Rafael Caro Quintero, apodado “el narco de narcos”, se hizo famoso en los años ochenta por ser uno de los criminales más poderosos de México. Le sobraba la plata y llevaba una vida de lujos y excesos, algo típico en los grandes capos de la droga.
Caro Quintero se encuentra en fuga desde el 2013. Es uno de los hombres más buscados por el FBI y la Administración para el Control de Drogas de los Estados Unidos (DEA). La recompensa para quien dé información es de $20 millones, la más alta ofrecida por las autoridades estadounidenses hasta ahora.
Entre los tantos lujos que se daba el narco, hoy de 66 años, estaban las joyas de oro puro y con incrustaciones de diamantes de diferentes colores. Algunas las utilizaba para conquistar mujeres, otras eran para él.
En aquella década de los ochenta nadie tenía una colección de joyas como la de Caro Quintero, pero hay un costarricense que alcanzó a tener en su casa toda esa riqueza de la que tanto rajaba el narco, aunque fue por una sola noche.
Ese tico es Rafael Brenes Valenciano, quien fue el jefe del Departamento de Investigaciones Criminales del OIJ cuando se dio la detención de Caro Quintero en Costa Rica, específicamente el jueves 4 de abril de 1985 en Río Segundo de Alajuela.
“Ver esas joyas fue algo increíble, había una cadena de oro gruesísima y que tenía diamantes en el centro. Todas las joyas eran impresionantes, no había ni una sola que fuera fea”, recuerda don Rafael.
Todas juntas alcanzaban el millón de dólares, ¢570 millones de la actualidad.
Además de capturar al también llamado “Príncipe del narco”, quien contaba entonces con 32 años, las autoridades ticas también detuvieron a sus cuatro guardaespaldas: José Albino Bazán, Juan Carlos Campos, Luis Beltrán y Miguel Lugo. También cayó su amante, Sara Cossio.
Brenes no participó en el allanamiento ni en la detención de Caro Quintero, que fue ejecutada por el Ministerio de Seguridad Pública, pero aun así, como se dice en buen tico, tuvo que comerse la bronca del operativo.
En cuanto llegó al caserón donde vivía el narco le tocó encargarse de las 32 joyas decomisadas en la quinta California y de todos los detenidos.
“No se me podía perder nada porque me entregaron los dos maletines con un inventario detallado de cada una de las joyas. Le dije a Gerardo Láscarez (hoy exagente del OIJ) ‘cuídeme esto y no se puede perder nada, cabrón, porque me meten al tabo a mí”, cuenta.
Difícil decisión
Brenes dice que hasta aquel momento la Policía Judicial nunca había tenido un caso parecido y no sabían muy bien qué hacer, especialmente con las joyas.
Don Rafa explica que en un caso normal las joyas habrían sido llevadas a su oficina, en el OIJ, para mantenerlas allí hasta el día siguiente (que era viernes), pero como se trataba de algo inusual decidió no jugársela y llevárselas para su casa.
“No podía dejarlas ahí (en la oficina del OIJ), me daba miedo que me las robaran, si se perdía alguna a quién le iba a echar el clavo si fue a mi a quien se las entregaron. Ahí no había ni caja fuerte ni nada, era solo de romper la puerta y ya”, detalla.
El exagente explica que las llevó a su casa porque vivía en una zona en la que hay una rotonda y debido a eso no pasaban muchos carros. Apenas llegó a la vivienda con el tesoro le puso llave a todo y escondió los dos maletines debajo de la mesa del comedor.
“Dormí si acaso cinco horas, con el susto y la preocupación de esos condenados maletines ni se podía dormir en paz. Incluso tuve que poner una patrulla afuera de mi casa porque me daba miedo”, comentó.
Al día siguiente Brenes se levantó de un brinco, se alistó en carreras y salió soplado con los maletines para entregárselos a un juez. Hacerlo fue como quitarse una brasa de encima.
Ese mismo viernes todos los detenidos fueron entregados a oficiales de la Policía mexicana, que llegaron en avión para recogerlos y llevarlos de regreso al país del norte.
Enamorado del Rolex
Ser el guardián de las joyas de Caro Quintero fue una tarea complicada. Don Rafael pasó entonces muchas congojas, pero actualmente recuerda todo aquello como una experiencia bonita muy bonita y única.
