Un milagro en medio de la tormenta; perfectamente, así se podría describir lo que sucedió con Neithan David Rodríguez Gómez, un bebé de tan solo 10 meses, que a su corta edad tuvo que enfrentarse a uno de los desastres naturales más grandes en la historia del país y logró salir sin un solo rasguño.
Neithan fue uno de los sobreviviente más jóvenes de la tragedia causada por el huracán Otto, el cual dejó muerte y caos a su paso por nuestro país, el jueves 24 de noviembre del 2016. Ese fenómeno cobró la vida de 10 personas en Costa Rica, tres de ellas eran niños.
Ocho años han pasado desde esa terrible situación y ahora Neithan es un niño de 8 años muy alegre; sin embargo, su mamá, Katherine Gómez, contó que la vida de su pequeño tuvo un antes y un después tras el paso del huracán Otto, el cual causó una mortal cabeza de agua en Bijagua de Upala.
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“En cuanto a Neithan vieras que aunque fuera tan pequeñito, con apenas diez meses, sentimos que esa situación le cambió mucho el carácter, y la forma de ser de él. Aunque uno piense que un bebé de diez meses no se va recordar de nada vieras que sí le afectó en ciertas cosas; a veces, es nervioso, inseguro en muchos aspectos y, de cierta manera, son como algunas secuelas”, dijo Gómez.
Para Katherine lo que sucedió esa noche fue un verdadero milagro, no solo porque su bebé salió sin un solo rasguño, sino porque toda su familia sobrevivió, pese a que quedaron, prácticamente, enterrados debajo del segundo piso de una casa, mientras esos escombros, junto con ellos, eran arrastrados varios metros por una cabeza de agua.
“Estamos enormemente agradecidos con Dios, porque nos cuidó lo principal, que eran nuestras vidas, porque eso es lo único que no se puede reponer, lo más importante era salir así con vida para seguir luchando”, dijo Gómez.
“Él (Neithan) conoce la historia, le hemos enseñado videos de las entrevistas, fotos de cómo quedaron los escombros de la casa, de la que tuvimos que salir, él sabe todo lo que pasó, que sobrevivió a eso tan terrible”.
— Katherine Gómez, mamá de Neithan.
Tragedia en la oscuridad
Aunque ya han pasado ocho años desde el paso del huracán Otto, Katherine y toda su familia siguen teniendo muy presente lo que vivieron esa noche del 24 de noviembre del 2016, cuando Otto golpeó con toda su fuerza la comunidad de Bijagua de Upala, en la zona norte del país.
“Ese día todo fue muy rápido, no había corriente eléctrica, estábamos a oscuras. En ese momento nos encontrábamos en la casa de mis papás; mi esposo y yo habíamos ido a nuestra casa, que quedaba atrás, para levantar algunas cosas y que no las dañara el agua. Ahí fue cuando él escuchó un ruido muy fuerte y decía que era el viento, pero mis papás le decían que eso no era el viento”.
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Katherine recordó que ella, su esposo, Neithan, sus papás y su hermana estaban en la cocina de la casa, pero decidieron irse a la sala, fue en ese momento, en un abrir y cerrar de ojos, que todo se convirtió en un caos.
“Se escuchó un ruido muy fuerte y fue cuando se cayó el techo de la cocina y el segundo piso de la casa; eso ocurrió en cuestión de segundos, no tuvimos tiempo de reaccionar, no sabíamos ni siquiera qué había pasado, porque todo estaba totalmente oscuro”, recordó.
Relámpagos los guiaron
Katherine manifestó que cuando la casa les cayó encima ella quedó junto a su esposo, su bebé y una hermana, En ese momento fue que empezaron a luchar por sus vidas, pues sabían que quedarse ahí eran firmar su sentencia de muerte.
“Quedamos debajo de un piso que la losa era de cemento; nosotros salimos por un hueco, que apenas alcanzamos a ver por los relámpagos que iluminaban un poco. Como estábamos cerca de la puerta como que nos ayudó el marco porque quedó como inclinado y creo que por ahí logramos salir. Al siguiente día no entendíamos cómo lo hicimos, porque no había espacio”, detalló.
Afortunadamente, los papás de Katherine también salieron con vida; su papá fue quien la pasó peor, pues cuando la casa se vino abajo el quedó acostado y todo el barro le pasó encima, pero logró ingeniárselas para salir de entre los escombros.
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Tras escapar de lo que había quedado de la vivienda de sus papás, la mayor preocupación de Gómez era ver cómo se encontraba el pequeño Neithan, pues claramente, era el más vulnerable de todos. En ese momento fue que se dio el segundo milagro.
