Por destino, una guaba o justicia, pero lo cierto es que dos investigadores lograron resolver un caso con un pedazo de lata, un hule y varios vidrios, pero sobre todo mucha suerte. Un caso que parece ser sacado de una película.
La misión para los dos agentes de la Policía Técnica Judicial (PTJ, que ahora se llama OIJ) era bastante ruda, pues tenían que dar con el responsable de matar a una joven mujer en un atropello en San Ramón.
El caso se remonta al 29 de mayo de 1977 y, aunque han pasado 45 años, uno de esos investigadores era el conocido criminólogo Gerardo Castaing.
Él nos relató que, ese día, María Nedda Molinari Garrote, de 24 años, manejaba un carro en el que viajaban también sus primos y una muchacha amiga de la familia.
Ellos iban camino a San Ramón para visitar a varios familiares.
Pero en un momento la muchacha decidió pedirle a uno de sus primos que la ayudara a manejar, por lo que se estacionaron en una curva, al puro frente del antiguo beneficio La Georgia, en San Ramón.
La conductora abrió la puerta, se bajó y en segundos un camión pasó, la atropelló y se la llevó arrastrada unos 20 metros, luego se dio a la fuga a toda velocidad.
La jovencita sufrió unas heridas terribles, ella falleció en el hospital a causa de las lesiones.
Los familiares de la víctima, que era de Alajuela, estaban muy afectados e indignados porque el responsable huyó.
Los familiares de Molinari quisieron contratar a un investigador privado de apellido Trejos, pero él les aseguró que con las pistas que tenían era imposible dar con el sospechoso.
Las pistas que quedaron en la escena del accidente fueron una lata pequeña de color beige que era del frente del camión, además un hule de uno de los retrovisores de los lados y unos vidrios. Los oficiales de Tránsito se los entregaron a los oficiales de la PTJ.
Castaing y Miguel González fueron los agentes designados para el caso.
“Llegamos a la escena del accidente después y recolectamos varios pedazos de uno de los vidrios del espejo. Esas piezas eran lo único que teníamos para investigar, nos tocaba analizarlas y empezar a buscar a qué tipo de carro permanecían, lo primero que se hizo fue medirle a la víctima la altura del talón a la zona de la pierna, donde tenía una lesión, para así calcular la medida donde estaba la pieza (la lata), y el tamaño del carro, ella (Nedda) medía 1,68 metros″, explicó Castaing.
Por la experiencia de ambos, determinaron que se trataba de un camión Isuzu Elf 1973 y empezaron a ponerle el ojo a todos los vehículos de ese tipo que observaban en la calle, estaban decididos a montarle la perseguidora al chunchón que se jaló la torta.
Los agentes anduvieron por San Ramón, Palmares, Puntarenas y hasta Pérez Zeledón, preguntando por un camión con piezas color crema.
“Era difícil encontrarlo porque el accidente ocurrió en una carretera nacional, los carros podían ir a cualquier parte del país, al terminar los primeros 15 días de rastreos y búsquedas estuvimos a punto de dejar el caso de lado porque era complicado que el carro al que le faltaba esa pieza apareciera”, narró el ahora profesor universitario.
La indignación de aquella familia hizo que no se frenaran.
Golpe de suerte
Castaing se fue de vacaciones, pero asegura que mientras tanto su compañero seguía tratando de dar con el responsable.
“Pero sucedió algo inesperado, lo que yo no sé si llamar suerte, guaba o destino. Cuando regresé de vacaciones, ese mismo día tenía que salir para hacer varias investigaciones, pero no había carro, me tocó caminar y yo todo aburrido porque se duraba más para todo, pero había que hacerlo.
“Andaba por el costado norte del edificio de la Corte, al otro lado de la calle estaba un amigo, el ‘Negro Roy’, nos pusimos a conversar, cuando escuché un sonido, volví a ver y era un camión, me quedo viendo y me doy cuenta que le faltaba una pieza igual a la que nosotros teníamos, casi me rascaba los ojos y todo porque no lo podía creer, el accidente fue en Naranjo y estaba en San José”, relató.
