Un cuadrante del barrio Don Bosco, en San José, ha cambiado tanto que fue cancha para mejenguear, plaza de fútbol, casa de los constructores chinos del Estadio Nacional y más recientemente en un espacio que salva muchas vidas, sobre todo de chiquitos.
En el 2019 el Servicio de Vigilancia Aérea hizo 266 vuelos ambulancia y, aunque no tienen el dato exacto, las autoridades detallan que la mayoría fue para socorrer a menores de edad que se encontraban muy delicados debido a choques u otro tipo de accidentes.
El destino de esos pequeños ha sido el Hospital Nacional de Niños, pero antes de llegar ahí el helicóptero que los trasladaba ha tocado tierra en un punto que durante muchos años fue conocido como plaza Turcios, frente a la iglesia de Don Bosco.
Esta plaza empezó a funcionar como helipuerto improvisado a mediados del 2016, cuando las autoridades vieron que ya no era buena idea cerrar el paseo Colón cada vez que vuelos ambulancia de helicópteros transportaran personas delicadas.
Desde entonces plaza Turcios ha recibido cientos de vuelos de ese tipo. Por ejemplo, el 12 de noviembre de 2019 uno transportaba desde Garabito a una chiquita de 11 años que resultó herida de gravedad en el choque de una moto contra un carro.
El motociclista, que pegó contra la puerta del carro, murió de inmediato.
Una de las ventajas que ofrece el terreno es la cercanía con los hospitales San Juan de Dios y, sobre todo, el de Niños. Está a solo dos minutos.
Aunque la plaza se ha hecho famosa por estas importantes acciones, su historia va mucho más allá de eso y se extiende en el pasado de esa parte de la capital.
Hoy es un espacio enzacatado, bien cuidado, con árboles y flores con la iglesia Don Bosco y en un edificio del INA al este y el hotel Park Inn al costado sur.
Pero, claro, no siempre fue así.
Salesianos iniciaron todo
Los orígenes de la plaza están en mayo de 1929, cuando los salesianos llegaron a San José y recibieron la donación de un terreno de 4 mil metros cuadrados (calle 28, avenida 4 y 6) de parte del empresario Felipe J. Alvarado.
En esa propiedad iniciaron en 1931 la construcción del Oratorio Festivo y pusieron los cimientos de la capilla. Las obras fueron terminadas en 1933, cuando el padre José de la Cruz Turcios y Barahona llegó a Costa Rica e inauguró y bendijo la capilla y el dormitorio para limpiabotas, al que llamaron, como una forma de agradecer, Felipe J. Alvarado.
Para 1946 empieza a funcionar la Escuela de Artes y Oficios, que en 1948 pasó a ser el Colegio Don Bosco de bachillerato académico. Durante este período es que se crea la plaza para que la utilicen los jóvenes en su esparcimiento.
El arquitecto e investigador Andrés Fernández explica que el nombre de la plaza se debe a la forma de ser del padre Turcios, quien siempre se preocupó porque los jóvenes tuvieran un lugar donde ejercitarse y divertirse.
“El padre Turcios fue un salesiano y ellos siempre han hecho énfasis en el cuerpo sano, entonces él era quien se preocupaba por poner a los chiquillos a jugar mejengas todo el tiempo. Entonces como él fue un gran impulsor del deporte infantil y juvenil con el tiempo se decidió ponerle su nombre (a la plaza)”, contó Fernández.
Mejengas inolvidables
Aunque no precisa la fecha exacta, el arquitecto explicó que años después ese lugar pasó a llamarse ya estadio Turcios debido a que el Gobierno construyó una tapia de ladrillo alrededor de la cancha (actualmente quedan algunos restos de esa tapia).
Este cambio, que vino acompañado hasta de una pequeña gradería, hizo que el estadio Turcios se convirtiera en un lugar símbolo para el deporte josefino. Era la cancha por excelencia de los campeonatos infantiles en los que participaban equipos de distintos barrios.
“En ese tiempo eran muchos los carajillos que llegaban a jugar ahí y se esforzaban por lucirse, porque ahí llegaban los promotores de equipos como Saprissa, la Liga, Heredia y Cartago, entonces al chiquillo que veían bueno se lo llevaban. Esa cancha era un semillero de los grandes equipos”, detalló el arquitecto.
Uno de los que vivió esas mejengas inolvidables fue don Manuel Emilio Morales, hoy de 72 años y quien siendo un jovencito vivía en el barrio Aranjuez (San José) y jugaba con el equipo local.