“Hasta la ropa que llevábamos puesta nos quedó rota, teníamos moretes y golpes, el único que no tenía ni un solo golpe era el bebé. Como quedamos tres adultos él quedó como en medio de nosotros; sí estaba sucio, pero no tenía golpes ni nada, porque nosotros como que lo protegimos entre los tres y los ángeles nos protegieron a nosotros”.
“A nosotros nos pasó el agua, el barro, nos pasó todo, el agua nos llegaba al pecho. Uno no entendía la magnitud de lo que pasaba ahí”.
— Katherine Gómez, mamá de Neithan.
La muerte les pasó cerca
Hasta el día siguiente fue cuando Katherine y su familia se dieron cuenta de lo que había pasado, y como Otto había destruido lo que una vez fue un barrio muy tranquilo.
“Unos metros para arriba de la casa de nosotros había una quebrada que, prácticamente, estaba seca, pero esa noche de la montaña se vino una cabeza de agua, que conforme avanzaba iba creciendo más, y en el momento en que llegó a la carretera la alcantarilla no soportó, entonces el agua se desvió y la cabeza de agua fue agarrando las casas”, describió la señora.
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La muerte estuvo rondando de cerca la casa de la familia de Gómez, ya que aunque ellos lograron salir con vida de ese lugar, varios de sus vecinos no contaron con la misma suerte.
“La cabeza de agua se llevó primero la casa de mi primo, con la esposa y la bebé, después agarró la casa de la vecina de nosotros, que era la profesora. Ella, lamentablemente, también falleció con el hijo de 11 años. Mi casa estaba atrás de la de mis papás y se la llevó por completo, ni siquiera quedó el piso y la casa de mis papás la botó por completo”.
Las víctimas mortales de esa tragedia fueron Kattia Vanessa Argüello, de 30 años, y su bebita Bianka, de un año y siete meses; además de la profesora Isabel Picado Castro y su hijo Israel, de 11 años.
“La esposa de mi primo quedó justo al lado abajo de donde quedaron los escombros de la casa de mis papás, de donde nosotros salimos. El cuerpo se encontró ahí al día siguiente. La profesora y el hijo de ella, que eran nuestros vecinos, si quedaron varios metros abajo, porque el agua la arrastró bastante”.
Según Katherine, su familia no corrió con la misma suerte; primero, gracias a Dios, y segundo, porque la casa en la que se encontraban no fue golpeada de lleno por la cabeza de agua, además de que los escombros quedaron prensados en unas palmeras, lo que impidió que siguieran siendo arrastrados.
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“Al día siguiente no entendíamos de dónde habíamos salido, porque no había espacio para pasar, pues la casa era de dos pisos y nosotros estábamos en la primera planta y esa parte quedó prácticamente aplastada. Aún hoy no entendemos cómo lo logramos”, recordó.
Empezar desde cero
El día en el que la cabeza de agua arrasó con todo en Bijagua fue muy duro para el pequeño Neithan y su familia, pero lo más complicado vino después, pues ellos salieron de los escombros con las manos vacías, por lo que tuvieron que empezar sus vidas desde cero.
“Fue bastante duro porque en el momento ni siquiera teníamos ropa, no tenía ni con que cambiar al bebé esa noche; gracias a Dios, una amistad nos dijo que nos fuéramos para la casa de los papás y ahí nos acogieron, nos prestaron ropa y al bebé tuvimos que ponerle ropita de una niña de cuatro años, porque no teníamos nada para él”, recordó la mamá del pequeño.
Gómez aseguró que en esos momentos de angustia y dolor vieron la solidaridad de todo un país, pero especialmente, la del pueblo de Upala, pues decenas de personas se unieron para hacer donaciones y darles ese empujón que necesitaban para salir adelante.
“Mis papás primero se fueron a vivir a una casa que había sido de mi abuela, quien ya había fallecido, y estaba desocupada. Después, dos de mis hermanos que trabajaban para un almacén de construcción, uno de los socios le donó a mi papá una parte de lo que era la obra gris en prefabricado y como ellos trabajaban ahí le completaron el resto. Entonces ya mi papá después levantó la construcción, en una colina ahí cercana.
“Mi esposo trabaja en la represa y ahí tenían una casa desocupada, entonces nos prestaron la casa por tres años y ahí, a como pudimos poco a poco, fuimos levantando nuestra casita y, gracias a Dios, ahí vamos, a puro trabajo y esfuerzo”.
Aunque el tiempo ha pasado y el huracán Otto ahora es solo una pesadilla que ya se esfumó, Katherine dijo que ese amargo momento aún persiste en la mente de algunos de sus seres queridos.
“Cuesta mucho (olvidar lo que pasó), al menos mi hermana y mi mamá, cuando llueve mucho, como que se preocupan, les agarra estrés. Ha costado salir de eso”.