Tas, tas. El pincel se tiñe de color. Tas, tas. Un trazo verde se transforma delicadamente en la frondosa copa de un árbol. Tas, tas. Ante la mirada atenta de los televidentes, una cascada cae con intensidad. Tas, tas. La voz del pintor narra suavemente cómo se confabulan el blanco y el celeste para convertirse en nubes. Tas, tas. Poco a poco un paisaje costarricense con un volcán guatemalteco de fondo salta a la vista. Tas, tas.
Esa es la magia del color de Pedro Serech.
Muchos tal vez no sepan su nombre, pero a él no le importa. Cuando camina por la calle lo llaman Tas Tas y él responde con cariño.
Pedro Serech es parte de la cultura popular de Costa Rica, tanto como lo fue doña Inés Sánchez de Revuelta, la dama que le dio por primera vez la oportunidad de salir en televisión o del mismo Canal 13, donde aún su programa La magia del color se transmite.
Han pasado casi cinco décadas desde que un joven Pedro salió de su natal Guatemala con destino a Costa Rica para buscar una nueva vida. El terrible terremoto que sacudió ese país en febrero de 1976 es la causa de que la famosa frase “tas tas” sea hoy parte de la memoria colectiva de nuestro país.
Tenía apenas 22 años cuando la catástrofe provocó la muerte de 23.000 chapines, recordó Serech. “La gente comenzó a buscar para el norte, todos se iban para México o subían más. Pero como yo no hago caso dije: ‘Me voy para el sur’. Me decían que estaba loco, pero yo venía buscando el sueño tico en este hermoso país”, narró.
Viajó en bus durante varios días. Pasó unos buenos momentos en Nicaragua, pero estaba enfocado en llegar a suelo costarricense. Después de una larga travesía por tierra, Serech no solo encontró el sueño tico, sino que también el amor, una familia y una carrera.
El artista, de 68 años, nos recibió en su casa con su conocido don de gentes y sonrisa tan característica. Nos llevó a su estudio de pintura, ese lugar seguro donde pasa las horas creando los paisajes más hermosos que combinan sus memorias guatemaltecas con su vida costarricense.
Pintar es como hablar con Dios. Él mismo es quien da la inspiración”
— Pedro Serech, pintor
Entrar al lugar es como viajar por los campos del país, por los bosques más densos llenos de hermosas aves y juguetonas ardillas. Había un caballo blanco que corría brioso sin destino; todavía la pintura no estaba terminada y aún así parecía que el corcel avanzaba a toda velocidad.
Había cientos de pinceles. Paletas de colores, caballetes de madera, pinturas pequeñitas como de 50 centímetros, otras gigantes de más de dos metros de largo. Frascos y frascos de acuarelas, lienzos y muchas historias que contó con cariño.
La pintura, su primer amor
Tas Tas trae el talento desde la cuna, pero sus padres fueron muy importantes para su desarrollo artístico. En la casa de don Marcos Serech y doña Mercedes Sen había espacio para el arte y el papá dibujaba mientras el pequeño Pedro estaba a su lado aprendiendo.
“Yo veía qué lindos los trazos que hacía mi padre. Hacía conejos, venados, cabras y ovejas de mi aldea”, recordó el artista sobre su infancia en la localidad de Caquixajay, en el departamento de Chimaltenango.
El niño emulaba lo que su padre hacía con el lápiz y el papel: a partir de ahí nació el pintor. “Una vez mi padre me dijo: ‘Vivirás del pincel. Yo veo tu talento. Vivirás de la pluma y el pincel’. Pero me quedé con el pincel”.
De aquellos círculos y líneas que empezó a dibujar en la infancia, pasó pronto a hacerle dibujos a sus compañeros de la escuela. Las clases de matemáticas no eran interesantes para él y en las aulas pasaba pensando en paisajes, en colores y en pinceles. “Mis profesores me pegaban mucho porque no ponía atención”, contó.
Pese a que en la escuela no era tan aplicado, nunca soltó el pincel hasta que a los 18 años vendió su primera acuarela.
