Hace unos diez años, los menores de edad que llegaban a la cárcel del Zurquí eran en su mayoría jovencitos que vivían en la calle y cometían hurtos o robos para sobrevivir, pero ahora la realidad es muy distinta, ya que una gran parte de los muchachos que caen presos en ese lugar son miembros de grupos criminales peligrosos.
Así lo explicó Sofía Segura Balmaceda, directora del Centro de Formación Juvenil Zurquí, ubicado en San Luis de Santo Domingo de Heredia, quien dijo a La Teja que tratar con jóvenes problemáticos es realmente complejo.
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"Ya no es la misma población que venía antes, muchachos que estaban en la calle o en albergues del PANI y que se portaban mal. Ahora es una cuestión más organizada y más violenta a la que hay que prestarle atención.
"Ellos han sido excluidos desde muy pequeños, violentados y aprendieron eso. La Ley Penal Juvenil es socio-educativa, por lo que hay un programa que es de sanciones alternativas, que tiene a seiscientos muchachos, ellos están en libertad, reciben atención profesional y se van a sus casas, trabajan, estudian, no duermen en ningún centro.
“Por otra parte están los que permanecen aquí en el centro, privados de libertad, que son relativamente pocos con respecto a la población penal del país, pero tienen características muy particulares y la infraestructura no es la más conveniente para ellos”, explicó la jerarca.
Malos ejemplos
El criminólogo y exagente del Organismo de Investigación Judicial Gerardo Castaing, coincide en que ahora las bandas buscan jovencitos para incorporarlos en sus filas.
"La globalización que se vive en la sociedad también es adoptada por los criminales, ellos ven ejemplos de países como Colombia, México, Estados Unidos y los copian. Un muchacho de 16 años de ahora no piensa igual que uno de hace 30 años. Actualmente están bombardeados de información y malas influencias, eso los hace vulnerables.
"La situación económica del país ha hecho que muchas mamás, que antes se quedaban en los hogares cuidando a los hijos, ahora deban salir a trabajar, eso hace que los menores estén solos y no se sientan importantes ni tomados en cuenta. Las bandas narco saben eso y llegan hasta esos jovencitos que por lo general viven con limitaciones de dinero, primero les ofrecen drogas y luego los reclutan para los grupos.
“Los adolescentes son fáciles de convencer porque empiezan a ver dinero y se emocionan. Además, se consideran respetados porque por primera vez en la vida se sienten parte de algo, que hasta les ofrece la oportunidad de crecer en la jerarquía”, explicó.
Los delincuentes reclutan a los menores y les encomiendan cometer delitos que van desde vender drogas hasta cometer asesinatos. Los pagos muchas veces son bajos y en ocasiones los recompensan con prendas como camisetas de marca o tenis.
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Muy violentos
La directora del centro penal juvenil dice que muchos de los adolescentes que caen en esa prisión arrastran los problemas que traen de afuera y eso vuelve el ambiente muy tenso.
"Ellos llegan aquí a toparse con los enemigos de la calle y se reproduce lo mismo que pasa afuera. Nosotros tratamos de que ellos estén en convivencia siempre, pero la ley nos hace tenerlos separados, hay que hacer divisiones por edades: menores de 15 años, mayores de 15, indiciados, sentenciados, mujeres, hombres.
“En la escuela, actividades deportivas y en otras celebraciones especiales, tratamos de que ellos convivan y compartan, pero claro, también tenemos que resguardarles la integridad y la vida”, comentó Sofía Segura.
La encargada de la prisión dijo que los oficiales de la Policía Penitenciaria que trabajan en ese centro deben tener una capacitación distinta que los que laboran en otras cárceles.
"En ocasiones se dan enfrentamientos entre los mismos muchachos y es necesaria la intervención de la Policía, hablamos de una policía especializada, no es lo mismo enfrentar una situación con población penal juvenil, donde hay muchachos jóvenes, enérgicos e impulsivos, que con población adulta.
“Los jovencitos tienden a ser desafiantes, retadores y todo lo cuestionan. Nosotros tenemos que apelar mucho al diálogo. A los muchachos se les habla, se les explica y ahí vamos. Si llegamos de una vez a enfrentarlos vamos a recibir lo mismo o peor, tenemos que tener un balance entre límites y autoridad, pero también efectividad y diálogo permanente”, aseguró.
Grandes esfuerzos
La directora del centro penal reconoce que falta mucho por hacer para mejorar las condiciones en las que viven los muchachos, pero rescata que están haciendo grandes esfuerzos.
“La infraestructura es para una población que está en un espacio y que sale, no es para población penal y menos para población penal juvenil”, expresó.
Las deficiencias estructurales hacen que para los jovencitos sea fácil hacer huecos en los techos y paredes para fugarse.
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En enero pasado terminó la remodelación de un gimnasio y también estrenaron una cancha sintética en las que se pegan unos mejengones.
“Esta población tan joven y con tanta energía necesita tener mucha actividad física y estar ocupada, nosotros tratamos de que eso sea así y de que todos los grupos salgan de los módulos al menos una vez al día”, dijo.
Olvidados
"No es casual que la mayoría de jóvenes de este centro penal no reciba visitas. Son abandonados, excluidos de un montón de cuestiones que ellos deberían estar viviendo y disfrutando en este momento, obviamente eso les afecta en su comportamiento.
“Aquí tenemos grupos voluntarios que visitan a los muchachos una vez terminada la jornada laboral y durante los fines de semana, nos apoyan un montón. Eso ayuda a que ellos no estén solos cuando los funcionarios administrativos salimos de trabajar, son fundamentales para nosotros”, detalló.
Sofía espera que poco a poco se vayan resolviendo los problemas que tienen en el centro para dar un mejor tratamiento a los muchachos y así sea más efectivo el proceso de reinserción a la sociedad.