La princesa Eugenia, nieta de Isabel II de Inglaterra, se casó este viernes con el plebeyo Jack Brooksbank en Windsor, en una ceremonia criticada por su elevado costo y que pese a la gran cantidad de invitados famosos no logró la magia de las anteriores bodas reales.
Eugenia de York, de 28 años, es la hija menor del príncipe Andrés y Sarah Ferguson y novena en la línea sucesoria del trono, considera por lo tanto un miembro menor de la familia real británica.
Su unión con Brooksbank, de 32 años, representante británico de Tequila Casamigos -la firma de George Clooney-, se celebró en la capilla de San Jorge del Castillo de Windsor, el mismo lugar donde el príncipe Enrique y la exactriz estadounidense Meghan Markle se dieron el sí en mayo.
La boda del primo de Eugenia fue seguida por televisión por millones de personas en el mundo y desde entonces la prensa británica no cesa de publicar fotos y noticias de Meghan, que se ha ganado el corazón de nobles y plebeyos.
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Otra lujosa ceremonia deslumbró a los británicos en el 2011, la del príncipe Guillermo, hermano de Enrique y segundo en la línea de sucesión, con la elegante Kate Middleton.
Pero la ceremonia del viernes atrajo mucha menos atención, tal vez por una mezcla de saturación y de escepticismo sobre el papel de la princesa en la vida pública británica.
La novia fue brevemente aclamada cuando llegó a la capilla.
Lucía un elegante vestido de manga larga del británico Peter Pilotto, sin encaje y muy entallado en la cintura, con escote delante y detrás que dejaba al descubierto la cicatriz de una operación de escoliosis a la que fue sometida cuando tenía 12 años.
Sin velo en un día de muy fuerte viento, la princesa llegó tocada con una especie de diadema con una gran esmeralda que le prestó la reina Isabel II.
Entre los cerca de 800 invitados estaban la actriz estadounidense Demi Moore, el cantante británico Robbie Williams y las supermodelos Kate Moss, Naomi Campbell y Cara Delevingne.
Muchos esperaban también la asistencia de George Clooney y su esposa, la abogada y activista británica de origen libanés Amal Alamuddin, pero la pareja no apareció.
La familia real británica asistió casi por completo, con la ausencia de la duquesa de Cornualles, Camila, esposa del príncipe heredero Carlos, que alegó un compromiso previo.
La prensa británica ha pasado semanas quejándose de que los contribuyentes tengan que pagar la factura de seguridad de 2 millones de libras (2,6 millones de dólares).
Subrayaron que el gasto podría haberse evitado si Eugenia no hubiera insistido en realizar un paseo en carroza por Windsor como lo hicieron Enrique y Meghan.
En las calles de Windsor no faltaron los incondicionales de la familia real, que agitaban pequeñas banderas británicas, pero fueron mucho menos numerosos que las más de 100.000 personas que abarrotaron el lugar en mayo.
La radiotelevisión británica BBC, que se toma las bodas reales muy en serio, decidió no difundir esta ceremonia, según la prensa por temor a un bajo índice de audiencia, lo que disgustó al Palacio de Buckingham.
Y al final fue retransmitida por la pequeña cadena comercial ITV, cuyos comentaristas pasaron gran parte de la mañana hablando de los ventoleros que obligaban a los invitados a sujetar sus trajes y sombreros.
"Desafortunadamente, este no es un buen día para casarse", llegó a decir uno de ellos.
La pareja hizo todo lo posible para ganarse a la opinión pública con entrevistas grabadas en las que se deshicieron en elogios mutuos.
La novia es una "luz resplandeciente", afirmó Brooksbank. El novio es "humilde y generoso", aseguró la princesa.
Brooksbank se mueve en los altos círculos sociales de Londres, pero es desconocido del público más allá de las noticias de la prensa rosa. Dirigió un elegante bar de cócteles en Londres muy apreciado por la aristocracia inglesa, llamado Mahiki, y desde entonces lanzó su propio negocio mayorista de vinos.