Sucesos

Mujer que mató a su bebé: “Estoy tan cansada que le dije a un policía que me pegara un balazo”

Sentenciada asegura que descuenta doble pena, la que le pusieron los jueces y los golpes que constantemente le dan en la cárcel

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Grettel dice que lo único que quiere es que la dejen terminar la condenada sin pegarle a cada rato, le faltan dos años. Alejandro Gamboa Madrigal (Alejandro Gamboa Madrigal)

“Estoy tan cansada que un día de estos le dije a un policía que me pegara un balazo porque yo ya fui juzgada y condenada y estoy cumpliendo con la sentencia, pero me pasan de un ámbito a otro y me golpean y no hacen nada, los mismos oficiales han permitido que, en presencia de ellos, me agarren a patadas y cuando pido hablar con la directora me ignoran".

Quien hace la ruda confesión es Grettel Hernández Quesada, de 40 años, quien descuenta 20 años en la cárcel Vilma Curling (Buen Pastor), en San Rafael Arriba de Desamparados, por matar a su bebita de 18 días de nacida.

Asegura que está pagando una doble sentencia porque además de la condena hay otro castigo no oficial: las constantes palizas e incluso la han apuñalado.

A Hernández la sentenciaron en el año 2000 después de que su abogado le dijo que se sometiera a un proceso abreviado, es decir, que no fuera a juicio por el asesinato de su hija el 25 de agosto de 1998.

“Yo tenía dos hijos cuando quedé embarazada, fui al hospital y me dijeron que eran gemelas y que una estaba muerta. Me hicieron un examen y me dijeron que tenían que sacarme a la otra bebé, me hicieron cesárea, para mí fue impactante que me dijeran que mi bebé estaba muerta”, contó.

La mujer asegura que ella estaba con anemia y aún así logró, poco después, que les dieran la salida a las dos.

“Apenas yo salí me fui a ver a mi bebé donde la habían enterrado y le pusieron una cruz, en ese momento yo me sentía mal, como si estuviera metida en un hueco, sin ganas de nada, como si me quisiera morir”, narró.

Asegura que, incluso, trató de quitarse la vda, pero una de sus hijas le suplicó que no los dejará solitos.

“Un día estábamos en la casa mis hijos y la bebé, ella no dejaba de llorar, yo solo quería que se callara y la sacudí (explota en llanto), la puse en la cuna, y me fui para la cocina, me senté en una grada a llorar y llorar, mis hijos me pidieron comida, y después de darles de comer, cuando agarre a la bebé vi que algo le pasaba porque se le hacía la cabecita para todo lado.

"Yo le ponía los dedos en la nariz y no sentía que respiraba, mis otros hijos me preguntaban qué le pasó a la bebé, estaba lloviendo muy fuerte y le pedí ayuda a la vecina para que se quedara con mis hijos, ella pidió una ambulancia”, relató Grettel.

Cuando llegaron al Hospital San Francisco de Asís, en Grecia, la bebé ya estaba muerta.

“En ese momento yo caí en cuenta de lo que había hecho y empecé a vivir un infierno, yo nunca quise hacerle daño, yo solo quería que ya no llorara, la Policía me detuvo tiempo después porque yo tenía a mi hijo mayor hospitalizado, él sufría convulsiones.

“Mi papá me pagó un abogado que me dijo que me sometiera a un abreviado. Hasta que yo estuve en la cárcel supe que existía la depresión postparto e incluso la psicóloga me dijo que ella cree que eso fue lo que a mí me dio”, aseguró.

Según Hernández, cuando ella entró a la cárcel su delito era menos común, y aunque le pateaban el colchón y le gritaban, las agresiones eran menos que en los últimos seis meses.

Lleva casi 12 años en la cárcel y tiene puñaladas en el cuello y en una pierna que le pegó una compañera con la que compartía la celda y quien también sigue presa en el Buenpa.

Perdió oportunidad

Grettel recibió el beneficio de estar fuera de la cárcel dos veces por buena conducta, pero las dos ocasiones terminaron con órdenes de captura.

“Regresé en noviembre pasado a la cárcel por última vez, estaba evadida, mi mamá era quien más me apoyaba y me la mató un carro, y mis dos hermanos se ahorcaron con dos meses de diferencia, para uno estar libre necesita tener un recurso familiar.

"Cuando salí tenía pareja, trabajo y hogar, pero mi compañero me empezó a pegar y tuve que dejarlo, me fui a vivir a un hotel en San José y no me presenté a firmar porque tenía miedo de volver a la cárcel y el OIJ me encontró”, dijo.

La mujer asegura que es víctima de violencia en la cárcel. Ilustración Luis Felipe Quesada. (Luis Felipe Quesada)

Hernández ha estado en máxima seguridad, en otros ámbitos, y en celdas individuales porque según ella ahora el delito es más común.

“Aquí todo lo que a mí me hacen es por mi delito,así me lo dicen”, detalló.

Según comentó, en máxima seguridad un transexual hace poco la golpeó con un "palopiso", después un oficial le torció los dedos y otra policía la agarró por el cuello y se lo presionó y ese día tuvo que empujarla.

“El día que el oficial me agarró dijeron que iban a hacer una requisa por mi culpa, imagínese lo que eso significa, ese día se armó un motín porque frente a los de seguridad dejaron que otras reas me agarraran la cabeza a patadas y las de otras celdas trataron de defenderme”, dijo.

Duerme en el suelo

La mujer asegura que constantemente le roban sus pertenencias, además, aunque ahorita está en un cuarto con una compañera que la amenaza, le toca dormir en el suelo porque el camarote que le asignaron la otra rea lo usa para poner sus cosas personales.

“Estoy viva porque Dios es muy grande, pero estoy cansada de que los oficiales se presten para que me agredan, que yo pida hablar con la directora o la trabajadora social y no se pueda, además, que le mientan al juez cuando mandan los informes porque a veces ponen que yo tengo problemas de convivencia, pero no detallan por qué”, dijo.

Hernández asegura que tiene miedo de que uno de estos días la apuñalen otra vez o hasta la maten.

“A mí no me importa en que celda me metan, pero que me dejen descontar mi sentencia tranquila y segura.

“Yo siempre pienso en mis hijos, no los puedo olvidar, ellos fueron separados y dados en adopción, incluso, después de que murió la bebé tuve otra hija que también fue dada en adopción. Ya ellos son mayores de edad, la sentencia más grande para mí es lo que fui capaz de hacer, mi mayor castigo es no tenerlos y nunca fui una mala mamá, pasé carencias, pero siempre rodé con ellos y los protegí”, aseguró

La mujer tiene varias cicatrices en su cuerpo y las mostraba cada vez que le preguntamos sobre el tiempo que ha estado presa.

La bebé tenía 18 días de nacida. Fotografía: JOHN DURAN (John Duran)
Silvia Coto

Silvia Coto

Periodista de sucesos y judiciales. Bachiller en Ciencias de la Comunicación Colectiva con énfasis en Periodismo. Labora en Grupo Nación desde el 2010.

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