Sucesos

Facturas y recibos arrugados ayudaron a resolver el crimen de un cruzrojista tico

Por unos zapatos y una buena comida hombre apagó la vida de voluntario de la Cruz Roja

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Gerardo Carballo asesinado para robarle
La casa de Gerardo Carballo estaba cerrada con candado. (Grupo Nación)

El crimen de Gerardo Carballo Cascante, de 39 años, puso a los agentes del Organismo de Investigación Judicial (OIJ) de cabeza para tratar de esclarecer las razones por las que lo asesinaron.

Este caso se dio en Sardinal de Carrillo, en Guanacaste, en el 2010.

Un olor extraño durante cuatro días, más bien insoportable, puso a los vecinos de Carballo a pensar que seguramente había un perro muerto en la casa de “Gera”, como le decían de cariño, pues era común que él recogiera animalitos de la calle y les diera mucho amor.

Sin embargo, después de tanta incomodidad por el olor, los vecinos se pusieron a pensar que tenían días de no ver a Gerardo y eso no era algo común. El candado de la casa estaba puesto por fuera de la puerta principal, como solía estar cuando no había nadie adentro, por lo que la incertidumbre era aún mayor.

El 29 de julio del 2012 los lugareños llamaron Policía y la unidad 875 llegó al sitio; uno de los vecinos, al ver que los policías no podían entrar, les prestó un martillo con el que de un solo golpe abrieron el candado.

Gerardo Carballo asesinado para robarle
Gerardo Carballo tenía 39 años. (Grupo Nación)

Una vez dentro de la vivienda se percataron de que la puerta del cuarto también tenía candado.

El oficial se subió en un banquillo y por un hueco trató de ver hacia adentro del cuarto y fue cuando se dio cuenta de que el cadáver de Gerardo, quien era voluntario de la Cruz Roja, estaba bajo la cama.

Las autoridades judiciales no se hicieron esperar, nadie entendía quién tenía tanta maldad en su alma para acabar con la vida de un hombre que estaba casi ciego.

Dennis Rojas, amigo de Gerardo, le contó un poco a La Teja sobre el protagonista de esta lamentable historia.

“Ese chavalo era amigo mío, no mataba ni una mosca, no se metía en líos y más bien siempre andaba buscando cómo ayudarle a los demás, entonces la noticia sí le pegó a la gente del pueblo y ni qué decir a su familia, a su mamá y a su tía, a la gente hasta le dio mucho miedo, porque todos decían que cómo habían matado a una persona buena”, recordó el amigo.

Querido

Gerardo era una persona querida en su comunidad, era conocido por ser un pulseador, vendía lotería, periódicos, hacía perifoneo y animaba fiestas, además tenía una discomóvil y un karaoke.

En la búsqueda del autor de semejante acto, los vecinos le dieron a los investigadores del OIJ la descripción de un hombre que frecuentaba a Gerardo, porque le ayudaba con los eventos que le salían. Era un joven de apellido Zúñiga Cubillo, de 22 años, que era vecino de playas del Coco.

El hombre de la descripción era conocido por el OIJ porque lo habían relacionado con un caso de hurto, así lo narró tiempo después un investigador judicial durante el juicio por la muerte de Gerardo.

Los resultados de la autopsia arrojaron que Gerardo fue estrangulado con el cable de un ventilador, sin embargo, la falta de pruebas jugaba en contra de los agentes, quienes no podían terminar de amarrar el caso.

Los agentes pensaban y pensaban en qué hacer o qué buscar para poder poner al sospechoso tras la rejas y por eso se fueron a recorrer todo Sardinal y el centro de Liberia.

“El trabajo que hizo el OIJ fue como de película, porque durante varios días, creo que todavía luego del entierro se hablaba de que no sé sabía la razón, hasta en algún momento se creyó que un robo o que era una venganza por algo que tal vez Gerardo sabía”, manifestó Rojas.

Los investigadores entrevistaron a cualquier cantidad de testigos.

Las pruebas permitieron a los investigadores amarrar el caso. (Rafael PACHECO GRANADOS)

Hallazgo

Los agentes llegaron a buscar a Zúñiga a una casa, pero la mamá les dijo que solo ella vivía ahí, que su hijo se había ido a vivir a Nicoya y sin mayor problema la señora dejó a los oficiales inspeccionar.

Los uniformados buscaron cómo buscar una aguja en un pajar, anduvieron por toda la casa hasta que encontraron dos facturas y dos papeles que estaban todos arrugados.

El detalle permitía ver que las facturas eran por la compra de dos pares de zapatos, luego por una buena comida en un restaurante y otras por unas cosas empeñadas en una compra y venta.

