La anestesióloga María Luisa Cedeño era la menor de cinco hermanos y tenía un corazón noble, siempre preocupándose por los demás y hasta por los desconocidos.
Así lo aseguró Marconi Cedeño, hermano de María Luisa y quien estuvo en una conferencia que dieron los abogados Alfonso Ruiz y Juan Marcos Rivero.
El dolor que carga la familia por el asesinato de la anestesióloga se reflejaba en el hermano, quien respiraba fuerte, mantenía la mirada hacia abajo y tenía un semblante triste.
“Primero nacimos cuatro hermanos, diez años después nació ella, era la chineada de la casa... Desde jovencita se fue de la casa para estudiar y trabajar”, recordó.
Asegura que el estar cerca de Dios y el apoyo de la gente es lo que les ha dado fuerzas para continuar ante la ausencia física de María Luisa.
“Mi papás no han dejado de pedirle a Dios, rezan el rosario una vez al día y ven la misa todos los días, mi mamá se pone a cocinar, mi papá se va para la finca. Ella todos los días hablaba con mi mamá y pedía que encendieran una vela cuando iba a operar”, comentó con cariño el hermano.
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Alfredo Ugalde era el jefe y amigo de la especialista, compartió muchos años a su lado.
“Tuvimos una relación cercana, más de 10 años, compartimos alegrías, frustraciones, congresos. María Luisa era hermosa por dentro y por fuera, muy completa, alegre, independiente y muy entregada a sus pacientes, era muy profesional”, mencionó Ugalde.
La última vez que Ugalde y Cedeño compartieron fue el viernes 17 de julio, cuando ella insistió en hacer una simulación de cómo atender en sala de operaciones a un paciente positivo por covid-19.
Se enteraron de la trágica noticia de su muerte por medio de una secretaria del centro médico para el que trabajan, pues los llamaron y preguntaban por algún familiar de ella, porque les extrañaba que la perrita andaba sola y María Luisa no aparecía.
Cedeño fue asesinada el 20 de julio. Falleció por heridas de cuchillo y su cadáver tenía golpes y estaba envuelto en una cobija en la habitación 21 del hotel La Mansión, en Quepos.
Un nicaragüense de apellido Herrera, un informático apellidado Miranda y un empresario hotelero de apellido Bodaan son de momento los sospechosos del crimen.