‘La magia del color’ se transmite por canal 13 los lunes, miércoles y viernes a las 4 p. m. Los domingos a las 7:30 a.m.
Siempre guiado por el ejemplo y el apoyo de sus padres, Pedro escogió la vida de artista; sin embargo, no estudió de manera formal para serlo. Su talento natural lo complementó con los libros que consumía a diario: así aprendió de colores, de composición, de historia del arte y de los grandes maestros.
Una historia pintada de amor
Cuatro años después de haber vendido su primera obra de arte en la calle, llegó la catástrofe que lo enrumbó a nuestro país. Viajó solo, en Costa Rica no conocía a nadie.
“Venía con una camiseta, un calzoncillo y un pantaloncito. Apenas con mis chuicas buscando un futuro como inmigrante”, afirmó.
Lo primero que hizo fue buscar trabajo. Lo encontró en una casa sirviendo en labores domésticas como hacer el jardín. Le dieron un cuartito que convirtió en un estudio improvisado para seguir pintando en sus tiempos libres.
Para acompañarse en su soledad, Pedro escuchaba radio y por los parlantes de un pequeño aparatito que tenía, encontró el amor. Eso sí, no fue a amor a primera vista, sino a primera escucha.
“Oía la voz hermosa de una mujer que trabajaba como locutora. Dije qué linda voz tiene esa muchacha, voy a llamarla. Si me cuelga el teléfono, salado yo. Pero no me colgó, me escuchó, yo la escuché, la llamé otra vez y seguimos hablando”, contó. Su nombre era Dunia Isabel Zúñiga.
Pedro y Dunia siguieron conversando por teléfono durante mucho tiempo. Entablaron una amistad a la distancia, hasta que decidieron conocerse.
Se citaron una tarde en el Parque Central, frente a la Catedral. Él iría con una camisa de color azul y un pantaloń beige, ella llevaría un vestido rojo.
“Yo esperaba frente a la iglesia. ¡Díos mío, qué nervios tenía! Cuando la vi, era hermosa”, narró con una risa coqueta mientras recordaba aquella primera vez que vio a la mujer con la que después se casaría.
Antes de verse hablaron nueve meses por teléfono; después fueron novios durante tres años y se casaron. Llegaron los hijos: Marcos, Keneth, Dunia Victoria y César.
“Estuvimos juntos hasta que la muerte nos separó. Hace casi cinco años quedé viudo. Los primeros años de su ausencia fueron muy dolorosos, más después de tanto amor, felicidad y armonía. Pero la vida continúa, hay que seguir adelante”, dijo el pintor.
Con el matrimonio se dio cuenta de que el sueldo de ¢800 que ganaba en los servicios domésticos no le alcanzaba. Se animó a salir a la calle a vender sus cuadros, así como tarjetas que confeccionaba para el Día de la Madre, para el 14 de febrero o de cumpleaños.
-¿Cómo nació el “tas, tas”?
-Mi padre siempre decía eso cuando algo salía correcto. Decía como: “Sale la cosa y tas tas, es rápido. Tas tas y ya no molesta más”. Así que yo lo apliqué a mi arte: Tas, tas, no hay necesidad de sufrir tanto, hay que buscarle la comba al palo.
Caminaba por todo el Paseo Colón cargando las obras y así salieron adelante como familia. Más adelante compró sus primeros pinceles profesionales y también pinturas de óleo para dar clases privadas.
“A la gente le gustaban mis colores, se empezaron a enamorar de mi arte y a decirme que querían recibir clases conmigo. Entonces, empecé a dedicarme a la enseñanza”.
Tas Tas en la TV
Quien le dio la primera oportunidad a Serech de estar en la televisión costarricense fue nada más y nada menos que doña Inés Sánchez de Revuelta.
El pintor recordó con mucho cariño y agradecimiento el chance que la dama de la televisión le dio para presentar un pequeño segmento de pintura en el programa Teleclub.
