Sucesos

Expolicía mató a taxista porque odiaba a los miembros de la Fuerza Roja

El taxista Carlos Eduardo Ramírez fue asesinado y el crimen se resolvió gracias a una lata de cerveza

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Como si fuera sacado de una serie gringa, de esas en que las investigaciones criminales resuelven casos, una lata de cerveza permitió solucionar un asesinato cuando no había ninguna esperanza.

Asesinato de taxista Carlos Eduardo Ramírez Badilla, de 49 años
La lata con las huellas y el ADN fue encontrada en la escena. (Archivo GN/Archivo GN)

Carlos Eduardo Ramírez Badilla, de 49 años, era conocido como Cala, un querido taxista muy trabajador y empunchado, quien llevaba cinco años de dedicarse a ese oficio.

La vida de este miembro de la Fuerza Roja fue apagada la madrugada del domingo 26 de abril del 2009, en San Juan de Dios de Desamparados, 100 metros al sur del bar Los Portones, en calle Barboza.

El reloj marcaba las 3:20 a.m., cuando las desesperadas llamadas al 911 empezaron a sonar.

Ramírez manejaba el taxi Hyundai Elantra, placa TSJ 3470. Ese día justo había trabajado desde las 4 de la tarde del sábado y pararía el carro a las 3:00 de la mañana del domingo, pero eso no ocurrió.

La escena era desgarradora, “Cala” había recibido dos heridas de bala; una le entró por detrás de la cabeza y la otra por el ojo izquierdo. Las heridas provocaron que perdiera el control y se estrellara contra el muro de una casa. Su cuerpo quedó recostado a la puerta del conductor.

Cuando los cruzrojistas llegaron ya no había nada que hacer por el taxista, pues falleció de inmediato. Por las heridas se determinó que quien lo hirió iba sentado en la parte de atrás, como pasajero.

Las huellas halladas en la lata coincidieron con las del expolicía.

Se sospechaba que su asesino se había subido el taxi haciéndose pasar por un cliente. Los vecinos estaban indignados, porque nadie sabía quién le había disparado; reinaba el miedo, la tristeza y la preocupación entre los lugareños, ya que Cala era un taxista conocido y apreciado.

“Siempre estaba dispuesto a ayudar a sus clientes cuando él andaba en el taxi. Si uno le pedía un viaje hacía lo imposible por poder ayudarle, por eso a todos nos dolió tanto que le quitarán la vida así”, dijo Dennis Martínez, vecino de San Juan de Dios, quien tuvo una amistad de años con Cala.

Los oficiales de la Fuerza Pública que llegaron a la escena no permitieron que nadie se acercara; extendieron cinta amarilla para asegurar la escena, en 100 metros a la redonda, la escena estaba protegida, ni parecido a cómo ahora que más de un testigo si puede mete hasta el celular en el carro de la víctima.

Asesinato de taxista Carlos Eduardo Ramírez Badilla, de 49 años
Carlos Eduardo Ramírez Badilla, de 49 años, fue el taxista asesinado. (Archivo GN/Archivo GN)

Cuando llegaron, los agentes judiciales se encargaron de recoger todas las evidencias alrededor, aunque algunas parecieran insignificantes, como una lata de cerveza Pilsen de 473 mililitros, que fue hallada a 75 metros de distancia del taxi, y que solo a alguien con mucha intuición se le habría ocurrido levantar y llevarla como evidencia.

Todos aquellos indicios fueron trasladados junto con el cuerpo del taxista hasta la Medicatura Forense, en San Joaquín de Flores.

En las piernas de Cala encontraron una mariconera, en la que llevaba el dinero con las ganancias del día. Si el asesino había tratado de asaltarlo se había marchado con las manos vacías, porque allí estaba lo que siempre andaba con él.

Asesinato de taxista Carlos Eduardo Ramírez Badilla, de 49 años
Cala tenía cinco años de ser taxista. Foto: Archivo GN (Archivo GN/Archivo GN)

Los investigadores trataban de encontrar una pista que les permitiera, de manera contundente, dar con el asesino; sin embargo, los oficiales ya sabían que un hombre de apellido Azofeifa, quien era un expolicía, había sido el último pasajero con que habían visto al taxista.

Pero nunca nadie lo observó sacar un arma y mucho menos disparar a Cala; además, los investigadores sabían que el arma usada era calibre 38.

“Había una persona como sospechosa, pero necesitábamos buscar evidencia para ubicarlo en el sitio”, dijo uno de los judiciales que tuvo acceso a la investigación, y que no puede ser identificado por el tipo de trabajo que tiene actualmente.

Aunque las pruebas testimoniales apuntaban al mismo sospechoso, las autoridades necesitaban evidencias más contundentes. La lata de cerveza fue revisada minuciosamente, y en ella se encontraron restos de saliva y las huellas de dos de los dedos del sospechoso. Las características eran exactas.

Asesinato de taxista Carlos Eduardo Ramírez Badilla, de 49 años
El asesinato del taxista creó una gran conmoción pues era muy querido. (Archivo GN/Archivo GN)

La lata ubicaba en el sitio al expolicía, pero además, los investigadores consiguieron pruebas de que esa cerveza había sido comprada por el hombre en la licorera El Ruso, frente al parque Okayama en San Francisco de Dos Ríos.

