Las huellas de sangre en una casa y una tenis pringada con manchas rojas, fueron parte de las evidencias que permitieron dar con dos hombres que mataron a puñaladas a un muchacho y a sus abuelitos.
Las víctimas se llamaban Gregory Mullins Cordero, de 23 años; sus abuelos Hernán Cordero Bonilla, de 80 años y Berta Angulo Obando, de 76.
Ellos fueron las víctimas del primer triple homicidio de Costa Rica, la razón de este atroz ataque fue para evitar el descubrimiento de una estafa que pretendían cometer contra Gregory.
Los cuerpos de la abuelita y su nieto estaban tirados en el piso de la cocina, y el del viejito quedó boca arriba en las gradas que llevaban a la planta alta.
El caso se remonta a la noche del miércoles 27 de febrero de 1991 en el barrio La Granja, en San Pedro de Montes de Oca, San José.
Gerardo Láscarez, pensionado judicial, exjefe de la sección de homicidios del OIJ y exviceministro de Seguridad, aún mantiene guardado en su memoria este violento caso, ya que fue uno de los que dirigió la investigación.
“Era una escena dantesca, espeluznante, llegué a verla y era terrible, nos quedamos atónitos al ver que una cosa tan espantosa estaba ocurriendo en Costa Rica, pero lo más grave fue cuando descubrimos quienes eran los responsables”, dijo Láscarez.
Las autoridades no podían creer que los perpetradores eran dos muchachos universitarios, trabajadores, sin vicios, ni antecedentes, incluso, venían de familias profesionales en Derecho.
Se trataba de David Sáenz Campos y Mario Caravaca Cásares, quienes para ese entonces tenían 20 y 21 años.
“Lo realizaron dos jóvenes que en ese momento estaban en iglesias cristianas, además, eran amigos del muchacho al que mataron”, dijo el exinvestigador.
Las víctimas fueron halladas por Eduardo Cordero, hijo de los viejitos, un abogado que le conocían como “El Negro Cordero”, él llegó al día siguiente.
En la vivienda no había desorden, tampoco rastro de lucha, pero alrededor había mucha sangre, que formó parte de las importantes evidencias.
Aparecieron otras pruebas
Los investigadores recrearon la escena y descubrieron que la mortal embestida ocurrió cuando Gregory iba saliendo de la casa junto a los dos hombres, en ese momento lo agarraron y lo apuñalaron por la espalda.
“Los dos abuelitos de Gregory se percataron de la agresión, ellos estaban viendo, entonces Mario dijo que iba a degollar a la señora y David debía degollar al señor”, explicó el exagente.
La policía supo que después del ataque los tipos se quedaron dentro de la vivienda, pero se desconoce haciendo qué.
“El asunto se fue descubriendo poco a poco cuando revisamos una computadora y un disquete, en este había un contrato en el que decía que los muchachos (homicidas y la víctima) iban a traer al país al cantante mexicano Emmanuel, sabíamos que por ahí venía el problema, porque ya teníamos claro que no era un robo, además, encontramos una huella que mandamos analizar", recordó Láscarez.
En el documento venían los nombres de los socios de la víctima, que terminaron siendo sus homicidas.
Los hombres en un principio pretendían estafar a Gregory Mullins con $1.500, al convencerlo con el cuento de traer al cantante, pero en febrero de 1991, Mullins les dijo que viajaría a México para revisar los términos del contrato, desde ahí comenzaron los problemas y el plan de asesinarlo.
Las autoridades tuvieron que agilizar la investigación porque hasta el entonces presidente Rafael Calderón Fournier, los llamó para pedir avances.
“Hubo mucha presión pública, estamos hablando del año noventa y uno, no como ahora que matan a tres personas y uno sabe que son por crimen organizado; en este caso se trataba de una familia honorable, reconocida por buenos actos y sin problemas”, expresó el exinvestigador.
Pero la habilidad policial y la perspicacia, además de la experiencia, les permitieron ver detalles que terminaron de descubrir lo sucedido.
Cinco días después del crimen las autoridades agarraron a Mario Caravaca, quien trabajaba en Acueductos y Alcantarillados y estudiaba Administración de Empresas.
"A él lo encontramos con una cortada en el brazo, además andaba una teni pringada de sangre, la misma que había usado el día del ataque, le dijimos que teníamos todas las pruebas, él aceptó que era cierto y nos contó que lo había hecho él y el otro, además del por qué lo habían hecho, confesó todo”
A David lo arrestaron cuando estaba en clases de la universidad, cursaba el cuarto año de Derecho.
“A ese no hubo que decirle mucho cuando ya estaba hablando, había que callarlo porque hablaba más de la cuenta”, mencionó.
Sin estereotipos
El exagente señala que este crimen marcó una época en la que se apartó el estereotipo de los maleantes, antes se creía que eran personas barbudas, que andaban sucios, entre otros calificativos; pero con este suceso quedó claro que también hay criminales en las buenas familias.
“Comenzamos hablar del inicio de la descomposición social.
“Esto era una de las cosas más impactantes, porque los responsables eran hijos de abogados, Sáenz era hijo del jefe de Inspección Judicial y Caravaca también era hijo de un abogado/ juez, pero que nunca lo reconoció", recordó Láscarez.
La excusa que ellos dijeron a las autoridades es que si Gregory Mullins se enteraba de la mentira, ellos iban a quedar desprestigiados.
“Así fue como planearon el asesinato, para evitar que se contara la verdad, ¡vea que locura!, eso fue lo que ellos me declararon cuando los interrogué, en ese tiempo todavía interrogábamos”, recordó Láscarez.
A los hombres los culparon del triple homicidio y en un principio les dictaron 70 años de cárcel en 1992, pero ocho años después, David Sáenz recibió un beneficio carcelario y salió libre.
No obstante, a Sáenz hace dos años le abrieron una investigación por maltratar a sus papás, quienes son adultos mayores.