Con la aguja de la corrupción pegada al techo, el gesto de solidaridad de Fernando Cruz, presidente de la Corte Suprema de Justicia, con Johnny Araya, alcalde de San José, hace que la quijada me pegue al suelo. No me acostumbro a un escándalo tras otro.
Cuando el alcalde josefino se iba a sentar en la silla caliente por presunto tráfico de influencias, el 25 de febrero, Cruz, para motivarlo, le mandó las mejores vibras.
“(Me llamó) Diciéndome que esperaba que todo saliera bien”. Eso le contó Araya a un tal Licho. La cálida llamada fue a las 4 p. m., reveló el OIJ.
Si Araya hubiera ido a participar al certamen Alcalde del año, pues el asunto hubiera sido diferente, pero nada que ver.
Esa muestra de cariño está en el expediente del caso Diamante destapado el pasado lunes. El OIJ registró el hecho en una llamada telefónica:
Johnny Araya. ¿Sabés quién me escribió un mensaje hoy?
Licho. ¿Quién?
Johnny Araya. Diciéndome que esperaba que todo saliera bien.
Licho. ¿Ajá?
Johnny Araya. Fernando Cruz, el presidente de la Corte.
Licho. Ah diay, qué bien, güevón.
Johnny Araya. Sí, sí, sí, buen gesto del viejo.
En su informe sobre la llamada, el OIJ describió el actuar del presidente de la Corte como “moralmente reprochable”
“Deja en evidencia dos puntos importantes: en primer lugar, los enlaces que tiene el encartado Araya dentro de nuestra institución, como lo es el más alto representante de la Corte Suprema de Justicia, a quien, según se denota en sus palabras, le tiene alta estima, pues incluso lo trata de ‘viejo’”, destacó el informe de los investigadores.
Sin palabras...