Santiago Lam Murillo estuvo a punto de perder la pierna derecha hace 32 años debido a la mordedura de terciopelo y aún enfrente las secuelas.
Nos contó que cada 7 de julio se cumple un año de aquel suceso ocurrido cuando él tenía 20 años.
Lam se encontraba en Gallardo de Puerto Jiménez, en la zona sur del país, con su hermano; se dedicaban a la extracción de oro y un día en el que iban caminando hacia las labores debían pasar por una quebrada, dos perros que los acompañaban se les adelantaron y, sin que los hermanos lo notaran, alteraron a la culebra.
Cuando Santiago pasó por donde estaba el animal solo sintió el “golpe” casi a la altura de la rodilla.
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“A las terciopelos les gusta lo fresco y entre las hojas en la montaña no se distinguen, es como cuando uno anda con ropa camuflada. Quince minutos después de la mordedura comencé a tener problemas de la vista y me sangraban las encías, yo me trataba de limpiar con la lengua, como cuando uno tiene un pedacito de carne en un diente”, recuerda Santiago, quien detalla que la serpiente que lo mordió medía dos metros y una cuarta.
“Es un dolor que uno se revuelca, es inexplicable lo que uno siente en ese momento”, dice.
Cuando ocurrió el accidente uno de sus hijos estaba por nacer, lo cual agravó lo que sentía. Vio a la muerte pasarle cerca.
Después de la mordedura, a Lam lo llevaron al hospital de Golfito, donde lo tuvieron tres días.
“Yo no me acuerdo de nada de esos días. Decía mi mamá que ni una gota de orines hacía yo y que estaba tan mal que ella les dijo a los doctores: ‘denme el güila, yo me lo voy a llevar para San José'. Yo tenía algunas partes de la pierna negras todavía, pero en eso le dijeron a mi mamá que yo estaba tan mal que me iban a llevar en avión”, contó.
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Al llegar al hospital le pusieron bicarbonato en el suero, él vomitaba y recuerda que los doctores le marcaron la pierna porque se la iban a amputar.
“Me veía un doctor de apellidos Blanco Arroyo, mi mamá lo vio y le dijo: ‘si mi hijo se tiene que morir, se va completo, esa pierna se la voy a ofrecer a la Virgen de Los Ángeles’; estaba ese doctor y cinco más, ellos me la querían cortar y el doctor Blanco le dijo a mi mamá: ‘si el hueso no tiene gangrena, no se la corto’ y ella le dijo: ‘está bien, yo voy a ofrecer esa pierna’. Cuando yo estaba en cirugía ya mi mamá iba en el bus para la basílica”
Cuando Santiago despertó sintió no podía respirar y empezó a sacarse una de las mangueras que le habían puesto. .
“Una de las personas me preguntó ‘¿puede respirar bien?’ y le dije ‘sí' y me terminó de ayudarme a quitármela. Si yo no me hubiera quitado esa manguera estaría muerto”, afirma.
Pasó ocho días en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) y cinco meses más internado en salón.
“En la UCI me operaban a diario, mi pierna era como ver un bistec cuando se quema por el frío, se pone negro y hay que cortarlo para ir sacando lo malo (infección). Cuando ya me pasaron a ortopedia me operaban de día por medio y así fue disminuyendo, me ponían una gasa que se pegaba al hueso y la piel y al quitarla se volvía completamente amarilla”.
Los médicos lograron salvarle la pierna, pero por todo lo que le hicieron como --según sus palabras-- “como un pingüino”, así que le practicaron una cirugía para alzarle el pie, le colocaron unos pines para que pudiera caminar bien.
“Una persona que me ve jamás imagina lo que me pasó, en mi caso lo que más afectó fue que la serpiente me mordió en una vena, es un milagro tener la pierna”, dice.
Lam reconoce que la serpiente estaba quedita y que fueron su hermano y él quienes invadieron la montaña; al sentirse amenazada, la terciopelo solo reaccionó.
Cuenta que aun en la actualidad, cuando hace mucho calor o hace luna llena le afecta mucho.
“Tengo un daño en las venas, no tengo una circulación normal, nunca me pueden faltar las pastillas de aspirina. El problema no es tanto para abajo sino de la cintura para arriba, tengo unas varices, camino todo lo que puedo, pero sí me afecta”, dijo.
Nos contó que después de la mordedura les agarró miedo y respeto a las serpientes.
Este sobreviviente nos contó que si se topa con otra terciopelo y tiene que matarla, lo hará. Ya una vez le pasó, pero la serpiente no lo mordió, se quedó en el “casi-casi”.
“Lo que me pasó a mí es algo que se lleva para toda la vida”, concluyó.