Siete machetazos en la cabeza y cuatro profundos cortes en la espalda que le perforaron un pulmón y un riñón, dejaron al borde de la muerte a Sonia Obando.
Esta valiente mamá sufrió el ataque cuando cumplía con su rutina de correr 11 kilómetros diarios por las mañanas en Caldera, Puntarenas.
El responsable fue un despiadado que solo quería asaltarla para robarle una cadenita y unas argollas de oro, unas tenis marca Nike y un reloj negro marca Garmin, que tiene varias funciones, como medir distancias y el ritmo cardíaco. El tipo sigue en fuga.
La brutal agresión ocurrió el miércoles 5 de enero anterior, pasadas las 6 a.m., en la ciclovía de Caldera.
Obando, de 47 años, estuvo en condición delicada en el hospital Monseñor Sanabria, donde los médicos le salvaron la vida y le dijeron que debe cambiarse el nombre para ponerse ‘Milagro’, porque lo que sufrió no lo resiste cualquiera.
Ella afirma que pensar en sus hijos fue lo que le dio fuerzas para mantenerse viva.
Aunque ya le diera la salida del hospital, sigue bajo estrictos cuidados, debe andar con sonda, no puede hacer fuerza y debe mantenerse en control, por ejemplo, el próximo 10 de febrero tiene cita de seguimiento.
Fingió estar muerta para vivir
“Yo iba trotando y vi a una persona que venía hacia al frente mío, pero la vi como alguien normal, no le tomé importancia, seguí corriendo y cien metros más adelante como que se devolvió, sentí que me pasó a la par, se me adelantó y se me paró al frente, vi que sacó un machete o cuchillo, no lo vi bien, solo vi el mango negro donde se sostiene.
“No pude ver más, me di vuelta de inmediato y me tiré al centro de la calle para pedir ayuda, pero desgraciadamente en ese momento no venían carros, solo un camión, de manera desesperada le hice señas de parada, pero no me paró, seguí corriendo a un lado de la calle, pero el tipo venía en bicicleta y fue cuando él me dio una patada y me tiró a la orilla de la calle, por el monte, se me tiró encima, gritaba, me cortó la blusa y con la misma me amarró los brazos y los pies hacia atrás, luego me metió trapos en la boca”, recordó Obando.
La víctima estaba boca a bajo y casi no podía ver al agresor.
Cuando el tipo le quitó las pertenencias, ella pensó que ahí terminaría la tortura; sin embargo, apenas comenzaba lo peor.
“Me amarró más fuerte las manos y me arrastró hacia al fondo, ahí me comenzó a machetear, no pude ver porque me prensó boca abajo”, relató.
Asegura que en ese momento solo pensaba en sus hijos, sobre todo en el de 21 años que vive con ella y no quería dejarlo solo, porque el esposo de ella y papá del él falleció hace seis años.
“En el momento me hice la muerta y no me moví más, no sé si perdí el conocimiento, pero cuando reaccioné, lo que recuerdo es que levanté la cabeza para ver si escuchaba la bulla del tipo, al no escucharlo me comencé arrastrar, no sé cómo se me soltó una amarra de un pie, luego el otro, no sé cómo me paraba, pero volvía a caerme porque no tenía fuerzas, hasta que logré llegar a la orilla de la calle”, contó la valiente.
Unas muchachas que también iban corriendo se asustaron al verla bañada en sangre, pensaron que se trataba de una indigente, pero la reconocieron y de inmediato pidieron ayuda.
Nadie respondía al llamado de auxilio hasta que una ambulancia que pasó al rato la trasladó al centro médico.
“Los doctores estaban muy preocupados por las heridas de la cabeza, pero en el TAC no salió nada, estas no me tocaron el cerebro. Ahorita ando con un catéter en el riñón y me pusieron un parche en el pulmón, la primera semana fue muy dolorosa, pero como los médicos me dijeron, mi recuperación ha ido rápida y soy un milagro de Dios al sobrevivir todo eso”, recordó.
Además, le pusieron sondas para drenar el riñón y el pulmón, también para que hiciera sus necesidades fisiológicas. Fue necesario hacerle transfusiones de sangre y para calmarle el dolor le dieron morfina.
Comenta que la familia en un momento pensó que iba a morir, pero agradece seguir con vida, aunque ya nunca más volverá a correr.
“La recuperación aún me falta, es un proceso largo, pero le prometí a Dios no volver a correr, esta es una página que ya pasó, a Dios le dije: ‘Ya me cuidaste esta vez, me estás previendo de algo y no lo volveré hacer’, cuando pueda volveré al gimnasio, pero a correr en la calle nunca más”.
Ella también le pide a sus amistades que por favor no salgan a correr porque teme que le hagan lo mismo.
“Las heridas en la espalda casi me tocan la columna, eso me hubiese dejado postrada en una cama o peor, casi pierdo la vida por una persona que ni sé quién es, es lindo correr, lo mío era eso, pero le pido a los deportistas tener cuidado, no andar solos, es peligroso”, concluyó.