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Promesa de Alajuelense perdió una pierna, pero pudo volver a jugar fútbol

Una corrida en Zapote en el 2009 cambió el panorama para expromesa de la Liga Deportiva Alajuelense quien pasó por 19 operaciones.

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Joshua Santana vive con su mamá, Maribel, en San Lorenzo de Desamparados. Foto: Albert Marín. (Albert Marín.)

Retar y pasarse de confianzudo con el Pana, un toro de 450 kilos, le salió muy caro a Joshua Santana, un muchacho que tenía todo para convertirse en una figura del fútbol nacional. La bravuconada le costó su pierna izquierda y le truncó sus planes, pero solo por algunos años porque logró jugar con la Liga y una selección nacional.

La noche del 2 de enero del 2009, la penúltima de los Festejos Populares de San José de aquel año, está tatuada en la memoria de este vecino de San Lorenzo de Desamparados.

Esa vez, cuando la puerta del toril se abrió, el joven cometió la imprudencia de hincarse frente a la bestia a escasos dos metros de ella, confiado porque era el cuarto día que se metía a la plaza de toros con unos amigos.

Cuando el Pana arrancó y Joshua hizo a levantarse, se le quedó la pierna izquierda pegada en la arena, primero parecía que el animal no iría por él, pero dio una vuelta y con los cachos curveados hacia adentro lo enganchó por la pierna izquierda, la cual enrolló y le hizo una palanca, en lugar de ser un levantín “normal” y caer de una vez, se quedó pegado en la cornamenta mientras el bicho se sacudía para quitárselo.

Segundos después, que parecieron horas para Joshua, cayó a la arena y cuando quiso levantarse para irse corriendo se dio cuenta que tenía la pierna quebrada, había sufrido una gravísima lesión de tibia y peroné que fue el arranque de una pesadilla que consistió en 19 operaciones y una amputación siete años después, luego de muchos intentos por salvar la pierna.

Joshua (de verde fosforescente) cree ahora que las corridas de toros es un entretenimiento morboso en el que la gente va a ver a otros lastimarse. Foto: Cortesía.

“A mis 19 años uno comete errores porque muchas veces nos creemos superhéroes y no vemos las consecuencias de nuestros actos, yo accedí por medio de unas amistades a meterme al redondel, ni sabía para qué pero fui, nadie me obligó, fui porque quise y cuando entré quería andar de lejos, pero cada vez decía, me voy a acercar un poco más y un poco más, fui agarrando valor, cuando lo desafiaba y me devolvía me iba creyendo un superhéroe, no valoré en ese momento las cosas que tenía”, destacó Santana.

Parte de creerse invencible era el hacer oídos sordos a los consejos que le brindaban los demás, como el que le dio la mamá de un amigo, quien le dijo que no se jugara su físico en un redondel.

“No se me olvida que la mamá de un amigo, doña Luisa, me dijo el 31 de diciembre ‘papito, por favor no se meta al redondel porque me soñé que lo agarró el toro’, así me lo predijo, yo me le quedé viendo y le dije, ‘ayy doña Luisa tranquila, no va pasarme eso’, Dios puso ese ángel en mi vida para que lo escuchara y desgraciadamente no lo hice”", cuenta Santana.

Familia futbolera

Joshua viene de una familia donde el fútbol tiene un lugar importante, es sobrino del exjugador y técnico del Saprissa Carlos Santana y algunos de sus primos jugaron en la Primera División. Primero estuvo en el Monstruo, pero al tiempo salió y probó suerte en Alajuelense, donde se acomodó mucho mejor y rapidito se metió a un cuadro de promesas que deparó muchas caras conocidas al fútbol nacional.

La generación de Santana (tercero abajo de izquierda a derecha) dio muchos jugadores a la primera de Alajuelense en los años siguientes. Foto: Cortesía.

El joven jugó como delantero en fútbol convencional donde hizo yunta con jugadores como Yendrick Ruiz, Jean Carlo Solórzano y Guillermo Guardia, hijo del exgoleador morado del mismo nombre. Allí compartió camerino con Giancarlo González, Kenner Gutiérrez, Jameson Scott, Luis Miguel Valle, Diego Estrada y Cristhoper Meneses entre otros desde el 2003.