Sin carro y en Chepe, la misión para él era poder alcanzar aquel camión a como diera lugar.
El investigador asegura que en aquel momento se sentía desesperado, hasta la piel se le pone de gallina con solo recordar.
El semáforo se puso en verde y tuvo que correr como si fuera una maratón.
“Yo sentía que el corazón se me iba a a salir porque ese era el camión que yo tenía mes y medio de estar buscando y que me robaba la paz no hallarlo”, dijo Castaing.
El vehículo cada vez iba más lejos, él supo que no lo alcanzaría, cerca había un taxi, pero en el mismo momento en que el investigador se subió lo hicieron dos señora y el taxista le pidió al agente se que bajara.
“Yo nunca pensé en decirle a ese taxista que yo era oficial, que necesitaba que me llevara, entonces seguí corriendo pero se me fue”, recordó con gran desesperación.
Don Gerardo, mientras coría, no dejó de mirar todos los detalles del camión, entre ellos un rótulo que tenía en el techo, era un vehículo de fletes. Pero finalmente se le fue.
“Yo me fui y le conté a mi compañero y a mi jefe, me dijeron que no era posible, que nada que ver, que seguro a mí se me pareció. Yo estaba de lo más desinflado, pero no me iba a dar por vencido”, dijo.
Castaing se fue a pedirle ayuda al operador de la Central de Radios de la PTJ, Roberto Carmona.
El operador empezó a llamar a garajes de camiones para preguntar si alguno tenía un camión parecido.
“Después de varias llamadas, Carmona logró ubicar el que le decían que era el más parecido, por lo que pidió que se lo mandarán con el cuento de que necesitaba un flete de unos muebles”, narró.
“El compañero me dijo que en media hora el camión llegaría a Unibanco (edificio donde ahora entregan la hoja de la delincuencia), nos fuimos a esperar y en eso escuché un sonido igual que cuando lo vi por primera vez, apenas se estacionó vi que le faltaba el espejo, me fui para la parte de adelante y le faltaba la lata de color crema, al acercarme habían cabellos y fragmentos de piel”, dijo el exinvestigador, a quien hasta se le erizó la piel por lo inusual de lo que estaba ocurriendo.
Los investigadores le pidieron al conductor que se detuviera, que él era el sospechoso del homicidio de Nedda, el señor se puso pálido y les dijo que él no había matado a nadie, que no se lo llevaran porque ese camión lo manejaban varias personas.
Al hombre lo sentaron y lo interrogaron durante un largo rato, pero después lo soltaron y se llevaron el vehículo para comparar los pelos encontrados con el cabello de la fallecida, y coincidían.
Las piezas del camión también calzaban a la perfección.
“Logramos investigar que ese día el camión lo manejaba un hombre de apellido Abarca, a ese señor se lo prestaron el día del accidente para que fuera a pasear a Puntarenas”, dijo don Gerardo.
Castaing recuerda con exactitud el momento de la captura: ”El sospechoso trabajaba en proveeduría en la Caja, por lo que fuimos a buscarlo a la salida, el guarda nos hizo una señal para indicarnos quién era, no puso resistencia, de camino a la PTJ nos dijo que él venía de regreso del Puerto, que había atropellado a la muchacha y que no frenó y siguió, cuando llegó a guardar el camión no dijo nada”.
El chofer estuvo preso algunos meses por el delito de homicidio culposo con abandono del lugar. En el 2011 falleció.
Castaing asegura que ese caso en específico provocó que durante mucho tiempo sus compañeros de trabajo los felicitaran porque el camión le pasó al frente y ese era un golpe de suerte que muchos, aún teniendo ahora tanta tecnología, se lo desean.
Los restos de Nedda están sepultados en el cementerio de Alajuela.