Un detalles que recuerda especialmente es el reloj que le decomisaron al “Narco de narcos” porque era de puro oro. Era una pieza fabulosa.
“Había un Rolex Presidente de puro oro, ese era el que quería dejarme (dijo entre risas). Me llamó la atención porque siempre quise uno, luego un amigo me vendió uno pero no lo uso porque me da miedo que me corten la mano. Pero el mío es pura tusa, ese era de puro oro, era un reloj precioso”.
“R”: Una hebilla tipo herradura con una letra “R” en el centro, todo en oro de 14 quilates. La herradura tiene 21 brillantes blanco y la letra “R” tiene 59 brillantes blancos.
Un dije con forma de escorpión de 14 quilates con un peso de 43 gramos y con 183 brillantes de buena calidad.
Un medallón en forma de corazón en oro de 18 quilates, con incrustaciones de 54 diamantes y 40 esmeraldas en forma de almendra.
Una cadena en forma de cordón en oro amarillo y blanco de 18 quilates. Además lleva un dije con figura de elefante en oro amarillo de 14 quilates. En total la pieza tiene 140 brillantes de corte redondo, dos rubíes y cuatro esmeraldas.
Una gargantilla de oro amarillo de 18 quilates con 56 diamantes, 39 esmeraldas y un zafiro azul.
Una gargantilla en oro de 18 quilates con peso de 55 gramos, la cual contiene ocho brillantes en forma de almendra, 15 brillantes color celeste, 13 brillantes color café-verde y 15 brillantes color café.
Un dije en forma de herradura con la figura de la cabeza de un caballo en oro amarillo de 14 quilates, con un peso de 264 gramos y trescientos cincuenta brillantes blancos.
Un reloj de marca Rolex en oro de 18 quilates con un peso de 163 gramos.
Una pulsera con la letra “R” y el número “1” hechos con zafiros azules y la figura de un escorpión en oro de 14 quilates. En total la pulsera tiene 1300 brillantes, 28 zafiros y 95 rubíes.
FUENTE: Archivo la Nación-Imágenes con fines ilustrativos. || Diseño e ilustración:Francela Zamora / LA TEJA.
El exagente también recuerda una pistola 9 milímetros que decomisaron y que tenía la cacha incrustada de diamantes blancos y en el centro una "R" hecha con diamantes azules.
Nuevos dueños
Luego del decomiso, las joyas quedaron en poder de las autoridades. El 30 de abril de 1990 fueron puestas en remate en el Juzgado de Instrucción de Alajuela, sin embargo, eran tan caras que no aparecieron compradores.
El 28 de abril de 1994, el presidente del momento, Rafael Ángel Calderón, emitió un decreto para que las joyas pasaran a ser propiedad de la Fundación Agustinos Recoletos Ciudad de Los Niños, de Cartago. La idea era que les vendieran para obtener fondos.
Cuatro años más tarde aparecieron los primeros compradores para las que se iban a rematar. Una familia dueña de una empresa distribuidora de materiales de construcción pagó ¢26 millones de la época por 12 de las joyas.
Una parte fue enviada a París, donde fue recibida por una joven de la familia como regalo de bodas.
En 1999 otro empresario soltó ¢2 millones para dejarse cinco piezas de la famosa colección de Caro Quintero; en el 2001 un arquitecto mexicano compró 11 joyas por las que pagó $150 mil (cerca de ¢66 millones de la época).
Las cuatro piezas restantes también fueron subastadas, pero no se desconoce quién las tiene ahora.
Se esfumó
Luego de ser detenido en Costa Rica, Rafael Caro Quintero fue entregado a la justicia de México, país donde fue juzgado y condenado a 40 años de prisión por los delitos de crimen organizado, tráfico de drogas y el homicidio del agente de la DEA Enrique “Kiki” Camarena.
Solo cumplió 28 y el 9 de agosto del 2013 fue dejado en libertad por un tribunal que consideró que había sido juzgado de forma indebida por el homicidio de Camarena porque el agente, que se hizo pasar por narco, no había sido acreditado para trabajar en México.
Desde su liberación se desconoce el paradero del narco, pero se dice que podría estar escondiéndose en Sinaloa, México.
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