“No me la quiten, es mi novia”. Así relató un testigo la reacción del indigente de apellidos Rojas Araya, de 55 años, cuando los oficiales de la Fuerza Pública le quitaron a la perrita Ala, a la cual violó en dos ocasiones.
No sé si Rojas, quien recibió este lunes una sentencia histórica de un año de cárcel por maltrato animal, deberá ir a prisión o a un siquiátrico, lo que sí es cierto es que la decisión que tomó la jueza Sonia Quintana Ujueta, en los Tribunales de Pavas es de aplaudir.
Lo que no es de aplaudir es que la balanza de la justicia esté tan desequilibrada.
Mientras Rojas Araya sí irá a la cárcel sin ningún beneficio y ya ha descontado dos meses de prisión preventiva, el chofer Daniel Alberto Mora recibió una condena de 6 años, con arresto domiciliar, por la muerte de la ciclista Lucía Mata.
Mora, quien viajaba tomado y a más de 100 km/hora, también terminó con la vida de los ciclistas Mario Retana, de 49 años; Lenín Ortiz, de 46; Pablo Alcócer, de 54. Por estos casos no fue juzgado al llegar a un arreglo con las familias.
No estoy en contra de la condena de Rojas, porque también tengo mascotas y conozco sobre las desgarradoras agresiones a perros, gatos y otros animales, amén de los grandes y nobles esfuerzos que protagonizan cientos de ticos para rescatar a estas criaturas de Dios, pero definitivamente me suena totalmente desproporcionada la pena dictada por la muerte de seres humanos amantes del deporte y la condena por dos dos violaciones contra la perrita ocurridas en octubre del 2017 en San Josecito de Alajuelita.