Cuando un cliente entra a la Panificadora Upala, ubicada en el centro de ese cantón, lo primero que se encuentra es la sonrisa del duelo del local, don Misael Solís Córdoba, quien agradece al cielo cada vez que vende uno de sus productos, ya que para él es una señal de esperanza de que todo va bien.
Este turrialbeño llegó hace casi 25 años a Upala con su familia. Todas sus ilusiones las puso en su panadería, pero hace un año, exactamente el 24 de noviembre, la golpiza que le dio el huracán Otto a ese cantón del norte del país lo dejó cargando una gran preocupación.
"El huracán se metió con 25 años de trabajo, es imposible pensar en lo que pasó, imaginarse todos los daños que me encontré la mañana siguiente, sinceramente no sabía qué iba a hacer", dijo el panadero, quien tiene 65 años de edad.
Este pulseador nos contó que el barro llegaba a la altura de las mesas de la panadería, encontró la puerta abierta, el agua le había robado todo lo que tenía.
"Un escritorio y la caja registradora quedaron a 300 metros del negocio, un árbol se le incrustó a una mesa, las urnas estaban en el parque todas quebradas. El agua salía por todas partes, los hornos quedaron inservibles y toda la documentación desapareció", recordó con mucha tristeza.
Don Misael no se sentó a llorar por la desgarradora situación, aunque hasta su casa se le inundó. Él decidió que no se iba a dar por vencido y que, a como fuera, iba a luchar para sacar adelante a su familia.
"No recibí ni una galleta de la municipalidad (de Upala), ni de la Comisión de Emergencias, ni del IMAS, de ninguna institución. Hubo gente que me vino a colaborar con mucho cariño, mi familia me ayudó a limpiar, otros me daban dinero, ¢50 mil o ¢100 mil, para mi eso era una fortuna en ese momento y una gran ayuda porque así empecé a comprar los repuestos de los hornos", relató.
Dos meses y medio después del huracán y tras ¢15 millones en pérdidas, la Panificadora Upala volvió a recibir a su clientela, con más ganas y muchas esperanzas.
"La gente viene a Upala y piensa que todo está muy bien, porque ven el parque y pareciera que nada pasó, pero la comunidad todavía no se levanta del todo. El comercio está muy malo, la gente tiene poco dinero porque han perdido sus siembras. Falta buen tiempo para que los negocios se vuelvan a levantar, uno apenas sale con los gastos, imagínese que mis empleados se quedaron conmigo dos meses sin sueldo para ayudarme", aseguró Solís.
Incluso, hace seis meses el negocio se le volvió a inundar porque las alcantarillas quedaron llenas de barro por el huracán, pero por dicha la municipalidad ya mandó a poner tuberías nuevas.
Este comerciante asegura que espera poder salir adelante, sabe que es un esfuerzo constante, pero anhela poder conservar su negocito.
Las personas que llegan al parque de Upala, sobre todo por las tarde, se sientan y coinciden en que el recuerdo de como el huracán les dejó ese lugar parece una pesadilla.
"El parque se ve diferente, pero igual todavía le falta amor, el quiosco está feo, pero la verdad mil veces mejor que como amaneció después del huracán", dijo Juanita Guillén, vecina de Upala.