“Conocí a un señor que se llamaba Pomponio, que tenía un programa en televisión. Él me dijo que veía algo diferente en mí y me llevó con doña Inés para pedirle un campito. Cuando fuimos, ella me hizo una prueba como de cuatro minutos. Después me dijo: ‘quédese ahí, no salga’. Me quedé 11 años en el programa”, recordó Serech.
Como bien dice el pintor: el arte va presentando oportunidades. Se le abrió una nueva puerta al ser parte de otro programa, pero esta vez en canal 13: Mujeres del 2000.
“Ahí estuve un año. Al poco tiempo me dieron la noticia de que querían que hiciera mi propio programa y que fuera el productor”, recordó el artista.
Así nació La magia del color, ese espacio que ha acompañado a varias generaciones de costarricenses a través de la pantalla chica. Ahí se popularizó el “tas, tas”.
-¿Cómo nació el “tas, tas”?
-Mi padre siempre decía eso cuando algo salía correcto. Decía como: “Sale la cosa y tas tas, es rápido. Tas tas y ya no molesta más”. Así que yo lo apliqué a mi arte: Tas, tas, no hay necesidad de sufrir tanto, hay que buscarle la comba al palo.
-¿Cómo reacciona cuando en la calle lo llaman por Tas Tas y no por su nombre?
-Me siento feliz. Cuando salgo por ahí dicen mirá a Tas Tas y yo saludo con mucho cariño. ¡Qué bonito que se siente!
Un estilo definido
En su taller, don Pedro nos mostró muy orgulloso un cuadro que acababa de terminar. Se trata de un hermoso paisaje con un río, árboles, un quetzal, una ardilla, flores y, por supuesto, volcanes.
Lo más llamativo de la obra es que mide casi dos metros de largo y en ella hay pequeñísimos detalles que la llenan de vida. Incluso, es tan grande que tiene cinco firmas de Serech para confirmar que es auténtica.
Cada rúbrica, ya sea como Pedro Serech o como Tas Tas, está bien escondida en el paisaje para que no quede a simple vista y así no arruine el arte.
En esa pintura trabajó durante un año. “Me sentí feliz cuando la terminé”, dijo mientras la mostraba, pero pensó en ese momento que tal vez un quetzal volando sobre el río podría verse bonito. Ese cuadro no lo pintó para un cliente, simplemente quiso hacerlo: si encuentra un enamorado, pues bien para él y para que alegre la pared de alguna casa.
Las pinturas de Serech son vivaces. Reflejan sus recuerdos de Guatemala y los paisajes costarricenses: por eso siempre hay volcanes.
Los paisajes y pinturas de animales silvestres son su sello inconfundible, aunque también en su estudio destacan algunas obras con frutas, caballos, retratos y hasta un cuadro con Jesús y uno de sus apóstoles caminando por un bosque.
“Yo nunca borro ninguna manchita que se me haga en una pintura, no conozco el borrador. Cualquier objeto o error para mí es una piedrita o un árbol; esa es también una ley que aplico en la vida. No hay que quitar nada porque nada sobra, siempre hay un estado de oportunidad”, dijo.
En temas de técnicas, Serech reconoce que el óleo es su favorita y además que ya no vende ni expone en galerías porque gracias a que es Tas Tas el de la televisión, muchos clientes llegan directamente a buscar las pinturas a su hogar.
“Aquí la gente viene y la tratamos bien, como en casa”, afirmó el artista.
Ahora don Pedro vive solo. Constantemente recibe la visita de sus hijos y sus nietos, e incluso Kenneth es quien más se ha interesado en seguir con el legado artístico de su papá, así que lo acompaña mucho.
Se dedica a pintar por gusto y también por pedidos. Da clases particulares y sigue grabando capítulos de La magia del color. Así seguirá hasta que Dios le permita sostener con sus dedos los pinceles.
Sobre lo que significa el arte en su vida, Serech dejó muy claro que entre pinceles, colores, paletas y lienzos es lo más feliz que puede ser.
“Pintar es como hablar con Dios, él mismo es quien da la inspiración. A veces me dan escalofríos cuando estoy pintando y llega la inspiración. Ese es Dios que está entrando dentro del cuadro y me guía para terminar en la forma correcta”.