Mientras las autoridades revisan la apelación del comerciante griego Dimosthenis Katsigiannis, quien fue condenado a ocho años de cárcel por tráfico de órganos, él lucha por acostumbrarse a una vida en la que las noches son pesadas, la comida sabe mal y la familia sufre.
“Yo llegué a Costa Rica en 1993 y tuve varios negocios, primero uno de jugos y frutas, luego otro de comida, de todo tipo de comida, corvinas y todo, buenísimo. Después tuve otro negocio en Tibás, un bar, y desde el 2004 hasta el 2013 la pizzería Acrópolis por el Calderón Guardia”, aseguró Dimos, como lo conocen sus conocidos.
Él dice que todos los días habla con su esposa y sus hijos, pero prefiera que no lo visiten.
“Mi hijo menor tiene 12 años, él no sabía que yo estaba aquí, pero hace poco le dijimos. Si ellos vienen esta realidad se les va a grabar de por vida y yo no quiero eso para ellos”, expresó.
El privado de libertad dice que las noches en prisión son muy duras.
“Aquí no se puede dormir, es imposible, uno pasa pensando mucho. La mayoría de personas padecen de insomnio aquí, duermen una hora y se despiertan, duermen otra hora y se despiertan y así van, es feo, feo, feo", contó.
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Pese a que el panorama del griego es complicado, él dice que tiene la esperanza de que salir libre pronto y retomar su vida.
“Yo todos los días leo los periódicos, voy a la biblioteca y además estudio. Aquí he aprendido a hablar el español mucho mejor, ya me defiendo. Cuando salga de aquí me gustaría poner otro negocio, tal vez un parque y algo de comidas, ese es mi plan a futuro”, detalló.
El extranjero espera que pronto se defina si habrá o no un nuevo juicio por su caso y en caso de que lo haya, esta vez pedirá un traductor desde el principio.