Ala, la perrita que se hizo famosa por convertirse en la protagonista del primer juicio por maltrato animal que acabó en condena, vive feliz y plena al lado de sus “18 hermanitos”, después de pasar muchas calamidades.
La peludita fue víctima de dos violaciones por parte de un indigente, de apellidos Rojas Araya y de 55 años, quien fue visto por varias personas mientras cometía los ataques sexuales.
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Ala pasó de vivir en las calles de San Josecito de Alajuelita al calor y comodidad de una casa en San Francisco de Coronado, en la que tiene un enorme patio para que corra y juegue con sus hermanillos durante todo el día.
La Teja visitó a Ala y habló con Patricia Abadía, una de sus cuidadoras, quien narró que el cambio que ha tenido la perrita desde que llegó ha sido notorio.
“El 27 de octubre del 2017 cuando la policía detuvo a es hombre y rescató a la perrita los oficiales llamaron a mi esposo (Juan Carlos Peralta) y nos fuimos para la delegación a recogerla. Ella se veía muy triste, estaba con dolor y muy desconfiada por lo que la acababa de pasar.
“Después la llevamos al hospital veterinario de la Universidad Nacional donde estuvo internada como un mes porque tenía un serio desgarro. Cuando le dieron de alta nos la trajimos para la casa. Para ese momento estaba mucho mejor que cuando la rescatamos en Alajuelita, pero aún se veía temerosa y siempre se tapaba las partes íntimas con la cola”, narró la mujer.
Los otros perros rescatados que estaban en la casa ni determinaban a Ala porque ella era muy aparte. Sus nuevos dueños hicieron todo lo posible para devolverle a la perrita la confianza en la gente y para que se fuera integrando a su nuevo hogar.
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“Tenemos a un perro que se llama Romero que fue rescatado en la romería del 2017 y que es muy violento con los otros perros por lo que lo tenemos aparte, pero curiosamente con Ala sí se lleva bien, tanto que los dos duermen juntos.
“Al principio ella buscaba que le hiciéramos cariño y casi no jugaba, pero ahora es otra, ya que pasa brincando y corriendo todo el día y juega mucho con los otros perritos”, añadió.
Bien cuidada
Luego de pasar la noche con Romero, Patricia saca a Ala de lugar donde mantienen al perro a las 7 a. m., y ella empieza a jugar con sus “hermanos”. Se revuelca en la tierra, corre con ellos, duerme varias siestas, recibe cariño de sus dueños y antes de acostarse llega una de sus horas favoritas del día; la cena.
“Yo les cocino menudos de pollo en sopita, a ellos les encantan y después de que comen los acuesto a dormir y pasan directo hasta la mañana, así que por dicha nunca molestan en las noches.
“Como son tantos perritos para bañarlos los vamos turnando par bañar unos dos por semana y cuando terminamos con todos volvemos a empezar el rol”, añadió.
La perrita tiene todo tipo de hermanos, algunos son pequeños y tiernos y otros son grandes y agresivos debido al tipo de vida que tuvieron en el pasado. Unos sufrieron agresiones, otros fueron obligados a pelear y otros quedaron con lesiones permanentes por atropellos, pero todos son cuidados por igual y reciben el mismo amor.
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En la propiedad también viven varios patos, dos gatos, una gallina y un enorme gallo de nombre Claudio. Todos conviven en paz y cordialidad.
Patricia dice que la condena por el caso de la perrita la impulsa, junto a otros animalistas a seguir luchando por los derechos de los animales, ya que se demostró que ahora la ley sí castiga a quienes no respeten a las mascotas.
La histórica decisión se dio el lunes 24 de febrero de este año en los Tribunales de Pavas. La jueza Sonia Quintana Ujueta condenó a Rojas a seis meses de cárcel por cada una de las violaciones, argumentando que él nunca mostró arrepentimiento por lo que hizo y que representa un riesgo para la sociedad.
Este es el segundo juicio que se realiza en el país por maltrato animal. El primero se llevó a cabo en junio del año pasado en Atenas y la víctima fue el perrito al que mantuvieron amarrado con un cordón de zapato hasta causarle serias lesiones en el cuello.
En esa ocasión el testigo principal del caso era hermano de la imputada y se negó a ir a declarar en el debate, por lo que no hubo pruebas suficientes para que el juez dictara una condena, por lo que esta fue absuelta.