Es sabido por muchos que el fenómeno del sicariato en Colombia tuvo su punto de ebullición mientras Pablo Escobar, el Capo de Capos, dirigía el cartel de Medellín.
De la formación de su ala violenta se desprendió una infinidad de mitos, rituales y prácticas que realizaban los asesinos a sueldo para que les fuera bien en su tarea.
Entre ellas, una de las que han sido verificadas es el rezo que hacen los gatilleros antes de cumplir con su tarea, antes de ir a matar. Le rezan a María Auxiliadora, se colocan rosarios en alguno de los tobillos, en el cuello y hasta en una de las muñecas.
Es una especie de bendición que se quieren asegurar para que todo salga bien.
Esa influencia colombiana, reflejada en la conducta de los delincuentes nacionales, impulsó hace unos ocho años al escritor Juan Carlos Gómez a publicar el libro llamado "El Rezo del Sicario", en el que comparte mucho de lo que vivió como investigador en la década de los noventa al trabajar muy de cerca de organismos como la DEA y el FBI.
Dos de las experiencias que comparte son bien interesantes. Una la vivió en Cieneguita de Limón en los noventa, cuando lo invitaron a ver un gimnasio de sicarios y la otra cuando se dio cuenta del tráfico de armas de Costa Rica hacia Panamá. En esa ocasión descubrió que los narcos pagan la cocaína con armas.
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Gómez asegura que en Costa Rica hay sicarios (no homicidas profesionales o "todólogos", como les llama el OIJ) y aunque el término es un colombianismo en el fondo su significado se aplica siempre para referirse a la tarea que cumple el gatillero que es matar.
"Que el sicariato existe, existe. Que es un término muy bien acuñado en Colombia, no importa. Eso no desnuda que no exista. Es fácil cerrar los ojos o querer ver otra cosa, puede ser muy conveniente para algunos. Pero que hay gente que paga para matar, como que es difícil no creerlo", expresó el escritor.
El experimentado funcionario reconoce que una vez que un gatillero vence el primer objetivo eso le basta para llenarse de confianza.
"El paso más difícil es matar el primero, el resto se van resbalados. Si no lo mata la culpa, el resto se va resbalado. Siente que han ganado confianza. Las cifras de crímenes sin resolver les da confianza", comentó Gómez.
Para el escritor no cabe duda que el problema se ha hecho más grande por más esfuerzos de las instituciones nacionales.