Para aquellos policías los papeles, en un primer momento, parecían no tener importancia, pero luego se dieron cuenta del “oro” que tenían en sus manos.

Uno de los investigadores sospechó que las cosas de la víctima estaban empeñadas y por eso se fue de una vez para Liberia.

Gerardo Carballo voluntario de la CRC asesinado
Gerardo Carballo era un experto con los radios de comunicación. (cortesí)

En una casa de empeño le dijeron al agente que Zúñiga dejó un equipo de sonido, un parlante, un DVD y un karaoke. Por todo eso le dieron 60 mil colones.

Además, Zúñiga había ido a una tienda de instrumentos musicales y vendió tres plantas en 200 mil colones.

Con la plata, Zúñiga se compró, el mediodía del 27 de julio, dos pares de zapatos en 62.385 colones.

El 28 de julio se fue a comer a un restaurante en El Coco y gastó 60 mil. Zúñiga no podía costear ni los zapatos ni la comida, porque no tenía trabajo y su familia era la que lo mantenía.

Gerardo tenía un socio al que los agentes le enseñaron todo lo decomisado durante la investigación y de inmediato reconoció los objetos.

Un mes después del crimen de Gerardo, los investigadores lograron llegar hasta el sitio donde vivía el sospechoso y le cayeron en horas de la madrugada.

Zúñiga estaba tranquilo, pensaba que no lo iban a poder pescar, pero aquellos recibos y facturas permitieron a los oficiales saber qué hizo entre el 26 y 29 de julio en la vivienda de Gerardo.

Móvil

Los investigadores lograron establecer que el móvil del homicidio fue matar a Gera para robarle algunas de sus pertenencias y luego empeñarlas para conseguir una suma de dinero.

Eso se sumó a la declaración dada por dos taxistas durante el juicio.

“Un taxista llevó al imputado el 27 de julio a la casa del fallecido, sacó varias cosas y le dijo al taxista que eran para una fiesta de un chiquito que tenían que animar”, declaró el agente en el debate.

Otras personas y un chófer de bus vieron a Zúñiga subirse en un bus, pero antes montó varias bolsas en el maletero.

Aquellas cosas que Zúñiga sacó de la casa de Gerardo estaban debajo la cama, justo donde después metió el cadáver.

“No hacía falta que lo matara, si Gerardo hubiera sabido que eso iba a pasar él mismo hubiera entregado las cosas, la vida de mi amigo al final no valió nada, porque esa persona hizo este daño tan terrible por cualquier cochinada, ese chavalo (Gerardo) valía oro; él, pese a que tenía el problema en el ojito, era un colaborador en la Cruz Roja de Sardinal. Le daba trabajo a él y vea la gratitud con la que le pagó”, lamentó Rojas.

Lo rápido que los agentes resolvieron el caso permitió que un año después, el 20 de agosto del 2011, Zúñiga fuera condenado a 16 años de cárcel, la sentencia fue a 15 años por homicidio simple y un año por hurto simple.

“Ese muchacho estuvo preso en Liberia, pero hasta donde sabemos, ya salió de prisión”, asegura Roy.

El crimen consternó a Sardinal de Carrillo, Guanacaste. Foto: Cortesía (Cortesía)

Hace mucha falta

Rojas dice que le hace mucha falta conversar y tomar café con su amigo.

“Ese chavalo siempre andaba jalando el pan para que uno lo invitara al yodo, era un vacilón cuando venía a mi casa, yo lo veía tocar, le decía, ‘entre’ y cuando veía que traía el pan le decía que ya iba a poner el agua para chorrearlo, entonces me vacilaba, me decía, ‘¡qué buen café me dan aquí!, voy a venir más seguido’”, recordó Rojas.

El amigo asegura que desde hace mucho tiempo no volvió a saber nada de la familia de Gerardo, porque él se fue a vivir a La Cruz, pero asegura que la tiene muy presente siempre.

“Hay que atesorar lo bueno, era un buen ser humano, se alegraba mucho de ver a los demás felices, era muy carga con los radios de comunicación, por eso en la Cruz Roja lo dejaban travesear (vacila), yo le decía y se ponía bravo, por dicha que la justicia no quedó debiendo, fue un gran trabajo el que hicieron esos investigadores, algo que se agradece por siempre con el alma”.

Silvia Coto

Silvia Coto

Periodista de sucesos y judiciales. Bachiller en Ciencias de la Comunicación Colectiva con énfasis en Periodismo. Labora en Grupo Nación desde el 2010.

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