Por momentos se veía tranquilo y en otros inquieto, de vez en cuando sonreía y en una ocasión le entró la malacrianza.
Así de cambiante fue el comportamiento que tuvo el llamado “monstruo de Liberia”, un hombre de apellidos Ríos Mairena, en la primera audiencia del juicio en su contra por la masacre que sucedió el 19 de enero del 2017 en el barrio La Victoria de Liberia.
El juicio se inició a las 9 a.m., en los tribunales de justicia de Liberia, dentro de una sala llena de familiares de los fallecidos.
Las víctimas mortales fueron Joseph Briones, de 22 años; Stephanie Hernández, de 23; Dayanna Martínez, Ariel Vargas e Ingrid Massiel Méndez, los tres de 24 años.
Vestido con una camisa blanca, jeans azules, zapatos cafés y con una sonrisa medio burlona fue como Ríos Mairena entró a la sala de juicio. Pero la cara le cambió en segundos y se puso malcriado con uno de los custodios que lo llevaba hasta su silla.
José Francisco Herrera, abogado de Mairena, debió intervenir para tranquilizar a su cliente, a quien le dio varias palmaditas en el brazo izquierdo.
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“Él venía muy bravo, muy malito porque la gente de Cárceles (del OIJ) lo ha tratado un poco grosero. La gente lo ve como una persona demasiado mala, eso hay que limpiarlo”, dijo Herrera.
Dolor y desmayo
La aparición de Ríos Mairena causó toda clase de sentimientos en los familiares de las víctimas. Muchos no pudieron contener las lágrimas debido a la ira que tenían, y una joven fue la más afectada.
Al ver cara a cara al sospechoso de la masacre la muchacha no soportó más y se desmayó.
Familiares y el personal de seguridad de los tribunales la sacaron alzada para que fuera atendida. La joven se repuso, pero decidió no volver a la sala. Según trascendió, la afectada es hermana de Ingrid Massiel Méndez.
Muy cambiante
Durante el resto de la audiencia declararon la menor sobreviviente a la masacre (quien dio su declaración en privado), la mamá de Ariel Vargas, Francisca Condega, y tres agentes del OIJ que participaron en la investigación. Ríos Mairena se comportó de distintas formas mientras esas personas hablaban.
La mayoría del tiempo estuvo sentado en su silla pero inclinado hacia adelante, con los ojos fijos en cada uno de los testigos que iban siendo llamados por la fiscal Aymee Caravaca.
Por momentos se ponía muy inquieto, como con ganas de salir corriendo. Ponía la frente sobre la mesa delante de él, se recostaba a la silla y se cruzaba de brazos y finalmente volvía a la misma postura en la que no le quitaba los ojos de encima a los testigos.
Incluso a Ríos le dio por jugar de abogado durante el debate. Agarró el enorme expediente que tenía su defensor y empezó a leerlo, pasando una a una cada página con el índice de la mano derecha que se mojaba con saliva.
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Aunque se mostró muy inquieto durante toda la audiencia, el único lugar hacia el que no volteó a ver fue al lado de la sala donde se encontraban los familiares de las víctimas.
Cuchillo como despertador
En el juicio la fiscal Aymee Caravaca presentó la acusación en contra de Ríos Mairena, en la cual dio detalles de cómo el sospechoso habría cometido la masacre.
Según la fiscal todo inició cuando Ríos entró silenciosamente a la casa donde estaban durmiendo los jóvenes, dirigiéndose de inmediato al cuarto en el que estaban durmiendo Joseph Briones, su novia Stephanie Hernández y la menor de 14 años de edad.
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De manera abrupta y con un cuchillo en la mano los despertó y los obligó a salir del cuarto para llevarlo a donde estaban durmiendo Ariel e Ingrid Massiel, a quienes despertó pasándoles el cuchillo por las piernas
“Seguidamente obligó a Ariel a amarrar a Joseph, a Ingrid Massiel, Stephanie y a la menor de edad de pies y manos. Una vez que estaban imposibilitados para defenderse amarró a Ariel y para asegurarse que no se iba a soltar y apretó las amarras que este había hecho”, dijo la fiscal.
Luego Ríos Mairena se dirigió al cuarto en el que estaba Dayanna, a quien quiso engañar diciéndole que no les haría daño a los demás si ella aceptaba salir de su cuarto.
“Se dirigió hacia el cuarto en el que estaba Dayanna y procedió a persuadirla para que saliera, prometiéndole que no les iba a hacer nada, a lo que ella respondió 'muchacho, ¿usted me jura que no nos va a hacer nada?'. Él insistió para que saliera a lo que ella dijo 'es que me estoy descomponiendo, muchacho'. Ríos se enfurece y le dice que si no sale va a matar a todos, finalmente el hombre entra y saca a Dayana hasta el cuarto donde estaban los demás”, añadió la fiscal.
Una vez con todas sus víctimas amarradas y sin posibilidades de defenderse, Ríos Mairena procedió a iniciar la masacre, matando primero a Joseph.
Luego de acabar con Ariel y Dayanna se abalanzó sobre la menor a la que también apuñaló. La joven se desmayó lo que hizo que el sospechoso pensara que la había asesinado.
De acuerdo con el Ministerio Público, Ríos dejó de última a Ingrid Massiel, con la que aparentemente tenía algún tipo de fijación de carácter sexual.
Pruebas conocidas
En este primer día de juicio la Fiscalía presentó entre sus testigos a tres peritos del OIJ que participaron en la investigación. Sus declaraciones se enfocaron en pruebas que ya habían sido dadas a conocer meses atrás.
Una de las investigadoras –de apellido Oviedo– habló de cómo ella encontró la huella de una palma ensangrentada en una de las paredes de la habitación donde fueron asesinados los estudiantes.
Oviedo explicó que tras realizar las respectivas pruebas para comprobar de que se trataba de sangre humana, determinaron que la huella tenía 14 puntos de coincidencia con la de Ríos Mairena, lo que de inmediato lo situaba como sospechoso.
Por su parte, otra investigadora de apellido López se refirió a cómo ella y Aquiles, uno de los perros más conocidos del OIJ, encontraron en la casa del sospechoso un cuchillo, una pantaloneta blanca y unas tenis con rastros de sangre.
Según López, al realizar las pruebas solo lograron tener certeza con el rastro de sangre en el cuchillo, el cual estaba escondido dentro de un mueble al lado del baño de la casa de Ríos.
El juicio se extendería hasta el próximo viernes, día en el que podría leerse la condena.