“Que le den la pena máxima que le puedan dar. Si lo sueltan andará haciendo más cochinadas y declararlo loco tampoco, porque también está mintiendo”.
Así de firme habló Margarita García Borge, "hermana" de crianza del hombre enjuiciado por el crimen de una familia en Santa María de Dota. Este miércoles se supo, según la fiscal, el hombre bebió la sangre de una de las víctimas después de haberla asesinado. Aquí en Costa Rica se le relaciona con siete crímenes.
Margarita, su hija Ririam Campos y dos de sus hermanas –Raquel y Abigail– llegaron al Tribunal Penal de Cartago, donde se sigue el juicio por este violento hecho que sacudió al país el 29 de mayo del 2015.
Las mujeres dijeron que a ese hombre lo dejaron de ver como hermano desde el 17 de diciembre del 2003, día en que les mató a la mamá, Socorro García Borge, y a Daniela (sobrina del acusado) de 9 años. Esto pasó en Chinandega, Nicaragua.
Aseguran que en su país nunca hubo justicia por estos crímenes debido a que el hombre huyó hacia Costa Rica.
La mujer también manifestó que el verdadero nombre del sospechoso es Delvis José Bonilla Sevilla y que Jairo, el nombre que usa, es el de un hermano de ellas que murió hace unos años.
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Mamá lo veía como un hijo
Margarita explicó que doña Socorro trataba a Delvis como un hijo más. Incluso nadie en el pueblo sabía que había sido recogido.
”Nadie sabía eso hasta que salió en las noticias”, expresó Margarita.
“Ya que nunca pudieron hacer nada (en Nicaragua) por la muerte de mi mamá, que por lo menos lo hagan aquí”.
Agregaron que ellas vivían en Costa Rica cuando les avisaron de la muerte de la mamá y desde entonces no veían a este sujeto.
Sin embargo, durante el debate, el acusado nunca volvió a ver a quienes lo vieron tiempo atrás como pariente.
Sobrina lloró al verlo
La familia asesinada en Dota era oriunda de Nicaragua y tenía unos 10 años de vivir en Costa Rica.
A ellos se les identificó como Ramón Suárez Espinoza, su esposa era María Haydée Miranda Salmerón y los hijos de la pareja eran Abraham y Elena María Suárez Miranda, de 11 y 9 años, respectivamente.
Una sobrina de Ramón llegó hasta los Tribunales a dar su declaración sobre la última vez que lo vio. La mujer, quien estaba acompañada por una trabajadora de Protección a Víctimas y Testigos del OIJ, estalló en llanto en cuanto vio al sospechoso pasar al frente de ella.
Luego, durante la declaración, volvió a llorar al recordar a Ramón como una persona trabajadora, humilde y con deseos de sacar adelante a su familia. Agregó que él protegía mucho a sus hijos.
Otra testigo afirmó que Ramón y su familia vivían en un ranchito sin electricidad en Santa María de Dota y que no querían irse de ahí pues les habían regalado el terreno.