Don Francisco Rodríguez y doña Clarisa Rojas estaban echándose una siestica el 8 de enero del 2009 en el puro centro de Cinchona cuando ocurrió el terremoto que dejó 25 muertos, cuatro desaparecidos y destrucción por todo lado.
El socollón, de 6,2 grados, les botó la casa pero, aunque parezca increíble, ellos no se dieron cuenta en el momento a pesar de que el sismo se sintió con muchísima fuerza incluso en San José
La pareja salió ilesa, como si nada hubiera pasado.
Aquel día también estaba en la casa el papá de doña Clarisa, un señor de 85 años, y tampoco él sufrió nada.
“Esos eventos no todos los vivimos de la misma forma. Cada situación es diferente. A mi familia, yo digo que fue una bendición. No nos explicamos cómo se nos cae la casa encima y no nos despertamos. Es un misterio”, dijo don Francisco.
¿Qué estaba haciendo esa pareja que no se dio cuenta de semejante golpe de la naturaleza?
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“Mi señora estaba viendo tele y se recostó. Yo estaba descansando para irme a trabajar y me recosté en la cama. Yo tengo el sueño liviano, pero ese día no me desperté”, recuerda don Francisco.
Añade que un brazo del sofá salvó a su mujer porque detuvo una pared que se cayó y en el cuarto donde él estaba las paredes cayeron hacia afuera. Fue una salvada. Él quedó a la intemperie, pero bien dormido.
“Escuché que me llamaron ‘¡Fran, Fran!’ y abrí los ojos y vi el sol. Me encandilé. ‘¿Qué es esto?’, decía. Usted que se va a imaginar que está pasando”, dice.
Cuando vio hacia las montañas observó cómo caía una ladera. “Parecía agua”, recordó don Francisco, quien hoy vive en Nueva Cinchona junto a doña Clarisa.
Familia a salvo
Tampoco le pasó nada al suegro, quien andaba en silla de ruedas. “Más bien, a raíz de eso se compuso. Se podía parar y andaba por todo lado. Ya falleció", cuenta don Francisco.
Dice que la casa donde estaba su hija también colapsó debido al terremoto, pero por dicha ni ella ni el esposo estaban en ese momento. “La llamábamos, pero luego nos dijeron que se había ido para donde la abuelita. Es lo que digo yo, cada quien lo vive de una forma diferente. Si ellos hubieran estado a lo mejor mueren. Claro, a mi hija siempre le cayó una viga encima”.
Sobre la casa que se le derrumbó don Francisco levantó otra, pero de madera, y le da mantenimiento. A veces se va con la familia para esa vivienda. “Quiero que quede un recuerdo. A los nietos les encanta ir, tienen espacio, juegan para aquí y para allá y no hay peligro de nada. A mí me gusta irme dos veces por semana a dormir”, explica.
La casita está tan bonita (bien pintada y con el jardín hecho), que una pareja se la pidió un día prestada. “Ellos querían ver cómo era pasar una noche allí. Se dicen tantas cosas, que asustan, que esto, que lo otro. Han ido como tres veces, una vez con un grupo como de doce con tiendas de campaña”, añadió.
“Aunque aquí es muy lindo (Nueva Cinchona) yo me iría otra vez (para el viejo pueblo), pero la Comisión no deja. Vieras que lindo se pasa, es muy tranquilo, no se oye nada y como ya la montaña se recuperó, empiezan a salir otra vez animales”.