Don Manuel contó que en aquellos tiempos el estadio Turcios era un chuzo de cancha, por eso pasaba lleno de muchachos que andaban corriendo detrás de la pecosa.
“Se organizaban muchos partidos entre los barrios circunvecinos como Alajuelita, Escazú, Don Bosco y La Uruca. Había un torneo que era famosísimo, recuerdo que los partidos empezaban a las ocho de la mañana y a las tres de la tarde aún seguían”, detalló.
Lamentablemente de a poco los jóvenes dejaron de ir al estadio Turcios, aparentemente esto se dio a mediados de los años 90 y siguió hasta la llegada del año 2000; don Manuel piensa que esto se dio debido a la creación de otras canchas, pero sobre todo por el traslado del Colegio Don Bosco a Concepción de Alajuelita.
Minibarrio chino
En el año 2002 plaza Turcios dejó de ser propiedad de la Asociación Oratoria Salesianos Don Bosco y pasó a manos del Instituto Nacional de Aprendizaje (INA), institución que pagó ¢895.514.850.
El INA pretendía construir ahí unas instalaciones y ubicar la sede de la Región Central Oriental y Oficinas administrativas, sin embargo, hasta la fecha esto no ha sido posible.
Pese a esto la plaza no estuvo desocupada mucho tiempo. En enero del 2009 ahí se fundó, de forma momentánea, un minibarrio chino.
Mientras esto ocurría, los vuelos ambulancia de helicópteros seguían aterrizando en el paseo Colón, donde se armaba un alboroto porque los curiosos se acercaban, a veces más de la cuenta, para ver qué pasaba.
La construcción del minibarrio chino se dio porque el INA le cedió el terreno al Gobierno para darles albergue a los trabajadores que vinieron a construir el nuevo Estadio Nacional, en La Sabana, inaugurado en marzo del 2011.
En esa cancha los orientales levantaron su pequeño pueblo, donde tenían servicios de agua, luz e internet. Incluso les habían mandado a traer arroz, condimentos, pastas y palillos chinos desde su país natal.
Al principio a los orientales no les hizo mucha gracia quedarse ahí, preferían un lugar más cercano a la construcción, pero al final aceptaron y una vez terminado el trabajo el pequeño barrio fue desmantelado y la plaza quedó otra vez vacía.
Salvando vidas
La necesidad de encontrar un lugar cercano al Hospital Nacional de Niños en el que pudieran aterrizar helicópteros fue lo que terminó por convertir a la vieja y recordada plaza Turcios en lo que actualmente es.
Así lo explicó Alex Ulloa, piloto del Servicio de Vigilancia Aérea, quien cuenta que esa decisión se tomó principalmente por un tema de seguridad, pues se temía que ocurriera una tragedia al momento de aterrizar en medio paseo Colón, donde hay árboles en las orillas.
“Empezamos a buscar lugares cercanos donde aterrizar y el único que encontramos que cumpliera con todo fue la plaza Turcios, porque vimos que está a ochocientos metros de emergencias del Hospital Nacional de Niños y de ahí las ambulancias duran si acaso dos minutos”, mencionó.
El tiempo es oro cuando se trata de salvarle la vida a una persona.
Germán Guerrero, médico de la Unidad de Trauma del Hospital Nacional de Niños, recordó que se reunieron con la dirección ejecutiva del INA para presentarles la idea y esta aceptó de inmediato.
El paso siguiente fue crear una comisión y definir los pasos que se iban a seguir hasta concretar el plan con los helicópteros aterrizando en la vieja plaza.
“Eso nos facilitó un montón la seguridad del personal y del paciente, además de que tenemos comunicación muy acertada por medio de un chat de WhatsApp en el que se dan las alertas (cuando hay un helicóptero en camino)”, dijo Guerrero.
La plaza cuenta desde hace años con una manga de viento, que indica la dirección y la fuerza de los vientos.
Tanto el piloto como el médico coincidieron en que plaza Turcios se ha convertido en un lugar imprescindible para salvarles la vida a decenas de niños.
“Ahora es increíble porque llegamos y no hay que pensar en la gente mientras aterrizamos, ahora es totalmente seguro, porque antes (en paseo Colón) toda la gente se metía a chepear y había que estar peleando con la gente para evitar un accidente”, dijo Ulloa.
Aunque plaza Turcios se ha convertido en una gran salvada, ambos especialistas dicen que ya es momento de que todos los hospitales del país cuenten con un helipuerto con todas las condiciones para mejorar la atención de los pacientes.
Acorta distancia en emergencias
FUENTE: ELABORACIÓN PROPIA. || J.C. / LA TEJA.