El 6 de octubre del 2006 un accidente de tránsito amenazó la vida de Francisco Durán, pero lo único que le pudo arrebatar fue la pierna derecha.
Este guerrero, hoy de 30 años, pasó nueve años de esas tres décadas metido en las salas de operaciones. Trataba de ganar una batalla que finalmente "perdió" (así, entre comillas) porque después de que eso ocurriera fue como haber ganado.
Francisco necesitó 52 operaciones, pines, tutores (pines externos), raspados y hasta 15 centímetros del hueso de una persona fallecida para darse cuenta de que la operación 53 tenía que ser para decir ¡no más!
O sea, al final él no perdió la batalla sino que más bien aprendió a ver que ese era el momento adecuado para retirarse y comenzar una nueva vida. Eso hizo y ahora no la cambia por nada aunque tenga que volver a pasar por el mismo dolor.
"No fue una decisión sencilla porque no era como cortarse el pelo, que uno sabe que le va a volver a crecer, pero al final no me arrepiento de haberlo hecho", asegura.
Casi dos años después de haber tomado la decisión más difícil de su vida sabe que también fue la mejor porque sin pierna tiene una vida mejor que la que tenía cuando gozaba de esa extremidad.
De hecho, dice que el accidente de tránsito significó un antes y un después en sí mismo porque el Francisco que era él antes del suceso no era el que él siempre había querido ser.
"Fue como una nueva oportunidad porque yo tenia 19 años y uno piensa que uno tiene todo y no es así. Para mi fue una nueva oportunidad, un nacer de nuevo. Uno a veces necesita un buen jalón de orejas y creo que yo lo merecía".
"Ahora soy una mejor persona, prendí a valorar cosas tan sencillas como la comida, ser agradecido o hasta ir al baño. Cuando uno no puede ni sentarse porque la pierna no lo deja o hay que estar en una posición supercomplicada hasta para hacer una necesidad es cuando uno aprende a ser agradecido con la vida", explica.
¿Qué pasó?
En 2006 Francisco tenía 19 años y trabajaba para una empresa de rotulación y un día le tocó ir a hacer un trabajo con un compañero.
Durán iba en el asiento del acompañante. Cuando circulaban por Pozos de Santa Ana el compañero que manejaba invadió el carril contrario y chocó contra una vagoneta.
Su compañero se fracturó la pierna derecha, pero de ahí no le pasó a más y a los días ya estaba fuera del hospital. Pero con Francisco fue diferente, también se dañó la pierna, pero además quedó prensado dentro del carro hecho pedazos.
Dice que le tomó muchísimo tiempo perdonar a su compañero, pero que Dios lo ayudó a hacerlo.
"Tener rencor con una persona es como echarse un veneno uno mismo todos los días, por lo que un día lo fui a buscar y nos perdonamos", cuenta.
Bicicleta
Fran, como le dicen sus seres queridos, ha sido un fanático del ciclismo desde niño, cuando iba a ver la vuelta a Costa Rica.
Por eso siempre quiso ser ciclista, pero, curiosamente, no lo pudo lograr sino hasta después de quedarse sin la pierna derecha.
Cuenta que comenzó a trabajar desde muy joven porque quería comprarse una bici para competir ya que sus papás no tenían la platica para dársela.
Sin embargo, recuerda que cuando empezó a ganar plata lo que menos hizo fue comprarse la bici y más bien se fue por malos rumbos.
"Comencé a salir a bailar y a tomar y me olvidé de la bicicleta, lo del accidente fue como una señal para que me quedara quedito", afirma.
Y vaya que lo hizo. Después del choque cambió su vida para siempre: se casó, tiene una hija de 11 meses y ahora se dedica tiempo completo al ciclismo aunque la mayoría de veces la situación económica apriete.
Francisco vive gracias a la pensión del INS que, aunque es mínima, sirve para darle un empujoncito al aporte de su esposa, la cual trabaja todos los días.
Mientras él cuida a su hija y se entrena todos los días con la intención de cumplir su sueño: representar al país en alguna competencia de ciclismo en el extranjero. Sabe que tiene condiciones para hacerlo y por eso no afloja.
Este año ya participó en la competencia Vuelta a Costa Rica by Le Tour de France y con el impulso de solo una pierna terminó la dura prueba, de 116 kilómetros.
"Fue muy curioso porque vi a gente con bicicletas superchuzas y con sus dos piernas bajándose de la bici porque no iban a terminar la competencia. Eso me dio coraje, pero a la vez orgullo porque ellos con dos piernas y uno con una y aún así la pude terminar y ellos no. Ah, y no entré de último", dice con la frente en alto.
Como si no fuera suficiente, este campeón tampoco cuenta con los recursos necesarios para entrenar y competir como se debe, ya que la bici que tiene no es la más óptima para su condición. Es una normal y le tuvieron que adaptar una funda a la par del asiento para que él pueda apoyar el único pedacito de pierna que le quedó, pero ni aún así se arruga. Él va por sus metas.
Lo mejor de todo es que él mismo lo sabe y por eso también dedica parte de sus días a dar testimonios de vida en colegios o empresas que así se lo pidan. Francisco no cobra por eso, pero agradece que por lo menos le ayuden para costear el transporte y llegar hasta cada lugar donde lo invitan.