Edgar Roberto Rivera Araya era un ingeniero agrónomo y un administrador de empresas, de 65 años, que recién se acababa de jubilar, de hecho, apenas había recibido su primer pago de la pensión.
Sin embargo, fue atacado y asesinado, acabando con los anhelados años de descanso después de tanto trabajo.
A Rivera lo mataron con un arma punzocortante en el lugar que consideraba seguro: su casa, en Catalina Cove, en playa Brasilito de Cabo Velas, en Santa Cruz de Guanacaste.
En el OIJ afirmaron que de momento manejan que el motivo del ataque fue para robarle, además aseguraron que cuentan con pruebas, entre estas, según trascendió, estarían las grabaciones de unas cámaras de seguridad.
La Fiscalía, por su parte, confirmó que investiga a un nicaragüense de apellidos Mantilla Montano, de 36 años, por el delito de homicidio calificado y a un costarricense, apellidado Cortés López, de 19 años, lo señalan por el delito de favorecimiento real (ayudar a desaparecer, ocultar o alterar rastros, pruebas o instrumentos de un crimen).
A Mantilla le impusieron cuatro meses de prisión preventiva, mientras que Cortés López deberá mantener domicilio fijo y firmar cada 15 días en la Fiscalía de Santa Cruz.
Trascendió que los detuvieron después de que se accidentaron en Tamarindo, cuando iban en el carro de Rivera.
El fatal ataque ocurrió este sábado 11 de junio, pero las autoridades lo dieron a conocer hasta este miércoles 15 de junio. Ese mismo día, a la 1:30 p.m., la víctima fue despedida por sus allegados con una misa en la iglesia Don Bosco, en San José.
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Rodrigo Rivera Fournier, primo del fallecido, lo describió como una persona muy respetada por sus logros en vida.
“Era un hombre bueno, generoso, amigo leal, estudioso y querido por quienes lo conocieron. Trabajó en el Banco Interamericano de Desarrollo, en la ciudad de Washington, planeó su retiro por años y quiso hacerlo en su amado país, cerca del mar que tanto le gustaba. Le preocupaba el estado de nuestro país y descubrió de manera trágica que ya no es el lugar ni el ambiente en que crecimos.
“No puedo sentir menos que una profunda indignación por los cobardes que por unas cuantas cosas materiales tomaron su vida, dejando a su anciano padre, a su esposa Pamela, a sus hijos y a todos nosotros marcados por tan deplorable acción. Acababa de recibir su primer pago como jubilado”, comentó su familiar.
Otra de sus allegadas, llamada Rebeca Hernández, contó en sus redes que la casa donde sucedió el ataque fue el fruto de años de esfuerzo de Rivera.
“Fue un brillante profesional, un orgulloso y cariñoso padre”, escribió.
Las autoridades no descartan otras posibles detenciones.
El hallazgo del cuerpo lo hizo un vecino que vio la puerta de la vivienda abierta y al asomarse encontró un rastro de sangre.
Edgar estaba solo porque su esposa trabaja como economista del Banco Mundial en Washington y los tres hijos de ellos también viven en Estados Unidos.
Él era amante de la naturaleza, era deportista y anhelaba vivir con paz en Guanacaste.