Con la banda roja de River Plate o la franja oro de Boca Juniors, los argentinos se las ingenian para emprender viaje a Madrid adonde, por culpa de la violencia en las afueras del Monumental, se mudó la final del siglo de la Copa Libertadores de América.
A pesar de las penurias económicas que viven la mayoría de los argentinos, atormentados por una inflación de locos que sobrepasará el 45% este año, la pasión del aficionado todo lo puede.
Hay quienes han afinado el lápiz, hurgado por ofertas o hasta apelado a la solidaridad internacional de otros aficionados para decir presente el domingo en el Santiago Bernabéu.
Compañías de viajes lanzaron paquetes pensados para los agujereados bolsillos argentinos con financiación a doce cuotas y promociones bancarias. Así un viaje relámpago de dos días con entradas al Bernabeu se ofrece en Buenos Aires por unos 2.500 dólares (¢1.5 millones).
Pero, ¿hasta dónde son capaces de llegar los aficionados por estar ahí?
Diego Rozán, de 36 años, consiguió hospedaje en Madrid la misma tarde de la suspensión de la final conversando en el Monumental durante las siete horas de espera de un partido que nunca llegó.
Allí conoció a un español, seguidor de River como él, cuyo fanatismo lo había empujado a viajar especialmente para ver la final que no fue. Ahora es él quien le tiende una mano del otro lado del Atlántico.
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Este empleado de una empresa de seguridad privada obtuvo un descuento usando las millas de su tarjeta de crédito para viajar a Madrid.
“Es casi imposible. Si no hubiera encontrado este método de canjear millas y que otros hinchas de River se solidaricen para hospedarme...”, dice con una sonrisa, feliz de imaginar lo que vivirá.
"Pedir permiso en el trabajo y adelantar vacaciones fue un problema importante para mí", admite sin olvidar que en Argentina el desempleo alcanza al 9,3% de la población económicamente activa.
Rozán compró su entrada de urgencia por Internet, y la pagó el doble de lo que le costó el boleto para la frustrada final en el Monumental.
Pero se encoje de hombros, sonríe y explica que todo vale con tal de estar en "la final que todo hincha de River soñaba".
"Será un viaje hecho con mucho sacrificio, con muy poca plata y más que nada a la deriva, yendo con la ilusión del hincha", remarca.
De todos modos la ansiedad se mezcla con frustración por no poder ver la final en casa.
"Hoy tengo una sensación de felicidad y a su vez de tristeza porque al mirar para los costados muchos de los que suelen estar en cada partido no van a estar. Voy a alentar por ellos", afirma.
Para soñar, soñar en grande piensa Matías Rasso, un empleado de 30 años fervoroso xeneize cuya historia aprende en un taller semanal.
Convencido de que vivirá una fiesta en Madrid el domingo, ya hizo cuentas con un amigo que lo acompaña sobre la conveniencia de quedarse en Europa para seguir luego viaje al Mundial de Clubes en Dubai, con la copa en el bolsillo.
"Decidí viajar antes de que se confirme que se jugaba en Madrid, ya tenía la intención, fueron días de nervios y estrés", relata.
Matías piensa que es una locura medio grande.
El mayor dolor de cabeza, y de bolsillo, fue el pasaje de avión para el cual echó mano a sus ahorros y al auxilio de la financiación bancaria.
“Estuve dos días enteros buscando precio”, cuenta y lamenta no tener visa para hacer escala en Estados Unidos porque pasando por allí se consiguen más baratos.
"Llego a Barcelona el sábado al mediodía, tras escala en Londres y de ahí tengo que ir a Madrid", explica sobre su periplo.
La entrada es otra historia. Le indigna que, aunque como socio de Boca la compró por Internet al club, deba retirarla en una ventanilla del Real Madrid.
“Viajo sobre la hora, no llego al horario límite para retirarla. No soy el único en esa condición”, dice confiado en que el club le tenderá una mano.
Por las dudas, aunque no es creyente, hace apenas dos semanas cumplió una promesa hecha a la Virgen de Luján en 2011 cuando pudo ver a su archirrival descender, por primera vez en su historia, a los infiernos de la segunda división.