¡Está temblandooooo!, un salto de dos metros de la cama o del sillón, carrerón a buscar las llaves.
Unos lo sintieron corto pero como un riendazo, otros escucharon un estruendo y después el socollón, otros se marearon... fue como muy largo. Duró una eternidad.
A poner el tele a ver que dicen, los periodistas aparecen más pálidos que un bronceado con queso crema y solo dicen incoherencias. Le piden a la gente que empiece a llamar de cómo lo sintieron para sostener la transmisión y todo el mundo es experto.
Y sigue la recomendación de siempre, a mantener la calma aunque las canillas rechinan.
Al microsegundo de haber ocurrido el evento principal, como diría Marino Protti el trapito de dominguear del Ovsicori, queremos saber magnitud, ubicación, profundidad y todos a usar el sismógrafo, que como chip tenemos en la jupa, y se inicia la bateadera de cuántos grados fue.
Estas escenas pasaron el sábado anterior, con el sismo de 6.4 en la zona sur; la escena se repitió este martes a las 5:57 p. m., con el meneón que brotó en Higuito de Desampa y volvió a ocurrir este miércoles a las 3:15, con el semillazo de 7 grados.
Con tres sismos en menos de una semana el que brincó a buscar las llaves aun no las ha encontrado, ni las puso en un lugar adecuado para tenerlas a mano. Las reacciones de susto o terror se repitieron por igual las tres veces como ocurre desde que tenemos memoria.
Toditicos sabemos que vivimos en un país de alta sismicidad, del año pasado a la fecha llevamos casi 13 mil sismos. Sabemos que hay que tener planes de emergencia, pero siempre que tiembla reacionamos igual.
Solo espero que en escuelas y colegios al menos los educadores sí sepan como actuar por la seguridad de nuestros hijos.