El exciclista Andrés Brenes Mata y sus hermanos vivieron de cerca la explosión de pólvora que el martes mató a un señor y dejó a tres con quemaduras serias en el barrio La Pitahaya, en Cartago.
Además del bombazo, lo que más les impactó fue ver cómo el cielo se llenó de miles de papelitos (los que usan para envolver la pólvora).
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“La situación ha conmovido a la comunidad, además del susto nos tocó vivir un momento de tragedia”, dijo Andrés.
El exciclista vive a 200 metros de la casa donde el estallido mató a Alberto Segura, de 55 años.
Brenes nos contó que estaba en su casa con su hermanos Albin y Asdrúbal.
“Estábamos en una habitación que da a la calle al sur, fue una explosión extrema, no fue como una bombeta de turno porque cimbró la casa.
“En eso nos quedamos viendo y dijimos ‘algo pasó y pasó feo’; veíamos el aire y se veían el montón de papeles, pensamos que eso tuvo que ser una explosión pero no teníamos claro si era en el colegio o cerca y nos empezó a llegar un aroma a pólvora y pensamos que una venta que explotó”, dijo.
Cuenta que sus hermanos salieron para tratar de ir a ver si podían ayudar ya que pasaban muchas ambulancias.
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“Eran demasiadas las personas que corrían al sur, muchas con caras de consternación”, dijo.
Brenes aseguró que una hermana suya vive a 50 metros de la casa donde ocurrió el estallido y solo estaba su sobrino, quien les contó que la casa cimbró y que el susto fue terrible.
“Para mi fue una gran sorpresa saber que vendían pólvora en ese lugar, yo no conocía al señor, y no soy consumidor de pólvora”, dijo el exciclista.
Fea sorpresa
Otra que todavía no puede creer lo que ocurrió es Melissa Calderón, afectada por la explosión y quien dice que jamás imaginó que su vecino fabricaba pólvora en su vivienda.
Aseguró que don Alberto era un señor amable, muy carismático y un vecino con el que todos se llevaban bien.
“Yo no sabía que ellos hacían eso, yo escuchaba que trabajaban en el patio de la casa, pero yo en mi casa y Dios en la de todos. No soy de estar metida en las casas, más que no tengo tiempo, mis hijos y mi sobrina están muy afectados psicológicamente por lo ocurrido”, dijo.
El esposo de doña Melissa tiene 71 años, está recién operado. Cuando se dio la explosión, ella había salido a la panadería pues ya era la hora del cafecito y en la casa estaban su esposo, sus hijos de 15, 12 y 7 años.
El más pequeño y una sobrina de ella estuvieron jugando en el patio dos minutos antes de la desgracia; al escuchar el primer bombazo, los menores se metieron debajo de la cama.
En carrera
Doña Melissa corrió para su casa y asegura que un muchacho --no sabe quién-- fue como un ángel porque se acercó y le ayudó a sacar a su familia de la casa.
A su hijo de 7 años una puerta le cayó encima y los vidrios le provocaron algunas cortadas, pero ninguna de gravedad; los socorristas le dieron atención médica, pero no fue necesario llevarlo al hospital.
La parte trasera de la casa quedó con daños severos, todo el cielorraso se cayó y se dañaron la refrigeradora, el “coffee maker” y otros electrodomésticos. Lo bueno es que dos periquitos se salvaron de la explosión.
Los vecinos que pasan a preguntarle cómo están ella y su familia no pueden creer cómo quedó la casa, le dicen que es un milagro que no les pasara nada.
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Esta familia tiene tres años de alquilar la vivienda en ese barrio y ahora la preocupación que tienen es que no saben qué van a hacer, se han tenido que quedar con familiares mientras el dueño se encarga de las reparaciones.