintió su fuerza y su guía. Cuando fue nombrado cura párroco de la basílica sintió una inmensa alegría.
Claro, ya tenía 20 años de experiencia. Había estado en la Inmaculada de Heredia, en La Soledad de San José y experiencias en Roma y México y como formador en el seminario. Tras 20 años llegó por primera vez a la basílica como cura párroco, pero luego lo llamaron a tomar las riendas de la Diócesis de Limón.
“Estuve diez años y me llevé a mi mamá a vivir conmigo por dos años. Luego, se fue para Cartago y empezó a pedirle a la Virgen de que estuviera más cerca. A ella se le hacía peligroso Limón, y como toda madre, quería que yo estuviera cerca”.
Fue entonces, luego de diez años en Limón, que lo llamaron para iniciar la Diócesis de Cartago, en realidad, una de las primeras que debió existir en Costa Rica pero la fueron postergando.
“Estuve desde el 2005 hasta el 2017 cuando puse la renuncia. Mi nombramiento fue fruto de la promoción al culto de la Virgen, patrona de Costa Rica. Impulsé el santuario nacional y empezamos a inculcar el sentido de que cada comunidad visitara la casa de la madre de Costa Rica”, comentó.
Hoy está muy agradecido con la patrona y dice que es conocida mundialmente y que él ha llevado dos imágenes de la Virgen a capillas en Roma y en Nazareth.