Rosberly Córdoba Murillo habría llegado a sus 35 años el 20 de enero de este 2025. Además, estaría viendo a su único hijo convertirse en un muchacho y, lo más seguro, es que seguiría siendo una mujer esforzada, porque desde muy joven ya lo era.
Ella trabajaba como administradora en la cadena de farmacias La Bomba, en Guayabos de Curridabat, cuando se convirtió en víctima de unos antisociales que se metieron a asaltar y, en medio de esa acción, le quitaron la vida al dispararle en la cabeza, cuando ella estaba boca abajo, sin oponer resistencia.
El mortal ataque lo sufrió a la corta edad de 24 años; para ese momento, ya tenía un hijo de tres años, quien era todo para ella, y por quien se esmeraba en ser mejor persona cada día.
Rosberly dio sus últimos alientos de vida en el hospital Calderón Guardia, San José, la tarde del miércoles 17 de diciembre del 2014, apenas un mes y tres días antes de su cumpleaños.
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Ha pasado una década de este atroz ataque y el recuerdo de esta valiente madre permanece vivo; especialmente, en los corazones de su mamá, su hijo y hermanos, así como de otros familiares y allegados que la quisieron mucho.
Hazel Córdoba, hermana de Rosberly, le detalló a La Teja que no hay enero en el que no le celebren el cumpleaños a “Rous”, como le llamaban de cariño.
“Ella cumplió años el 20 de enero y nosotros celebramos, a pesar de que ya son diez años de que no está, le deseamos su feliz cumpleaños. A lo largo de estos diez años, en esa fecha de algún modo, la hemos celebrado, mi mamá siempre hace una oración para ella y comemos algo.
“A mí me gusta comprar un quequito cuando sea posible, un cupcake, algo pequeño y poder cantarle y apagar la vela; por lo general, eso es lo que hacemos”, manifestó Hazel.
En este 2025 no fue la excepción. El hijo de Rosberly tiene 13 años, está en el colegio y también tiene presente a su mamá.
“Nosotros tratamos que al hablar de ella no fuera un tema tabú, él tiene clara la situación y también comparte las celebraciones. Él siempre lleva una foto de su mamá en la billetera”, recordó la hermana.
Hazel también cumple años en enero y junto con su hermana Rosberly siempre lo festejaban en familia.
“Mami siempre acostumbró hacernos comida en la casa y después nosotras nos comíamos un queque, nos cantábamos cumpleaños. Cuando llegaba mi cumpleamos lo celebramos juntas y quince días después era el de ella, y volvíamos a celebrar para cerrar enero, pero ya eso no sucede y, aunque fuera algo sencillo, es algo que me hace falta, ya no volvió a ser igual”, expresó Hazel.
Joven mamá asesinada en asalto dejó regalos invaluables
El día que mataron a Rosberly ella llevaba unos aretes de plata, los cuales quedaron llenos de sangre por el impacto que causó la bala; sin embargo, permanecen intactos. Hazel los conserva como el último regalo que le dejó Rosberly, así como otras pertenencias que son invaluables y ayudan a mantener el recuerdo vivo.
“Conservo las fotos y las cuido un montón, siempre estoy al tanto del celular porque ahí las tengo y no las quiero perder. También conservo las argollitas que llevaba el día del asalto, son medianitas, de plata. En algún momento los agentes judiciales se las entregaron a mi mamá; yo las limpié porque estaban llenas de sangre, y hay días en los que me las pongo y digo: ‘bueno gorda, hoy va conmigo para la calle’, dijo entre risas al recordar sobre las pertenencias de su hermana.
De Rosberly se recuerda todo y en cualquier actividad familiar su nombre siempre sobresale; especialmente, por parte de la mamá, doña María Eugenia Murillo, quien recibió fuerzas de Dios y de sus allegados para enfrentar el desgarrador momento que afrontó al despedirla para siempre.
“Le recuerdo todo, su risa, lo alegre que era, amable, trabajadora, éramos cómplices en todo, una excelente hermana. Como en todo, nos podíamos pelear, pero siempre estábamos la una para la otra, siempre nos apoyábamos, a mis hijos siempre les he dicho que fuimos como el dúo dinámico para mi mamá.
