Cuando Michael Núñez Quesada tenía 20 años jamás imaginó que sí podría salir del hueco de las adicciones en el que estaba hundido.
Y mucho menos le pasaba por la cabeza que en cuestión de años su vida daría un giro de 180 grados y llegaría a ser atleta, padre de familia e ingeniero civil de la Municipalidad de San José.
En la actualidad tiene 43 años y este 2021 logró ser el primer costarricense en ganar un “ultramán”, una durísima competencia de tres días de natación, bicicleta y atletismo (con un recorrido total de 515 kilómetros). Esto lo consiguió en República Dominicana.
La vida de Michael fue complicada desde muy temprano. Nació con un problema en las rodillas, que se le volvían hacia adentro y le era casi imposible correr. Los médicos lo enyesaban desde la cintura hasta los pies con el fin de enderezarle las rodillas.
“Sentía mucho dolor, recuerdo un día a mi papá agarrar un martillo y romper el yeso. Quería que su hijo llevara una vida normal, él le pedía a Dios un milagro y así fue, las piernas poco a poco se comenzaron a enderezar”, recuerda.
Cuando llegó al colegio, Michael no se sentía una persona importante y a los 16 años probó la marihuana durante un viaje de intercambio estudiantil a Estados Unidos. A la marihuana le siguieron después muchas y más drogas.
A los 19 años, con el colegio concluido, entró a trabajar a la Municipalidad de San José, pero dice que para poder rendir debía drogarse antes de comenzar la jornada y durante la mañana. Si no lo hacía no lograba mantenerse.
“Nunca tuve el ejemplo de ver a mis papás tomando cervezas o fumando, me sentía la vergüenza de mi familia. Sé lo que es amanecer tirado en una acera tirado, todo vomitado, quedar inconsciente en la arena de la playa”, cuenta.
Tres veces intentó quitarse la vida (se les tiraba a los carros buscando que lo mataran) y llegó a pensar que moriría de una sobredosis. Se drogaba tanto que terminaba desmayado o inconsciente. “Al día siguiente me desilusionaba porque seguía vivo”, dice. Así de mal lo tenía la adicción
A los 23 años los papás le pusieron un hasta aquí: reformaba su vida o se iba a la calle.
“Mi hermano me abrió las puertas de la casa de él y tomé la mejor decisión al internarme en un centro de rehabilitación para drogas un diciembre. Viví un proceso de abstinencia que fue sumamente duro, me despertaba convulsionando, no podía dormir, sudaba frío, lloraba”, recordó.
Papá lo inspiró
El internamiento de Michael fue de 28 días, cuando salió su papá --Juan Guillermo Núñez, entonces de 55 años-- le contó que se iba a meter en clases de natación.
“Para ese entonces yo solo fumaba, me fumaba hasta dos paquetes de cigarros al día para apaciguar la ansiedad de no consumir (drogas). Mi único objetivo al día era tratar de no consumir drogas y así me mantuve hasta los 28 años, me metí a un gimnasio y mi papá me invitó a verlo en una competencia de natación. Era por equipos y nadaba a diferentes horas, por ejemplo, a las tres de la madrugada”.
Lo que hacía su padre le sorprendía y algo lo motivó porque también él se puso en clases de natación. “Vi que había una vida más allá de la que ya estaba llevando, dejé de fumar, pensaba que no combinaba que hiciera deporte y luego me pusiera a fumar”.
La llegada de los deportes le dio un sentido nuevo a su vida. Una vez lo invitaron a hacer triatlón y su emoción aumentó y solo deseaba practicar deportes de alto rendimiento.
“Cuando crucé esa meta (del triatlón) fue como que me quitaran una venda de los ojos y pensé ‘¿dónde estuvo este deporte toda mi vida?’, me sentí útil. Pensaba en el chico que nació con las piernas torcidas, el que intentó suicidarse con drogas y ahora estaba terminando un triatlón”, recuerda.
Hoy puede decir con orgullo que lleva 14 años en el mundo del triatlón. Ha hecho once “ironman” (3,8 kilómetros de natación, 80 kilómetros en bici y 42 kilómetros de atletismo ), pero estaba para más y ahora anda en las ultramán.
La primera la hizo en el 2018 en México y en julio recién pasado ganó la de República Dominicana, como dijimos antes.
Pero esa medalla se queda corta antes los otros grandes logros de Michael: estudió ingeniería, tiene dos muchachos, está casado y sigue trabajando en la Municipalidad de San José.
Hoy cree que siempre hay tiempo para cambiar y convertirse en un mejor humano.