Don Vidal Barrantes le dio la bendición a su hijo Jesús Barrantes, de 24 años, y a su pequeña nietita April, de 4 añitos, antitos de que ellos dos murieran en un trágico accidente.
Esa bendición se convirtió en un último adiós, pues pocas horas después Jesús y April murieron uno al lado del otro luego de que un enorme árbol cayera sobre la casa en la que estaban durmiendo, en Santa Cruz de Guanacaste.
“Ese día yo les di la bendición a los dos y esas fueron las últimas palabras que les pude decir, que Dios me los protegiera y me los acompañara”, recordó el señor.
La tragedia que cambió para siempre la vida de don Vidal y de toda su familia ocurrió a eso de las 4:20 a. m. del domingo 29 de octubre de este año, en el barrio Camarenos, en Santa Cruz de Guanacaste.
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A consecuencia de las fuertes lluvias que cayeron en esa zona, un enorme árbol se vino abajo y cayó sobre la vivienda, acabando así con la vida de Jesús y su pequeña hija, quienes estaban durmiendo en una cama matrimonial.
El Organismo de Investigación Judicial (OIJ) informó que la madre de la chiquita también se encontraba en dicha vivienda, pero se salvó de milagro.
“Así lo quería Dios, que ellos se fueran juntitos, porque eran inseparables”, dijo el papá de Jesús.
Quería estar con su hija
Don Vidal recordó que la última vez que vio a su hijo fue el día antes de que ocurriera la tragedia, ese sábado Jesús los fue a visitar a su casa en Cartagena, incluso el señor le pidió que pasara la noche con ellos.
“Yo le dije que no se fuera, porque estaba lloviendo mucho y que la niña no iba a ir a dormir con él, porque cuando él no llegaba, la niña se quedaba donde la abuela. Él me respondió: ‘No, pa, es que mi niña me está esperando’, y para él no había nada más importantes que su hija”, contó.
Barrantes explicó que cuando Jesús se iba de su casa por lo general le daba 40 minutos de tiempo para llamarlo a su celular y así saber si llegó bien.
“Ese día me contestó la niña y le conté que estaba viendo una película que a ella le gustaba mucho, de unos caballos. Luego de eso fue cuando les di la bendición y me despedí de ellos”.
“Ella disfrutaba mucho cuando iba a la playa con nosotros, ella siempre la pasaba muy bien con el papá, eran inseparables”.
— Vidal Barrantes, papá de Jesús.
Pocas horas después don Vidal se enteró de la trágica situación y su corazón se hizo pedazos, pues aún no lograba creer que había perdido a sus dos de sus seres queridos.
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En medio del terrible dolor que sentían, Barrantes y su familia recibieron muchísimas muestras de apoyo y cariño, las cuales les dieron las fuerzas para seguir adelante.
“No puedo pedir más de lo que me dieron, el apoyo de la gente fue impresionante, amigos de aquí de Cartagena y de Santa Cruz, el entierro de ellos fue algo muy lindo, muchos compañeros llevaron sus caballitos”, contó.
Luz que no se apagará
Pese a su corta edad, Barrantes dijo que su hijo era un joven muy responsable y comprometido con su familia, que se esforzaba a diario para que a su hija no le faltara nada.
“Mi hijo era una persona tan buena, tan servicial, él era mi mano derecha y como padre no hay palabras, se desvelaba por su hija, él vivía enamorado de mi nietita”.
En cuanto a su nietita, quien le decía Pa, don Vidal dijo que la pequeñita se convirtió en la luz de sus ojos y era la que llevaba felicidad a toda la familia.
“Para mí ella es una luz que nunca se va a apagar. Fue poquito el tiempo que Dios nos la prestó, pero son años que siempre vamos a recordar con mucho cariño”.
El señor contó que su hijo tenía aproximadamente año y medio de trabajar en un canopy en Cartagena, sin embargo, su verdadera pasión eran los caballos, por eso pasaba ayudándole a cuidar a los animales de la propiedad que tienen.
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“En cuanto a los animales siempre estaba atento, siempre me decía que teníamos que vacunar, herrar, y educar a los caballitos, él era quien siempre se encargaba de todo eso. La pasión de él eran los caballos, pero sobre todo su hija”.
Vidal también mencionó que su hijo tenía muchísimos sueños que deseaba cumplir, muchos de ellos relacionados con caballos.
“Nosotros teníamos tantos sueños juntos, ahora para este verano le íbamos a hacer una escuadra, también quería hacer un picadero para que los muchachos trajeran sus caballos aquí para amansarlos, a él le gustaba mucho todo lo que tuviera que ver con los caballos, los topes, las cabalgatas, todo eso”.
En medio del dolor que aún siente, Barrantes dijo que ha encontrado un poco de consuelo en el hecho de saber que Jesús y April se encuentran juntos en un lugar mejor.