“Ese día volvimos a nacer todos, por eso hay un sentimiento de hermanos muy profundo. Jamás vamos a olvidar aquel sábado de 1982 porque lo vivimos, lo sufrimos, lo lloramos y lo recordaremos por el resto de nuestras vidas”. Es parte del resumen que hacen cuatro de los sobrevivientes de una tragedia en autobús que le arrugó el corazón al fútbol costarricense, al país entero, porque en un segundo se llevó cinco vidas.
Con el 30 de enero del 82 en el ambiente, el corazón y las cicatrices en sus cuerpos, compartimos el pasado viernes 7 de marzo, desde las 2:40 y hasta por ahí de las 5 de la tarde en la soda Mi Barrio, con Róger Salas Caravaca (defensa), Marco Tulio Vargas Castro (portero), Miguel García Badilla (lateral izquierdo) y Enrique Saborío Granados (cuarto defensa). La soda, ubicada en el puro centro de barrio México, es de Róger desde hace ocho meses.
Por primera vez se reunieron y abrieron ese baúl de los amargos recuerdos para contarnos cómo vivieron la tragedia en la cual fallecieron los futbolistas Johnny Fischer Salgado, Miguel Arias y Rándall Gómez, así como el preparador físico Guillermo Orozco y el chofer del bus Elías Córdoba.
Nadie los había reunido
Cuando llegamos, Róger estaba atendiendo a dos clientes en la sodita, vestido con una camisa de color rojo especial para cocinar, para las fotos se la cambió por una azul, de una vez nos dijo que le parece muy extraño que nunca antes un medio de comunicación los buscara para una reunión con sobrevivientes de aquel equipo que después pasó a llamarse Barrio México y que ahora está en segunda división.
“Ese sábado entrenamos en el Bosque de La Hoja, bueno, así lo conocíamos (es cerca de donde hoy día esta el hotel Chalet Tirol en San Rafael de Heredia), recuerdo que fui uno de los primeros en montarme, aproveché para comerme el refrigerio que nos daban después del entrenamiento y me fui bien atrás.
“Cuando el chofer abrió las puertas, el bus pegó como un brinco y un jalón hacia adelante, después lo hizo dos veces más, como que desde ese momento estaba avisando que algo andaba mal. Al estar todos adentro, esto es algo que la gente no sabe, se inició el regreso a San José, pero el bus nunca arrancó, el chofer intentó prenderlo con el impulso porque estábamos cuesta abajo, pero le fue imposible así que ese bus apagado y lleno de personas se fue sin frenos”, recordó Salas.
Conforme fue agarrando velocidad, la desesperación creció y los jugadores le gritaban al chofer que pegara el bus a algún paredón para que lo frenara.
“El sonido del intento de meter marchas del chofer se me quedó grabado para siempre, es ese sonido como cuando a un carro grande le cuesta que le entren las marchas y suena fuertísimo”, agregó Róger, quien al ver la velocidad y en medio de la gritería, se desmayó, por eso no se dio cuenta cuando el bus se volcó, cuando se despertó estaba bien golpeado, pero milagrosamente vivo.
El segundo que llegó a la soda fue Marco Tulio Vargas y de una vez se metió en los recuerdos de su amigo. “Yo estaba atrás, de hecho a la par iba Rándall, quien falleció. Me acuerdo del golpe, pero nada más, cuando me desperté estaba en el Hospital México”, comentó Marco.
Muertos en vida
A ellos dos les pasó que los pusieron en la lista de fallecidos. A Róger fue porque, como el bus se volcó justo al frente de la entrada al Castillo Country Club, un profesor de educación física que lo conocía, llamado Melvin Mena, llegó al accidente y en su carro montó a Sivianni Rodríguez, Guillermo Guardia, Carlos Porras, Juan Morales y a Róger, se los llevó al Hospital de Heredia y por eso, como nadie lo encontró, lo pusieron como muerto.
