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A ponerse con Dios: Monjitas saben ser muy buenas mamitas

Religiosas atienen del Centro de Atención Integral en Santa Rosa de Pocosol

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Un grupo de religiosas se pone las pilas para sacar adelante con mucho amor y entusiasmo el trabajo de atender el Centro de Atención Integral Santa Rosa de Lima, en Santa Rosa de Pocosol.

“Nuestro ideal como educadoras es ver y formar a Cristo en cada alumno”, expresó la hermana Gabriela Amador Sanabria, quien es la directora del centro y misionera del Santísimo Sacramento.

Las monjas también quieren que los niños les enseñen la fe a sus padres. Cortesía.

En el centro, ubicado en la Diócesis de Ciudad Quesada, llegan niños con apenas unos meses de vida y algunos de ellos se mantienen al cuidado de las religiosas hasta los cinco años, mientras los papitos aprovechan para ir a bretear.

“Acá los formamos intelectualmente, pero también los formamos en valores y en la fe”, aseguró Amador, quien nació en Rancho Redondo y que llegó a servir hace varios años a Santa Rosa de Pocosol, gracias a su vocación.

El IMAS les da una beca para cierta cantidad de niños y en el centro tienen a 77 pequeños, donde los cuidan, los educan y los alimentan, desde las 7 a. m. hasta las 5 p. m. Muchos de estos niños llegan desde las 6:30 a. m. porque sus mamitas trabajan.

Es una población de niños, donde la mayoría provienen de familias de muy bajos recursos, por lo que sus papás tienen que trabajar y la mayoría sale desde la madrugada para el brete y llega hasta entrada la tarde.

Vocación de madres

Si el Centro no existiera, muchos papitos no tendrían con quién dejar a los niños y es ahí donde nace el don maternal de las religiosas.

Las Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento atienden a 77 niños en Santa Rosa de Pocosol. Cortesía.

“Antes de ingresar, ya sentía la inquietud vocacional y decía que mi sueño era tener hijos, pero Dios me mostró que mi vocación era tener hijos con él y así lo puse en mi carta de ingreso, pues Él me llamó a ser su esposa y a tener muchos hijos al cuidado, todos los hijos que él quiera que cuide”, dijo la monjita.

Además, aseguró que esta es la mayor alegría que tiene en su vida: el darse a los niños.

“No me siento menos mujer, quería casarme, pero fui descubriendo que Dios me quería para Él, acá me he sentido una madre. Sé lo que es tener a un bebé alzado, enfermo o con vómitos… solo por poner unos ejemplos.

“Se los he dicho a las hermanas y a la gente, que en este trabajo no recibo recompensa en el cielo, la recibo acá. Tener niños de solo meses y ver cuando salen a los cinco años, el enseñarles a caminar, a comer, el ver sus primeros pasos, son satisfacciones muy grandes, realmente me siento una madre”.

Otro punto que la hermana Gabriela destaca es cuando los niños se forman en la fe y son ellos quienes les piden a sus padres que recen y les van enseñando la fe que aprenden en el centro.

La hermana Gabriela asegura que se siente madre cuando ve a los niños dar sus primeros pasos. Cortesía.

“Acá vemos la mano de Dios, la misión la empezamos cuando no había nada, en un terreno vacío, pero Dios nos ha dado una casa y el kínder, Él nos ha mostrado su bondad.

Eduardo Vega

Eduardo Vega

Periodista desde 1994. Bachiller en Análisis de Sistemas de la Universidad Federada y egresado del posgrado en Comunicación de la UCR. Periodista del Año de La Teja en el 2017. Cubrió la Copa del Mundo Sub-20 de la FIFA en el 2001 en Argentina; la Copa del Mundo Mayor de la FIFA del 2010 en Sudáfrica; Copa de Oro en el 2007.

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