Dinar tuvo la suerte de sobrevivir al terremoto y al tsunami que golpeó a la isla Célebes de Indonesia y que destruyó su casa. El problema es que en medio de los escombros estaba a punto de dar a luz, su embarazo ya había llegado a los nueve meses.
La ciudad de Palu, en la costa oeste de la isla, estaba en ruinas y sus hospitales dañados y desbordados. Los médicos curaban a los heridos en las calles llenas de escombros.
“Estaba tan angustiada tras el terremoto”, contó esta mujer de 38 años. “Pensaba en tantas cosas”, aseguró.
Entonces se produjo un milagro con la llegada al puerto de Palu del barco-hospital indonesio “KRI Soeharso”.
Dinar fue llevada de urgencia a bordo de la embarcación y pudo dar a luz de manera segura a su quinto hijo el viernes, una niña a la que llamó Suharsi (versión femenina del nombre del barco), exactamente una semana después del desastre que causó al menos 1.649 muertos.
“Estoy tan feliz y he tenido tanta suerte de que el barco viniera aquí”, aseguró la mamita.
El buque se encontraba en Bali, pero cambió su destino tras el terremoto de 7,5 grados ocurrido el 28 de septiembre en Indonesia, donde seguidamente un tsunami golpeó Palu.
Un médico respondió a la llamada urgente en busca de un obstetra y acudió a bordo del barco-hospital para ayudar a traer al mundo a la hija de Dinar y a otros tres bebés ese día.
“Es la primera vez que ayudo en el nacimiento de un bebé a bordo de un barco”, aseguró el doctor Sasono, que como muchos indonesios solo tiene un apellido.
Para Huzria, de 33 años, quien también dio a luz en el barco a un bebé en buen estado de salud, se trataba del segundo milagro consecutivo en solo dos días.
Esta mujer se encontraba en la playa cuando ocurrió el terremoto y miró, horrorizada, al océano que se movía y retrocedía antes de formar una enorme ola que se precipitaba sobre la costa.
Muchos no tuvieron tiempo de refugiarse y murieron en la arena. Pero, con la ayuda de su marido, Huzria renqueó hasta la cima de una colina, desde donde ambos asistieron a la destrucción de lo que les rodeaba.
“Ahora, puedo respirar. Soy tan feliz”, confesó.