Salas quedó bien herido, se quemó varias partes de su espalda y pecho, sufrió un golpe fuerte y expuesto en la rodilla izquierda y en la cabeza, estuvo hasta el 14 de febrero internado.
Los hermanos de Marco siempre le dicen que ya lloraron su muerte por eso cuando realmente pase ya no van a llorar. Todas las listas que pasaban en la radio y televisión lo tenían anotado como fallecido, por eso su papá (Arnoldo Vargas quien ya falleció), fue a buscarlo y terminó convencido de que sí había muerto. Fue un hermano (Gerardo), el que logró demostrar que estaba vivo y llevó la buena noticia a la casa donde ya estaba toda la familia sufriendo.
Vargas sufrió dos grandes heridas en la cabeza, le metieron 26 puntadas, le quedó la espalda en carne viva, se le desprendió la piel del codo izquierdo y se golpeó muy fuerte la pierna izquierda, estuvo 8 días internado.
Golpe sicológico
El tercero en aparecer fue Miguel García, él recordó que el chofer le dijo que no le tocaba hacer ese viaje, pero como conocía muy bien el bus pidió que lo dejaran ir a él.
“Antes de estrellarse contra una gran piedra, el bus dio una vuelta en el aire, ahí como que me desconecté, cuando me di cuenta ya estaba afuera, gracias a Dios no me pasó nada, solo un pequeño golpe en la ceja izquierda y en el tobillo izquierdo.
“Escuchaba los quejidos de todos, el Zorro (Didier Castro, director técnico), pedía que lo ayudaran, en fin, fue muy duro”, explicó.
También él estaba en la lista de fallecidos.
“Mi papá (Miguel García) estaba trabajando en la Municipalidad de San José y le dijeron que en la lista de muertos había un Miguel, entonces llamó a mi mamá (doña Rita Badilla) y le dijo que no se asustara, pero que yo había sufrido un accidente y había que prepararse para lo malo, imagínese, mamá comenzó a llorarme”, comentó.
El último que llegó a la reunión fue Enrique Saborío, quien al momento del volconazo perdió el conocimiento y despertó ya afuera del bus con un pequeño golpe en la cabeza nada más. De hecho, tanto él como Miguel, volvieron ese mismo día a sus casas.
“Todos quedamos sicológicamente afectados de una u otra forma, tuvimos que recuperarnos a la brava, antes no había eso de sicólogos en los equipos de fútbol. Nos costaba dormir, pensábamos a cada rato en el accidente. Gracias a Dios poco a poco lo fuimos superando”, asegura Enrique.
Un día a la vez
Los cuatro han echado pa’lante desde el accidente del 82. Róger se metió en el comercio y ahora tiene la soda; Marco es contador, se graduó después del suceso; al igual que Enrique, quien es ingeniero industrial; Miguel tiene 30 años de ser operador de equipo pesado en la muni de Chepe.
“No fue fácil superar el accidente, pero ahí hemos ido poco a poco… y todo sucedió porque como la batería del bus estaba mala, entonces había que arrancarlo impulsado, si esa batería hubiese estado buena, nada habría pasado”, explicó Miguel.
Los más de veinticinco que sobrevivieron se mantienen en contacto, de hecho, tienen un equipo de veteranos de Barrio México, no todos llegan, pero siempre se arma la pelota. También tratan de reunirse los que puedan cada 30 de enero. “Esa fecha nos unió como hermanos para siempre”, reconoció Róger.
Hacia el final de la reunión le enseñamos fotos inéditas que tiene Grupo Nación en su archivo histórico sobre el accidente y fue cuando los perdimos, los cuatro se sumergieron en las gráficas y prácticamente se volvieron a montar en el bus. “Jamás las habíamos visto”, dijeron, algo muy cierto, pues desde 1982 al día de hoy jamás se habían publicado.
Fotos jamás publicadas
Debajo de estas líneas verá fotos del accidente del 30 de enero de 1982, jamás antes publicadas.