El recuerdo de cinco niños quedo marcado en el corazón de los vecinos de Sagrada Familia, en el sur de San José, luego de que sus vidas se apagaran cuando un incendio arrasó con la casita donde vivían con su mamá, quien de un momento a otro, perdió a sus pequeños varoncitos de 11, 10, 8 y 6 años, y una niña de cinco añitos.
“Han pasado muchos años de esa desgracia, vea con solo recordarme se me eriza la piel, porque fue muy triste. Yo recuerdo porque acababa de cumplir 15 años; ellos murieron en la casa, y para todos eran y son los niños de Sagrada, es un recuerdo de dolor para el barrio”, dijo Ana Solano, vecina de esa comunidad.
“Aquí los jóvenes saben de esa tragedia, porque nosotros los más viejos les contamos. A mí me marcó ese incendio, pero va a existir un momento en que ya nosotros faltemos y todo quede en el olvido, pero por ahora yo pido por ellos y por su madre, de quien jamás volví a saber nada de ella. No sé cómo logró salir adelante luego de vivir un dolor así, otra vecina sí la vio en otro lugar muchos años después”, añadió doña Ana.
Esta tragedia ocurrió la noche del 28 de enero de 1971, a las 8:15 de la noche, cuando un insoportable olor a humo puso en alerta a los vecinos de que algo malo pasaba.
Aquella noche, 12 casas ubicadas 100 metros al este y 150 metros al norte de la iglesia católica, se quemaron y jamás volvieron a ser levantadas.
Las llamadas no se hicieron esperar, las unidades de Bomberos de San José y Barrio Luján llegaron a batallar con las lenguas de fuego que se veían desde lejos.
Más de 60 personas observaban como sus casas se quemaban por completo, apenas habían logrado rescatar unas pocas pertenencias.
“Mis papás me hicieron sacada de la casa, no estábamos cerca, pero era demasiado humo y era de noche. Mi papá decía que si no salíamos y el fuego llegaba hasta mi casa capaz que había una tragedia. Nos mandaron a esa hora donde mi abuela que vivía por la famosa pulpería la Peseta”, relató la vecina.
En medio del fuego, el llanto y la desesperación, nadie recordó que en una de las casitas afectadas estaban los cinco hijitos de una señora de apellido Fuentes.
Durante el día, la señora siempre estaba con ellos, pero como trabajaba de noche y por miedo a que algo les pasara o les hicieran un daño, los dejaba encerrados, y le ponía un candado a la puerta de la casa. Eso provocaba que los vecinos pensaran que dentro de la humilde casita no había nadie.
Con el fuego declarado, los lugareños ayudaban a los bomberos a tratar de apagar el incendio, que convirtió en ceniza seis casas, y seis pequeños apartamentitos que había en una sola propiedad.
Según el diario La Nación del 29 de enero de 1971, los bomberos tardaron casi una hora para poder apagar el siniestro.
El bombero pensionado Álvaro Escalante, quien falleció a 2017, recordó anteriormente como si fuera ayer lo ocurrido esa noche, durante casi una hora los apagafuegos lucharon contra las llamas.
“Cuando se preguntó si había posibles víctimas los vecinos aseguraron que no; cuando se extingue el fuego, nosotros por protocolo tenemos que hacer una inspección. En ese momento fue algo terrible, que nunca se me olvidará; en una de las casas afectadas estaban los chiquitos fallecidos, era contar uno, aquí hay otro y así hasta llegar a cinco”, relató don Álvaro quien atendió aquella emergencia.
Antes de fallecer, en el 2017 a los 84 años de edad, don Álvaro aseguró que aquella escena les sacóo las lágrimas a él y a sus compañeros.
“Era una casita de madera de esas que en cinco minutos quedan en cenizas, los niños murieron asfixiados”, relató.
“Uno se alumbraba con candela y por eso pasaban muchas desgracias. Hasta donde recuerdo, supuestamente, la vela se cayó por el viento y se quemó todo donde estaba los niños”, relató la vecina.
Los niños trataron de escapar, pero quedaron juntitos.
Los cuerpecitos fueron sacados en camillas de la Cruz Roja, lo que provocó que los lugareños estallaran en llanto.
Pero aquella tragedia apenas empezaba para la madre de los chiquitos, pues como ella no regresaba, los oficiales ayudados por los vecinos la salieron a buscar para darle la noticia. Cuando la encontraron cerca del periódico La Prensa Libre en San José, la llevaron al barrio. Ya los cuerpitos habían sido llevados a la morgue, y poco después el jefe de la policía le comunicó la horrorosa tragedia.
El padre de uno de los niños también llegó al conocer la fatalidad.
Los dos padres sufrieron crisis nerviosas, por lo que tuvieron que ser trasladados al Hospital San Juan de Dios, y fue otro hijo de la mujer, que se había ido a vivir con una pariente, quien reconoció los cuerpecitos de sus hermanitos.
Los restos de los pequeñitos fueron llevados a la caseta policial de Sagrada Familia y ahí los vecinos llegaron para despedirse.
“Era un mar de gente el que se quería despedir de esos niñitos”, dijo doña Ana Solano.
El funeral se realizó la tarde del 29 de enero de 1971.
“Las campanas repicaban en la iglesia, y las cajitas con los cuerpos iban una detrás de la otra. Qué sufrimiento, me parece revivir ese momento en la calle principal, yo bien agarrada del brazo de mi mamá. Luego, ellos fueron enterrados en el cementerio Calvo”, dijo la vecina.
El incendio dejó daños por 40 mil colones, pero las familias afectadas por el fuego decidieron empezar su vida de cero en otros lugares.
Amargo recuerdo
Don Carlos Camacho vive a 125 metros de donde ocurrió la desgracia, tiene 86 años, y una memoria que se la desea cualquier jovencito.
“Vea yo me acuerdo, eso es algo que a uno nunca se le saldrá de la mente, porque yo hasta ayudé a sacar cosas de las casas. Eso fue un infierno, y todos se preocuparon por lo material y ninguno se acordó de los angelitos. Uno sentía culpa, sin tenerla porque fue una desgracia, pero nunca los escuchamos ni gritar. Eso fue algo que marcó la vida de muchas personas aquí en la comunidad, uno de los hijos míos se llama Carlos y no por mí sino porque así se llamaba uno de los niños, que siempre nos saludaba. Qué dolor y qué recuerdo”, dijo.
Camacho asegura que él le agarró tanto miedo a los incendios, que cuando escucha una sirena lo primero en lo que piensa siempre en los niños.
“Yo le he contado de esa tragedia a mis nietos, ya están grandes, pero siempre pasaba de necio diciéndoles a mis hijos que apagaran todo bien, qué cuidado prendían una candela, que por favor dejaran las llaves en la puerta por la noche, porque en una emergencia así podía salir, y en la casa de una de mis hijas una vez hubo un conato de incendio y casi me muero, por dicha lograron salir”, dijo.
Doña Ana asegura que su mamá contaba que esa noche había demasiado humarascal y que a ella, los gritos de dolor y desesperación de la mamá de los niños le quedaron grabados para siempre.
“Mamá decía que ella (la mamá de los niños) pensó que ellos habían logrado salir, después de que los enterraron nadie volvió a saber de ella, pero nosotros creemos que no quería volver a saber de este pueblo y, posiblemente, ni siquiera pasar por aquí, porque a nosotros, que éramos vecinos, nos dolió y todavía nos duele mucho”, dijo.
De la mamá de los niños no aparecen direcciones ni números de teléfono.
Según Bomberos, este es el incendio con la mayor cantidad de niños fallecidos en la historia de nuestro país.