En una mejenga donde prevaleció lo táctico y lo infantil, Guadalupe fue más guerrero que Pérez Zeledón y le robó, con un chispazo, la victoria.
El juego tuvo tres detalles sobresalientes, el gol, lo táctico y la barbaridad con la que Pablo Azcurra, jugador de Pérez, se hizo expulsar de la forma más infantil que se pudiera esperar.
Con tal de no recibir daño, la mejenga se volvió muy táctica, tanto que por tramos del choque la claridad se perdió.
Una pequeña luz de claridad que tuvo al minuto 76 el cuadro guadalupano, en los pies de Andrey Mora, terminó siendo lo más destacado de la mejenga.
El miedo a no perder en la primera fecha del Apertura llevó a los técnicos José Giacone, de los Guerreros y a Heiner Segura, de Guada, a plantear esquemas anti daños, pero sin una pizca de ofensiva definida, apostando ambos al error del rival, para llevarse algo provechoso para la choza.
En los primeros 45 minutos a veces había que preguntarse si a los dos equipos les daba miedo tocar la pecosa, porque dar un paso más en busca de armar aunque fuera un lego, se sentía como prohibido.
Eso generó que los primeros 45 minutos se diluyeran sin nada de nada, como sucede con un poco de agua entre los dedos, pero curiosamente ambos cuadros camino al vestuario se notaban como si estuvieran jugando la final del mundial pasado.
La novatada
En la segunda parte el flojo accionar tuvo tan solo dos puntitos distintos. En el minuto 62, el sudamericano Pablo Azcurra llegó a ejecutar un saque lateral como muchos en el mundo, pero ante el asombro de propios y extraños, mientras Josué Rodríguez estaba tapándole el espacio, el jugador del cuadro excampeón nacional, le reventó la redonda en la cara al guadalupano.
Luego apareció el otro puntito diferente, en el minuto 76, Andrey Mora con la redonda controlada, se iluminó como nadie lo había hecho para filtrar un pase entre la defensa sureña a su compa Arturo Campos, quien no lo pensó dos veces para cruzar su remate y vencer a Carlos Méndez, con el único gol del encuentro.
Con esto el juego llegó al final, con la victoria de Guadalupe, con el único momento lúcido de una mejenga trabada y aburrida.