Llega el viernes de moda, como se decía hace unos años, o la lamentable frase: ¡al fin viernes!, de Pilar Cisneros, para quien el fin de semana arrancaba a la 1:30 de la tarde, al terminar Telenoticias.
Frase que siempre repudié porque mientras ella jalaba a su “pedacito de cielo”, finca familiar en San Juan de Chicuá, Cartago, miles de ticos trabajan todo el fin de semana, en hospitales, fábricas, labores del campo, seguridad, y otras actividades.
Hay otros trabajadores que merecidamente agradecen la llegada del viernes, no obstante, dentro de ese grupo abundan también los irresponsables, quienes en este difícil momento de la pandemia desde hoy se pegarán la fiesta en sitios clandestinos.
Las regulaciones impuestas son básicas para la protección de la salud y la economía, como el sacrificio de imponer al comercio formal, respetuoso de la ley, horas de cierre tempraneras, limitaciones en cantidad de clientes, uso de mascarillas y otras medidas.
No obstante, todo eso lo incumplen centenares de lugares. En San Pedro, cerca del “mall”, el “Beach Club” es sede de fiestas clandestinas con cientos de asistentes que jalan hasta el amanecer.
La Policía le cayó el viernes, pero la seguridad privada no permitió el ingreso. Pulsearon una orden de allanamiento que llegó tarde y el consuelo fue hacer 57 partes por restricción vehicular.
El lugar es sede de fiestas clandestinas desde mayo y fue allanada en agosto.
¿Qué hacen la muni y Salud? El Poder Judicial podría agilizar las órdenes de allanamiento.
En resumen, autoridades pintadas en la pared y humildes policías frustrados por la descoordinación de sus líderes.