“Para cuando me agarró el toro yo estaba jugando en Brujas porque la Liga me había prestado, tuve muchas oportunidades, pero no me esforcé lo suficiente ni tuve la disciplina necesaria en ese momento, el talento tal vez si lo tenía.

"Enrique “Quique” Vásquez me pusó el cometa Halley porque solo aparecía cada 30 años, es decir cada 30 para cobrar, la idea del préstamo era ver qué pasaría conmigo, si cambiaba y podría volver”, explicó el joven.

Cuando Joshua sufrió el accidente nunca pensó que las cosas llegarían al punto de una amputación, pensó que tardaría unos ocho meses, lo que ese tipo de quebradura tarda en sanar la mayoría de veces, pero todos los casos son diferentes y el suyo tuvo todas las complicaciones habidas y por haber.

“Fue el proceso más largo y duro de mi vida, jamás pensé que esto podía llegar a tanto, toda la vida he sido deportista, creí que no sería nada, me pusieron un pin de la rodilla y tobillo y no pegó, fueron tres meses en los que lloraba día y noche, yo pensé que era que no aguantaba nada más. Pasé cirugía tras cirugía teniendo la esperanza de recuperarme, jamás me vi con una pierna menos y la primera vez que un doctor me dijo que existían fantasmas de una amputación quedé en shock y dije que no, que a mí nadie me iba a cortar una pierna, es mía, no suya le respondí al doctor”, relató.

Parte de la pierna de Santana debió ser remplazada con cemento por hueso que se perdió hasta que no hubo más remedio que amputar. Foto: Cortesía.

La amputación

Después de muchos intentos fallidos y tratamientos llegó un punto en el que Joshua ya no sentía la pierna, fueron momentos en los que los amigos que lo carbonearon ya no estaban y los equipos, al no haber contratos firmados, tampoco, estaba luchando por su cuenta.

Curiosamente, un 2 de enero, pero ahora del 2016, fue el momento que marcó la vía para la amputación, cuando en el hospital le indicaron que ya no había más opción porque ya la pierna estaba prácticamente muerta.

Una pequeña esperanza se abrió cuando el jefe belga de su mamá le propuso la opción de ir a operarse a Bélgica y él correría con los gastos, pero al revisar los exámenes en ese país determinaron que era misión imposible.

En los siguientes dos años, Joshua cambió su vida para bien, no hay espacio para lamentaciones y gracias a la doctora Sofía Howell, del Hospital del Trauma conoció el fútbol para amputados.

La doctora logró inspirarlo para buscar a la gente del campeonato y de la selección nacional, casualmente en el equipo que había espacio para jugar era el rojinegro, quien acababa de abrir el espacio en esta categoría.

En la despedida de Pablo Gabas, Joshua cumplió aquel sueño de jugar a estadio lleno en el Morera Soto con sus excompañeros. Foto: Graciela Solís. (GRACIELA SOLIS)
El 25 de julio Joshua tuvo la oportunidad de tomarse una foto con Froylán Ledezma, el jugador que más ha admirado y por quien usa el número 21. Foto: Cortesía.

“Tuve la oportunidad de sentir estos colores con mis dos piernas y ahora lucho y me esfuerzo por levantar el título con la Liga, ahora los defiendo hasta con más ganas que antes, sigo haciendo lo que quiero solo que de una manera distinta, con una pierna.

"El fútbol de amputados es más complejo, requiere de más esfuerzo y coordinación, he logrado hacer cosas con una pierna que antes creo que no hubiera conseguido”, destacó.

El miércoles 25 de julio en la despedida de Pablo Gabas, Joshua finalmente cumplió aquel sueño de jugar en el Morera Soto a estadio lleno y con muchos de sus excompañeros, aquel día cuando recibió el pase del jugador de San Carlos Ismael “Chucky” Gómez, anotó el gol con el que tanto había fantaseado, ese momento dejó sus muletas a un lado, se hincó y dio gracias a Dios por todo lo que le ha dado.

Sergio Alvarado

Sergio Alvarado

Periodista de La Teja, especializado en deportes. Graduado de la Universidad Internacional de las Américas.

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