Hace unos días la empresa española de alimentos Campofrío lanzó un anuncio en televisión y redes sociales en el que se tocaba el tema de lo caro que puede salir hacer un chiste en la actualidad.
Por pura coincidencia, tan solo dos semanas después, el humorista Francisco Blanco fue despedido de Teletica por hacer un comentario sobre la violencia doméstica durante la transmisión del tope nacional, el pasado 26 de diciembre.
Luego de lo que dijo Blanco muchísima gente reaccionó en su contra, incluso la presidenta del Inamu, Patricia Mora, se pronunció para decir que la violencia no es ninguna broma, algo que sin duda generó presión en Teletica para que tomaran la decisión de echarlo.
“Le dice un juez a una señora: ‘lamentablemente su marido la acusa de maltrato’ y ella le responde ‘¿logró hablar? Porque le desarmé el marco de los dientes’", fue lo que tiró Blanco.
El comediante tico aseguró en entrevista con La Teja que por un chiste le estaban quitando el alimento a su familia porque lo que se ganaría en los festejos de fin de año con el 7 le serviría para pagar los gastos en la casa, en una época en que el trabajito no abunda en ningún lado.
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El caso de Blanco es tan solo un ejemplo de lo que puede pasar si algún personaje público no mide lo que dice en televisión o algún medio masivo, ya que es bien sabido que en redes sociales hay más de uno que está listo para hacer la pelada viral, ganarse algunos likes y compartidas y causarle un daño, a veces irreparable, a quien metió las patas.
Todo esto ha hecho que algunos de los humoristas más conocidos del país pelen los ojos y replanteen su manera de trabajar para no caer en la guillotina de las redes sociales.
“El humor ya no es el mismo que cuando inicié hace 30 años. Los públicos han cambiado, ahora son más exigentes. El vocabulario y la censura hoy es diferente. El humorista se ha ido profesionalizando, cotizándose mejor y eso hace mayor exigencia para buscar cosas que no vayan a ofender ni denigrar a quien al final de cuentas consume nuestro producto: el humor”, señaló Norval Calvo, director de Pelando el ojo.
Para Norval, es clave que el humorista sepa a qué tipo de público se dirige porque sino en dos toques lo pueden “crucificar”.
"Las redes sociales solo son un parámetro de esa disconformidad o válvula de escape (de la gente), hay otras que no se manifiestan y que también les choca el humor corriente, soez y vulgar. El humor no elaborado es el más fácil de hacer.
"Para mí es importante aclarar que existe ese mercado, al cual respeto, que consume también ese tipo de producto y les funciona, pero pienso que es mínimo.
“Es cierto que ahorita todo mundo se ofende por cualquier cosa porque les da la gana, es una cuestión de interpretación. Hay gente que está lista a que uno se equivoque, se enrede o haga un chiste malo u ofensivo, esperan que el arte falle y el arte es perfecto, no falla, no todo mundo puede hacer arte, pero todo mundo se toma la atribución de opinar como si supieran mucho, sin saber lo difícil que es hacerlo”, explicó Norval.
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Igual piensa Alex Costa, quien asegura que los que hacen humor no pueden dejar que los callen.
“La gente se ofende aunque el chiste no sea en contra de ellos, pero el humor es la única arma natural para combatir el dolor, la tristeza y el aburrimiento.
"No podemos dejar que nos callen; eso sí, tenemos que saber lo que hacemos, siempre va a haber quién se ría, lo que hay que saber es dónde contarlos porque al final la intención no es ofender a nadie, el reto más grande es que el chiste sea tan bueno que haga reír a la persona a la que se refiere”, dijo.
En La Teja nos dimos a la labor de preguntarle a Calvo, Costa y a Roque Ramírez, cuáles son las medidas que deben de tomar los humoristas en la era de las redes sociales.
Los mandamientos del humor
Saber dónde hacerlos: No es en todo lado donde se puede contar un chiste. Los comediantes deben conocer bien a su público antes de salir con alguna broma.
Estudiar una y otra vez: Las rutinas deben de ser leídas y releídas antes de presentarlas y ponerse en los zapatos de la persona o el grupo de gente a las que se refieren.
Sacar la lupa: Hay que revisar aún más los chistes que traten de temas sensibles como religión, xenofobia, discapacidad física, orientación sexual, sexo, adultos mayores. Es decir, todo hay que ponerlo bajo la lupa.
No improvisar: Si es un programa en vivo es mejor llevar los chistes listos y no sacarlos en el momento porque la mente los puede traicionar.
Mantener una línea: Roque Ramírez, quien interpreta a doña Merry y a Misael, afirma que en su caso le ha resultado mantener una línea de show familiar en todo momento, ya que si llegara a mezclarlo con uno un poco más para adultos llegaría a confundirse y podría meter las patas.
A todos les puede pasar: El hecho de contar un chiste que no cae bien en el momento no es solo de unos pocos, hay que saber que a todo humorista le ha pasado, el reto está en reivindicarse lo más pronto posible.
Aprender de los errores: No hay que ser jupones y aceptar si en algún momento se equivocan y seguir echando pa’lante con el aprendizaje que dan los fallos.