“A pesar de que la vida continúa, ella sigue haciendo falta, la seguimos extrañando muchísimo, en especial mi mamá, a pesar de que ella ha tratado de sanar, hemos aprendido a vivir con su ausencia. Mami la recuerda bailando en la casa o cuando cocina la recuerda en la mesa comiendo”, detalló Hazel.
Agregó que, a veces, ve situaciones que pasan entre hermanas y solo piensa que ella estaría disfrutando de lo mismo si a Rosberly le hubiesen permitido vivir.
“A veces, veo cosas de hermanos y es imposible para mí pensar que yo tuve una hermana. Muchas veces omito eso para que no me duela, pero es bonito ver que yo tuve eso”, señaló en medio de lágrimas
Hazel sigue viendo a su hermana en sueños, no tan seguidos como cuando ocurrió la agresión, pero, eso sí, ahora son más tranquilos.
“Conforme ha pasado el tiempo, no sé si el dolor ha madurado, pero los sueños ya no son tan constantes, pero del todo no la he dejado de soñar. La forma en que la sueño ahora es muy diferente a los primeros días, la he visto sentada, sonriendo, como dándome a entender que está bien, sin sufrimiento, solo está presente como haciéndome saber qué está ahí. Hay meses en que no la sueño, pero de repente y sin esperarlo, la veo en sueños”, detalló.
Rosberly también le habría heredado a su hijo el ser aplicado, tal como lo asegura la tía.
“Ya es todo un muchacho, muy inteligente, buen estudiante y, como dice mi mamá: ‘eso es porque le quedó heredado de la mamá', porque mi hermana Rous era bastante aplicada y con muchos deseos de superarse”, exclamó.
Celulares fueron claves para resolver crimen de joven mamá
La justicia terrenal para Rosberly llegó el 20 de julio del 2021 cuando los jueces Rosaura García, Maureen Iong y Alfredo Arias condenaron a cuatro sujetos identificados como Jonathan Araya Castillo, Víctor Mora Piedra, Jorge Mesén Piedra y Alexander Umaña Madrigal, sentenciados por homicidio calificado y robo agravado.
Ellos fueron detenidos el 13 de julio del 2015 y les decomisaron un carro, cascos de moto y un arma de fuego.
Los análisis telefónicos también permitieron ver las horas y los recorridos que hicieron los hombres antes y después del asalto.
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El analista criminal Francisco Bonilla fue testigo en el juicio que se llevó contra los sospechosos, y les explicó a los jueces que los celulares que andaban los imputados activaron radiobases (antenas), que identifican la señal de los teléfonos y estas permiten que entren y salgan mensajes o llamadas.
Los movimientos de los celulares de los ahora acusados fueron revisados desde el 10 de diciembre del 2014 al 16 de marzo del 2015.
Los teléfonos móviles de los cuatro hombres registraron movimientos a la 1:14 p.m. en los alrededores de San Pedro de Montes de Oca, y a la 1:24 p.m. en Guayabos de Curridabat y Zapote.
A las 3:27 p.m. los celulares de los cuatro se encontraban juntos en los alrededores de Plaza del Sol, en Curridabat, muy cerca de donde estaba la farmacia La Bomba.
El golpe al local habría sido a las 3:50 p.m.; incluso, Mora Piedra llamó a Umaña Madrigal y se comunicaron apenas dos segundos. Luego del ataque, los hombres huyeron del sitio y los celulares de estos volvieron a activar las antenas en Desamparados.
A las 4:29 p.m. los teléfonos estaban “conectados” a las radiobases en Desamparados, de donde eran vecinos antes de ser enviados a la cárcel.
Para la Fiscalía, Araya quien se apoderó de la plata que estaba en la caja registradora y pidió que le abrieran la caja fuerte, por lo que caminó hasta el fondo de la farmacia, donde estaban más trabajadores, entre ellos Rosberly y cuando estaba boca abajo le disparó. Mora vigilaba que no llegara la Policía, pero al ver que no podrían llevarse la plata que había en la caja fuerte, los delincuentes huyeron.
A Araya le impusieron 27 años de cárcel, porque fue quien apretó el gatillo, mientras que a los demás los condenaron a 22 años de prisión.