Michael Rodríguez y Anthony Venegas aseguran haber sido abusados sexualmente por el sacerdote Mauricio Víquez cuando eran menores de edad.
Al momento del abuso, según indican, Michael tenía 13 años y Anthony 14. Ambos eran monaguillos en iglesias de Tres Ríos y de Patarrá.
Su denuncia fue la que llevó a la Curia Metropolitana a anunciar, el pasado 20 de agosto, que ordenaba la inmediata investigación eclesiástica en contra del sacerdote y la prueba obtenida sería enviada al Vaticano, donde será analizada por la Congregación de la Doctrina de la Fe, encargada de resolver esos casos.
Sin embargo, para llegar a este punto, tanto Michael como Anthony sostienen que enfrentaron una larga lista de trabas e incluso encubrimiento por parte de las autoridades eclesiásticas para ocultar lo que sucedía.
Es por esto que hoy, con 38 y 33 años respectivamente, ambos decidieron dar la cara e impulsar una fundación que ayude a otras víctimas a lograr justicia.
“Cuando salimos al ojo público a hablar sobre el tema del abuso nos dimos cuenta de la necesidad de que exista una fundación que guíe a las víctimas. Por medio de nuestras redes sociales nos han escrito al menos veinte personas a cada uno para contarnos casos de abuso tanto dentro como fuera de la Iglesia. Otros nos han escrito porque quieren colaborar. Queremos ofrecer ayuda psicológica y legal, guía para interponer una denuncia canónica, penal y civil”, explicó Venegas.
¿Qué hay hoy?
La ley actual, en la parte penal, pone un tope de 10 años a partir de que la víctima cumple la mayoría de edad para interponer la respectiva denuncia de abuso sexual. Por esta razón los dos denunciantes también promoverán un proyecto de ley que amplíe la prescripción de 10 a 25 años. Para ello cuentan con colaboración de víctimas de la Iglesia católica en Chile, donde en la actualidad hay 119 causas abiertas por abusos cometidos por religiosos.
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“Realmente toma años poder contar esto y sanar las heridas, alguna gente cree que es fácil y critica por qué no hablamos en el momento en que sucedió, pero la Psicología asegura que es en la etapa adulta, con la madurez, cuando uno puede afrontarlo realmente”, indicó Rodríguez.
“Es un derecho al tiempo que pedimos las víctimas, para estar preparados y para que estos agresores paguen por delitos y no queden impunes. En nuestro caso quedarán impunes ante la ley, lo único es lo que la Iglesia les imponga, pero si nos quedamos callados, también seremos cómplices, y si con salir a la luz pública logramos que un solo niño se salve de ser abusado, logramos nuestro objetivo”, agregó Rodríguez.
Relato de terror
Ambos denunciantes califican a Víquez como una persona muy astuta, que sabía cómo llenar vacíos emocionales y que manipulaba a los menores con regalos y otros bienes, hasta crear dependencia.
“Tenía mucha facilidad para envolver a los niños en torno a él, cubría carencias familiares, en algunos casos ocupaba el papel de padre y protector. Los abusos en mi caso empezaron en los vehículos de las parroquias, nos tocaba y hacía que lo tocáramos, luego pasábamos a cosas más fuertes en las habitaciones de la casa cural. En mi caso fue individual, pero también se daba en modo grupal con otros monaguillos, él ponía pornografía y ponía a todos a realizar masturbaciones grupales e individuales. En mi caso ese abuso se mantuvo por tres o cuatro años, en las parroquias Nuestra Señora del Pilar, de Tres Ríos, y San Juan Bautista de Patarrá, Desamparados”, aseguró Michael.
Anthony, cuya mamá cocinaba en la casa cural de Patarrá, prefirió ahondar en lo que sucedió después. “Luego de los abusos sufrí dos años de depresión e intentos de suicidio, tuve que llevar terapia. Esto te destruye la fe y la espiritualidad. Las atrocidades sexuales que vivimos no las merece nadie, esto debe acabar ya. Queremos que quede claro el mensaje en otras víctimas, que denuncien, que sanen esas heridas y no carguen con ello en la oscuridad durante toda su vida”.
Lo taparon
Ambos denunciantes sostienen que altos representantes de la Iglesia católica quisieron encubrir lo que sucedía con Víquez, pero desde la Curia se sacuden las acusaciones.
Rafael Sandí, canciller de la Curia, sostiene que en el caso del sacerdote Víquez, la Iglesia ha actuado de acuerdo a lo que conoció y se le solicitó en cada momento. Aseguró a La Teja que el actual arzobispo, José Rafael Quirós, no recibió información detallada de hechos de abusos sexual.
Anthony sostiene que él fue en el año 2003, cuando era menor de edad, a denunciar lo que sucedía a la Curia Metropolitana gracias a que una vecina tomó valentía cuando su hijo también le contó que sufría abusos por parte de Víquez.
Los tres fueron atendidos por monseñor José Rafael Quirós, hoy arzobispo de San José y que entonces era el vicario judicial.
Anthony asegura que en aquella oportunidad él contó con detalles los abusos sexuales del sacerdote denunciado y que la respuesta que obtuvo por parte de hoy arzobispo fue una disculpa en nombre de la Iglesia. También les dio a entender que Víquez tenía problemas psicológicos y que le darían terapia y que a él, como víctima, le darían terapia espiritual.
No obstante, ya en ese momento se podía aplicar el protocolo instaurado en el 2001 sobre las normas procesales y penales en este tipo casos. En su lugar, la acción que se tomó con el padre Víquez fue alejarlo de funciones en parroquias.
“Es una irresponsabilidad, lo que hicieron fue proteger a mi abusador y a mí dejarme a un lado”, dice Anthony.
Michael sostiene que cuando conoció a Anthony y ambos estuvieron frente a Quirós, le reclamaron por qué no había actuado contra Víquez desde el 2003 cuando se planteó la primera denuncia, y sostienen que la respuesta fue “que se le había pasado” y que “no tenía experiencia para actuar en estos casos”.
Es por esta razón que tanto Anthony como Michael formularon una denuncia por encubrimiento en contra de Quirós, la cual fue presentada ante el Nuncio Apostólico, el representante del papa en el país.
Michael es especialista en equipo de diagnóstico médico, vive en unión libre y tiene un hijo. Anthony es técnico dental y es soltero. Ambos coinciden en que esta etapa, en la que decidieron dar la cara ante la sociedad para exponer este problema, tiene un objetivo.
“Para mí es parte de un proceso, pasé muchos años en la oscuridad espiritual y mental, después de haber denunciado me tocaba ver a mi abusador en la televisión hablando de valores, de la familia, del amor de Dios, o criticando la homosexualidad. Hace unos años inicié el proceso de sanación para encontrar paz en mi vida, la decisión de exponerme a la luz pública es como la terminación de ese proceso, buscar justicia es mi motivación. Quiero que la Iglesia católica se haga responsable de lo que ocurre dentro de sus paredes y que se proteja a los niños y a los adolescentes para que esto no ocurra más”, concluyó Anthony.