Por haberse declarado abiertamente gay, Kapera Patrick ha vivido todo tipo de ataques y discriminaciones, típicas de la sociedad. Su vida cambió cuando se mudó a Hanuabada, un “santuario gay" en Port Moresby, en Nueva Guinea.
Es un “barrio” a años luz del centro de la capital de ese país que fue rehabilitado recientemente para acoger, por primera vez, la cumbre del Foro de Cooperación Asia-Pacífico (APEC).
Hanuabada es un conjunto de miles de cabañas construidas sobre pilotes y unidas entre sí por tablas y listones de madera, unas “calles” por las que corren niños, a veces desnudos. Algunas de las casas tienen jaulas con cerdos, moneda de cambio local.
El barrio fue construido por encima del mar, pues sus habitantes creen que el agua los protege de la brujería de los pueblos de la montaña.
En cualquier caso, entre los homosexuales se fue corriendo la voz de que allí se podía vivir en seguridad, algo que no siempre ocurre en ese país, donde la homosexualidad sigue siendo ilegal.
En la actualidad, en este lugar de 50.000 habitantes, se ha formado un oasis de tolerancia hacia la comunidad homosexual papú, que poco a poco empieza a afirmarse.
“Antes vivía en un lugar que se llama Joyce Bay, donde era víctima de violencia. Me tiraban botellas, piedras. Luego oí hablar de este lugar y una familia me hizo venir y me aceptó", cuenta Kapera Patrick, de 24 años, que trabaja en un bar.
Pueblo solidario
En esa área se celebran fiestas de travestis y no son pocos los homosexuales que tienen aquí su primera experiencia sexual.
Marelyn Baita, de 29 años, la hermana adoptiva de Kapera Patrick, cuenta cómo creció esta comunidad.
“Vivían fuera, tenían miedo de mostrarse, así que vinieron aquí pues algunos de sus amigos los invitaron. El pueblo los conoce y los protege. Aquí se acepta a la comunidad gay como es. No podemos cambiarlos. Es su personalidad. Es su vida. Hay que aceptarlos como son", señala.
Parker Hou, al que dieron una paliza y prendieron fuego a causa de su sexualidad, explica que esa desigualdad priva a los homosexuales de accesar a los servicios médicos.
“A causa de la ley, la mayoría de nuestros amigos se esconde. Si están infectados (de Sida), tienen demasiado miedo de ir a una clínica”, cuenta el hombre, de 44 años.
También el bajo nivel de educación de la población contribuye a la transmisión de prejuicios homofóbicos entre la población papú, casi la mitad de la cual es analfabeta, según David Lawrence, activista por los derechos de la comunidad gay.
Él también fue víctima de agresiones por culpa de su sexualidad y fue expulsado de su escuela. Ya como activista, en 2015 se reunió con la reina Isabel II de Inglaterra, que sigue siendo la jefa del Estado papú.
Afirma haber conocido a gais violados por su sexualidad o incluso asesinados, al parecer por miembros de su familia o de su entorno, que sentían vergüenza.
Con todo, las redes sociales le cambiaron la vida a muchos de ellos en los últimos años, explica Lesley Bola.
Los gais utilizan Facebook, a menudo con nombres falsos, para contactarse entre ellos y expresarse libremente sin miedo a represalias, explica Bola, quien asegura que ha asistido a un verdadero cambio de actitud en la última década.
Su trabajo consiste en intentar que la mentalidad evolucione dentro del ámbito médico. Pero todavía queda camino por delante.
La existencia de lugares como Hanuabada muestra, no obstante, que las percepciones pueden evolucionar cuando hay una mayor exposición a los gais, lesbianas y transgénero.
"Cuando mi padre vino aquí por primera vez y vio a homosexuales, no podía creerlo. Estaba enfadado”, cuenta Marelyn Baita.
“Son hombres, pero a veces se visten de mujer”, dice sonriendo. “Estuvo enfadado durante años pero ahora ha empezado a aceptarlos”.