Las investigaciones y entrevistas a testigos permitieron determinar que Azofeifa había desarrollado un terrible odio contra los taxistas, porque una mujer con la que tuvo una relación lo había dejado por un miembro de la Fuerza Roja.

La noche antes del crimen, la mujer le contó a un familiar del expolicía que le había pegado al hijo, que ambos tenían en común, lo que hizo que el hombre estallara en enojo, porque no soportaba que nadie tocara a su hijo, ni la propia mamá. Entonces se fue armado hasta la casa de la mujer, en barrio Fátima, en Desamparados, pero uno de sus excuñados lo vio y decidió salir para calmarlo.

El investigador recordó que, en ese momento, el sospechoso le dijo a su excuñado que se fueran en un taxi para un bar en San Antonio de Desamparados.

Asesinato de taxista Carlos Eduardo Ramírez Badilla, de 49 años
El crimen ocurrió en San Juan de Dios de Desamparados (Archivo GN/Archivo GN)

Cuando llegaron al sitio, se encontraron con el taxista que había tenido una relación con la expareja de Azofeifa. Apenas lo vio que fue al baño, se fue detrás de él y empezó a reclamarle por lo de su exmujer.

“Sacó el arma y le dio vueltas al tambor para asustarlo; una persona entró al baño, se dio cuenta y alertó al dueño del bar, por lo que a ambos los echaron del lugar”, dijo el investigador.

Según el agente, en lo que lograron investigar, el hombre estaba muy alterado y se le ocurrió volar bala en la plazoleta en San Antonio de Desamparados. Una de las balas alcanzó una cabina telefónica.

El excuñado del sospechoso en la primera oportunidad que tuvo lo dejó solo y se fue caminando rumbo a su casa.

Azofeifa le había pedido al hombre que no lo dejara solo, y cuando observó que se había ido, decidió subirse a un taxi para ver si lograba alcanzarlo.

Cala era conocido por Azofeifa y eso permitió que lo dejara irse tomando la cerveza. En el camino, cuando iban por la iglesia de San Antonio, alcanzaron al cuñado y le dijeron que subiera al taxi porque lo iban a llevar a la casa.

Asesinato de taxista Carlos Eduardo Ramírez Badilla, de 49 años
En Desampa recuerdan a Cala como un buen taxista y constructor. Foto: Silvia Coto (Archivo GN/Archivo GN)

Al cuñado sí lo llevaron hasta su casa, y él le pidió a Cala que llevara a Azofeifa hasta la casa para que no se metiera en problemas ni se quedara solo dando vueltas.

“En medio de la ira y del enojo, y de que ya había licor de por medio, cuando estaban cerca del parque de San Juan de Dios de Desamparados, Azofeifa sacó el arma y le disparó por detrás, porque él iba sentado en el asiento trasero. Le disparó con un arma 38, según las pruebas balísticas. El hombre luego se bajó del carro y le volvió a disparar. No le robó ninguna pertenencia, pero sí le robó lo más preciado que tenía: la vida”, dijo el investigador.

Azofeifa escapó pensando que nunca lo atraparían, pero los testigos lo vieron en el taxi. El arma usada era del mismo calibre, y las huellas en la lata de cerveza terminaron de confirmar la culpabilidad del hombre.

Los agentes del OIJ lo citaron para entrevistarlo sobre el caso el 22 de mayo del 2009 y, en ese momento, lo detuvieron.

“Este fue un caso que se resolvió por las evidencias, las huellas de cada persona tienen rasgos y formas únicas y eso permite identificarlas e individualizarlas. Existen dos tipos de huellas, las latentes, que son las que no se ven a simple vista, como en este caso, y las impresas, cuando son muy visibles”, explicó el investigador.

“Las huellas deben tener 11 características iguales a las encontradas para que la persona sospechosa pueda ser detenida. Esas características, por así decirlo, son las rayitas o figuritas en las yemas de los dedos”, añadió el agente.

El Tribunal Penal de Desamparados condenó al expolicía a 15 años de prisión, los cuales cumplió en la cárcel Gerardo Rodríguez.

“Además, se ubicó una lata de cerveza en el lugar del crimen, la cual tenía su ADN, lo que permitió acreditar que usted fue el autor del homicidio”, dijo la jueza Maureen Sancho, el 17 de mayo del 2010.

Azofeifa ya salió en libertad.

Don Dennis asegura que él aún recuerda a Cala, más cuando se acerca la fecha del aniversario.

“Cala era un buen hombre, lo mataron solo por maldad, él tenía hijas, nietos pequeños, tenía a su madre, a sus hermanos, era una persona amable y la gente siempre acudía a él, porque era un hombre que sabía arreglar de todo; de hecho, se dedicaba a la construcción cuando no andaba en la casa, cuando se nos dañaba algo o necesitábamos una reparación lo contratábamos”, dijo el señor.

Dennis asegura que, aunque se hizo justicia, nunca se explicó por qué la pena fue tan baja por homicidio simple.

“Dicen que ya salió de prisión, ojalá con pensamientos distintos. Cala quería ver a sus nietos crecer y le arrebataron esa ilusión, dejaron a su familia marcada para siempre y a las personas que lo conocimos con un profundo pesar. La violencia es algo terrible”, dijo.

Silvia Coto

Silvia Coto

Periodista de sucesos y judiciales. Bachiller en Ciencias de la Comunicación Colectiva con énfasis en Periodismo. Labora en Grupo Nación desde el 2010.

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